Razón y forma de la galera y casa real que el rey, nuestro señor, manda hacer en estos reinos para castigo de las mujeres vagantes y ladronas, alcahuetas, hechiceras y otras semejantes.
Salamanca, por Artús Taberniel, por mandado de la ciudad y con licencia del ordinario. Año MDCVIII [1608]Al rey nuestro señor
Habiendo yo considerado y visto con la experiencia de largos años que gran parte (si no es la mayor) del daño y estrago que hay en las costumbres en estos reinos de España nacía de la libertad, disolución y rotura de muchas mujeres, sentía (aunque gran pecadora) un gran dolor en mi alma, así de ver a nuestro gran Dios y señor ofendido, como de ver este nobilísimo y cristianísimo reino estragado y perdido. Este sentimiento y dolor me hacía muchas veces pensar y buscar algún medio que fuese remedio para tanto mal. Ofrecióseme uno entre otros que, aunque riguroso, me pareció el mejor y más eficaz. Venida a la corte habrá cuatro años, propúsele a vuestra majestad, juntamente las razones en que me fundaba. Vuestra majestad, con su acostumbrada benignidad y clemencia, me oyó despacio y con atención [p. 4] y, juzgando ser muy importante para el fin que yo pretendía, me mandó que lo comunicase con el duque de Lerma y con los del consejo y que con efecto le pusiesen en ejecución, como se ha hecho en esta corte de Madrid y en Valladolid. Como las demás cosas nuevas en sus principios, así esta ha causado novedad y admiración, no solo en la gente vulgar y común, pero aún en la principal y más graveIntroducción
Si el hombre siguiera la razón y luz natural de que Dios nuestro señor le dotó y la sobrenatural de la gracia y virtudes infusas con que adornó su alma y potencias, fácilmente huyera del mal y aborreciera el pecado y, con suavidad y deleite, abrazara el bien y se ejercitara en toda vir- [p. 6] tud, no fuera menester que Dios anduviera con él como con esclavo con el azote en la mano, antes como hijo noble y amoroso por puro amor le siguiera principalmente y guardara sus mandamientos. Pero como, engañado por la malicia del demonio, perdió lo sobrenatural y gratuito, y la razón y luz natural quedó flaca y oscurecida, comenzó sin freno ni rienda a arrojarse a toda suerte de vicios hasta despeñarse en el profundo de toda maldad. De aquí vino a que Dios nuestro señor desenvainase la espada de su divina justicia y no solo con amenazas de los tormentos eternos de la otra vida le enfrenase, sino con muchos y graves azotes en esta le castigase, porque siquiera por la pena fuese cuerdo y por el temor hiciese virtud. De aquí también nació que todas las naciones y gentes, por bárbaras que sean, con un intento común y casi natural consentimiento hayan hecho leyes sangrientas y rigurosas para refrenar y castigar los malhechores y delincuentes. De aquí tuvieron principio las cárceles, bretes y calabozos, los grillos, esposas, cadenas y cepos; de aquí los potros, los azotes, destierros, galeras y muertes y otros tormentos infinitos casi sin cuento. Los cuales aún no bastan para agotar los pecados y escarmentar los pecadores, como con harto dolor [p. 7] de los buenos se ve por los ojos en estos reinos de España. Señaladamente en algunas mujeres, que de veinte años a esta parte poco más o menos, con su libertad y disolución, por no la llamar desvergüenza, han perdido el temor a Dios y a la justicia y hecho increíble riza y estrago en los hombres y en las mismas ciudades y pueblos, como adelante diremos. El ver esto me quebraba el corazón y pensaba muchas veces cuál sería la raíz de tanto mal y cuál el remedio de él. Dando y tomando hallé por mi cuenta que la causa era no haber bastante castigo en España para este linaje de malas mujeres y que, así que el remedio sería que hubiese tantas suertes de castigos para ellas como hay para los hombres delincuentes, pues muchas de ellas les llevan harta ventaja en la maldad y pecados. Uno, pues, de los castigos (y muy general) que hay en España para los hombres malhechores es el echarlos a galeras por dos o más años, según sus delitos lo merecen. Pues así haya galeras en su modo para echar a las mujeres malhechoras, donde a la medida de sus culpas sean castigadas. Por lo cual, el fin y blanco de esta obra es hacer una casa en cada ciudad y lugar donde hubiere comodidad, con nombre de galera, donde la justicia recoja y castigue, según sus delitos, [p. 8] las mujeres vagantes, ladronas, hechiceras, alcahuetas y otras semejantes.Punto primero. De la importancia y necesidad de esta galera
Para que con mayor claridad y facilidad se eche de ver la importancia de esta galera y las muchas y grandes razones que me movieron a hacerla, será necesario poner aquí los grandes males y daños que este género de mujeres hacía de veinte años acá en la república…