[h. 1r]Idea de nobles y sus desempeños, en aforismos.
Parte cuarta de Nobleza virtuosa.
Compuesto por la excelentísima señora condesa de Aranda, doña
Luisa María de Padilla Manrique y Acuña.
Con licencia y privilegio.
En
Zaragoza, en el
Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia,
año de MDCXLIIII.
[h. 1v][h. 2r]Aprobación del padre maestro fray
Jerónimo Marta, calificador de la Suprema Inquisición y catedrático de Escritura en la Universidad de
Zaragoza.
Por comisión del muy ilustre señor don
Fernando de Sada, canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana de Zaragoza y vicario general de dicha ciudad y su arzobispado, etc. He visto un libro, intitulado
Idea de nobles, que ha compuesto la excelentísima
condesa
de
Aranda, doña
Luisa de Padilla Manrique y Acuña, y no hallo en él cosa que contradiga a nuestra santa fe católica, sino un
montón de sentenciasdivinas, religiosas y cristianas, parecidas a la
grande virtud de su dueño
y al celo ardiente de su corazón, ingeniosas juntamente, sin degenerar de los
partos
cinco primeros
que ha dado al mundo, para envidia de
los mayores varones . Y así entiendo puede dársele la licencia que suplica. Este es mi parecer, en
San Agustín de Zaragoza, a
10 de abril de 1644.
Fray
Jerónimo Marta.
[h. 3r]Licencia del Ordinario
Nos, el doctor don
Fernando de Sada, canónigo de la Santa Metropolitana Iglesia de la ciudad de
Zaragoza, y en lo espiritual y temporal vicario general de dicha ciudad y su arzobispado, por el muy ilustre cabildo de dicha Santa Iglesia, sede vacante por muerte del ilustrísimo y reverendísimo señor don Pedro Apaolaza, último arzobispo de la dicha ciudad, de buena memoria. Por cuanto por comisión nuestra el padre maestro fray
Jerónimo Marta, de la Orden de San Agustín, calificador de la Suprema Inquisición y catedrático de escritura en la Universidad de Zaragoza, ha aprobado un libro intitulado
Idea de nobles y sus desempeños, en aforismos, parte cuarta de Nobleza virtuosa, compuesto por
[h. 3v]
la excelentísima señora doña
Luisa de Padilla Manrique y Acuña,
condesa
de Aranda. Por tanto, atenta la dicha su aprobación, damos licencia para que se imprima, en
Zaragoza, a
10 de abril del año 1644.
Don
Fernando de Sada, vicario general.
Por mandado de dicho señor
vicario general.
Por
Lorenzo Moles
notario.
Miguel Zornoza
notario
[h. 4r]Aprobación del doctor don
Miguel Marta, del Consejo de su majestad en el Civil de Aragón.
Por comisión del ilustrísimo señor don
Pedro Pablo Fernández de Heredia Zapata y Urrea, regente el oficio de la General Gobernación de este Reino de Aragón y presidente en la Real Audiencia de él, etc. He leído un libro, intitulado
Idea de nobles y sus desempeños, en aforismos, parte cuarta de Nobleza virtuosa, escrito por mi
señora la condesa
de
Aranda, doña
Luisa María de Padilla Manrique y Acuña; y no hallando en él cosa que contradiga a las regalías de su majestad, siento debe darse la licencia que suplica. Y yo doy a vuestra señoría las gracias de habérmelo mandado
leer, porque, habiéndolo hecho una vez, lo he
[h. 4v]
continuado muchas, interesado de lo que se aprende en lectura tan cuerda, tan cristiana, tan religiosa y tan grande como dice
el talento de su dueño , a quien es debido venerar los ministros de su majestad por
el bien universal que de sus libros resulta
a todos los príncipes cristianos, y el no alargarme a decir más es por respetar su modestia. Así lo siento, en
Zaragoza, a
25 de abril 1644.
Don
Miguel Marta.
[h. 5r]Don
Felipe, por la gracia de Dios rey de Castilla, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, etc.
Don
Pedro Pablo Zapata Fernández de Heredia y Urrea, caballero mesnadero, señor de la villa de Trasmoz, Castilviejo y La Mata, del Consejo de su majestad, su gobernador de Aragón y su presidente en la Real Audiencia de él. Por tenor de las presentes, de nuestra cierta ciencia y real autoridad, de que usamos deliberadamente y consulta, en nombre de su majestad damos licencia, permiso y facultad a la ilustre
prima
doña
Luisa María de Padilla Manrique y Acuña,
condesa
de
Aranda, para que pueda hacer imprimir y vender en el presente
Reino de Aragón
y en cualquier parte de él un libro que ha compuesto, intitulado
Idea de nobles y sus desempeños, en aforismos: Parte cuarta de Nobleza virtuosa, sin incurrir por ello en pena alguna, por cuanto tiene la misma licencia y aprobación del ordinario de la ciudad y diócesis de Zaragoza, y que, habiéndolo mandado ver y reconocer, no se ha hallado en él cosa contra nuestra santa fe católica y regalías de su majestad. Prohibiendo, como prohibimos, que durante el tiempo de diez años, contaderos de la data de las presentes en adelante, no lo pueda
[h. 5v]
imprimir ni vender ninguna otra persona sin licencia de su majestad, nuestra o de quien presidiere en la Real Audiencia de este reino, en pena de mil florines de oro de Aragón a sus reales cofres aplicaderos y de que tengan perdidos los moldes de la impresión y los libros que se hubieren impreso. Por lo cual ordenamos y mandamos a todos los ministros de su majestad, mayores y menores, en el presente
Reino de Aragón
constituidos y constituideros, y otras cualesquiera personas sujetas a nuestra jurisdicción, que lo sobredicho observen, cumplan y guarden, sin poner en ello obstáculo ni dificultad alguna a
la dicha condesa
o a quien su poder tuviere, si la gracia de su majestad les es cara y, demás de su ira e indignación, en las penas sobredichas desean no incurrir. En testimonio de lo cual mandamos despachar la presente licencia en la forma acostumbrada y sellada con el sello real de su majestad que está en la Cancellería, y que vaya impresa en el principio de cada volumen de los que se imprimieren. Datum en
Zaragoza, a
diez de mayo de mil seiscientos cuarenta y cuatro.
El
gobernador de Aragón.
Vidit Sada, assessor.Dominus Regens Officina Generalis Gubernationis mandauit mihi Balthasari de Robres et Losilla, visa per Sada ordinar. assessorem.
[h. 6r]Prólogo
Con advertido descuido he dilatado el cumplimiento y desempeño de la palabra ofrecida en sacar a luz esta cuarta parte de
Nobleza virtuosa, pareciéndome que estos años
que he ocupado en los
Elogios de la Verdad
y
Excelencias de la Castidad
habrían muchos nobles
olvidado lo que contienen
las tres primeras partes, y que
serviría esta última de recuerdo
o libro de memoria para conservar la de las virtudes que exhortan la primera y segunda parte, y huir los vicios que llora la tercera. Todas las cuatro serán un general banquete para
la nobleza
:
el primer plato, de consejos,
sazonado con el dulce de ejemplos y doctrinas
de
filósofos morales ; el segundo,
[h. 6v]
con el agridulce de la que en los doctores y santos enseñan las obras de supererogación y virtudes que más unen con Dios; el tercero, con lo picante de los desengaños, autoridad y apoyo de los mismos doctores y filósofos. Y porque este sabor suele despertar la sed, se ofrece en la cuarta parte una bebida compuesta de
sentencias o aforismos, néctar donde en líquida quintaesencia se da la doctrina de los tres para su mejor comprensión y más fácil ejercicio; con que experimentarán
beneficio mayor en la salud del alma y cuerpo
los enfermos de vicios (hallando aquí variedad de remedios, juntamente con manjares para despertar su tedio e inapetencia) que los que pretenden ser curados por los aforismos de Hipócrates y Galeno, pues leerán las reglas morales que se reducen a directivas, preservativas y reprensivas, donde se da a conocer
[h. 7r]
el camino de la virtud, el de huir el vicio, y este se reprueba. Sirven las sentencias de recuerdos a
los entendidos, a los ignorantes
dan luz; no dañan los muchos avisos, según el proverbio latino, e
importa oír repetidas veces las verdades y morales doctrinas, porque aun lo muy sabido tal vez se escucha o lee con nueva luz y afecto que en otras ocasiones no se sintió. Así digo, con
Plinio
aa Epist. ad Maxim., lib. 8.
, que no amonesto a los
lectores
lo que ignoran, sino repito lo que ya saben, para que, mejor sabido, lo conserven; y con
Quintiliano
bb Lib. I Inst. orat., c. 1.
, que en lo perjudicial para las costumbres la más breve palabra y sílaba queda en memoria sin jamás olvidarse, pero lo bueno, aunque mil veces se repita, no suele bastar para que la memoria lo conserve.
Es mi intento no escribir ni inventar novedades, sino ponderar verdades que, aunque está el mundo tan desahuciado que es peligroso tratar de
[h. 7v]
su cura, no se han de callar estas, aunque se hallen tantos sordos a ellas; y apoyando siempre la doctrina sobre una materia, fuerza es repetir a lo menos el fin, aunque se varíen los medios.
Porque en
los tres libros
se procura mover al ejercicio de las virtudes con ejemplos de varios sujetos, me ha parecido
fundar en uno solo este último, que, como encarga el padre
Carlos Escribanio
en su
Político cristiano, con otros muchos autores, y aun el emperador
Marco Aurelio en su filosofía, es convenientísimo que cada uno se proponga la vida de un varón perfecto de su propio estado, para que con santa emulación, amonestado de sus virtudes, le imite en ellas y componga con tal memoria aun los actos interiores. No tanto porque tales varones se miran con veneración cuanto porque se imitan con provecho; y porque la perfección sin ejemplar es peligrosa, hanse de representar
[h. 8r]
tales ejemplares para reprensión de los malos e imitación de los buenos, que el lucimiento mayor de un contrario suele ser a vista del otro, y los ejemplos han de ser, como este, proporcionados a la enseñanza, como calificados en el crédito, porque no los pueda recusar ni obscurecer la malicia, y este por grande viene a ser antecedente que tiene por evidente consecuencia la obligación de imitarle.
Dudé si escogería
alguno de los patriarcas cuyas vidas hallamos en la Sagrada Escritura. Mas por ser camino que le han tomado muchos, haciendo sobre ello lucidísimos trabajos en grande utilidad de las repúblicas, determiné escoger un noble más propincuo a nuestros tiempos y natural de España, donde es tan sabido lo que de él diremos, porque no se dude poder estar en un sujeto las virtudes todas, ni se excuse
el noble
de imitar esta idea ejemplar del
[h. 8v]marqués de Santillana, cuya vida, como sol clarísimo, está despidiendo rayos de luz para alumbrar a todos; y en quien se hallaron con tan grande eminencia las virtudes de que un noble puede y debe adornarse que no fuera posible haber formado tal idea el entendimiento más sublime de todos los del mundo, movido por la mejor voluntad a componer un excelentísimo noble. Mas fue esta idea del sumo artífice, y así salió tan perfecta; para los nobles la hizo, miren no les sea mayor cargo si no copian en sí este original para su reformación y aumentos en la virtud, que, aunque se trata hoy tanto de interpretar los ejemplos, y de ordinario para mal, por lo cual tienen en estos tiempos tan poca fe, siempre dice
san Gregorio
cc Hom. 39 in Euang.
que mueven mucho. Y espero que desde el cielo ayudará la intercesión del marqués a nuestro intento, como sus virtudes
[h. 9r]
nos lo prometen y lo hicieron en la tierra.
Tuvo este verdadero noble las intrínsecas y religiosas, en que se comprenden las teologales y todo culto de religión; también se hallaron en él las morales y las políticas, donde ejercitó juntamente las cardinales en puestos de servicios de su rey y en su propio gobierno patrimonial; no menos fue excelente en las militares, pues empleó las unas y las otras como valeroso capitán. Todas las ha de hacer el noble en sí, como lo fueron en este ejemplar, heroicas y regias. Son sombras los nobles y señores de las personas reales, y así las han de seguir, que lícito le es al grande emular aquellas en su príncipe sin emular la corona, procurando igualarlas cuanto en su esfera le sea posible, lo cual será beneficioso para el común que en estos retratos de su rey mira más de cerca las virtudes, porque la majestad
[h. 9v]
deslumbra sus ojos para verlas en el original; y será utilísimo para los mismos nobles, como lisonja para el príncipe, sin el perjuicio de todos que suele haber imitándole en los vicios por adulación.
Y no será impropia alegoría, pues Dios hizo cuatro elementos para origen y principio de todo lo demás, así de este mayor mundo como del menor, que es el hombre, componer aquí el alma de nuestro noble de cuatro elementos espirituales que abracen todas las virtudes dichas, divididas así en
cuatro partes
para el buen orden de este libro: las intrínsecas y religiosas corresponden a la tierra, por la humildad con que se han de obrar y propio conocimiento, de cuya profundidad se hace más debidamente la adoración al Criador; las virtudes morales corresponden al agua, por cuyo ejercicio con facilidad impetramos la gracia que nos lava de las manchas de las
[h. 10r]
culpas, y los demás del mundo navegan con estos ejemplos de los nobles; las políticas virtudes, ejercitadas o en propio patrimonio o cargos reales de oficios o consejos, corresponden a los vientos frescos que conservan los frutos y causan la salud política y abundancia universal, purificando los humores nocivos, pero si se embravecen, son ruina de todo, como los vientos: de esto debe huir el noble y de inficionarse con que todo lo inficiona, que el agua y viento toman la calidad de las regiones y minerales por donde pasan; el fuego corresponde a las militares, que, estándose en su esfera, comunica mil provechos (alumbra reyes y reinos), pero si de ella sale voraz y tragador, todo lo arruina desmandándose.
Confieso que es
osadía grande instruir con reglas de bien vivir
a
personas grandes
, que son las que han de dar luz y dirección de virtud a todos; y fuéranlo sin disculpa
[h. 10v]
si estos documentos en materias tan ajenas de mi profesión no los refiriera yo de autores graves y experimentados en ellas por cuenta suya, con que espero los admitirán los nobles. Y porque las entienden y aprecian, gustarán de escucharlos, que
Julio César y Marco Varrón
dirigieron a Cicerón, príncipe de la elocuencia latina, los libros que en aquella lengua escribieron, como a quien más había de saber estimarlos. Y por la misma razón este libro, que, como
sus tres primeras partes
habla siempre con los nobles, no necesita de otra dirección, siendo esta la con que queda más calificado,
amparado y defendido de la censura de los ociosos , de que aun
san Bernardo
juzgó no podría eximirse, y así se adelanta a censurar sus obras
dd Hom. in Euang. Ecce nos reliq.
, y constando cualquiera de sentencias, palabras e intención, dice que esta asegura por buena y las sentencias por
[h. 11r]
católicas, pues son de los Santos Padres, y remata con que reconoce muchas faltas en las palabras. Yo, pues, con la reverencia debida a este santo, digo con las suyas que aseguro ser buena mi intención; las sentencias, aprobadas por
personas doctas y virtuosas
, en cuyas manos las he puesto para que
las corrijan, advirtiéndome cualquiera yerro o descuido , porque siempre estoy dispuesta a retractar lo que pudiere parecer algo disconforme a la intención; en cuanto a las palabras, lo que el santo dijo por humildad,
digo yo con propiedad y verdad .
Esta, y no palabras, dijo
san Isidoro
se habían de buscar en los libros
ee Lib. 3 De summo bono.
; y aliéntame
lo que leí
en
san Agustín
ff Lib. de Catheciz. rudibus.
de que la elegancia del orador no consiste en decir cosas nunca dichas (que esto en todas doctrinas es sospechoso, y más en las católicas), sino en decir las comunes con modo que no lo sea. Ni la elocuencia consiste en
[h. 11v]
hablar con términos singulares, frases exquisitas, locuciones simbólicas que pocos o ninguno las entiendan, sino en
decir con términos propios, usados, llanos y acomodados
a aquellos con quien se habla (y como son tan pocos los
nobles
que estudian retórica, creo no la echarán menos aquí). Las narraciones, según el
Evorense, han de ser breves y claras; los dictámenes que en ellas se manifiestan, conformes a razón; las razones de estado, cristianas. A esto he procurado ajustarme, que el ladrón más perjudicial es el que escribe cosas insustanciales en prolijos discursos, pues roba la mejor joya, que es el tiempo del lector, habiendo tanto bueno que leer y siendo tan cortas las vidas. El lenguaje lacónico y sucinto penetra hasta el corazón, no dejando que desprecie en él el oído, porque las
sentencias
breves se comprenden, persuaden
[h. 12r]
y deleitan; largas, cansan y se olvidan. Las enfermedades de los poderosos, o sus vicios, con quintas esencias se han de curar, dándoles
abreviada la doctrina; y es contra el bien común, a quien deben su tiempo, ocuparlos en dilatados discursos.
Finalmente, conociendo
las muchas faltas de esta obra
por la parte que tiene mía, espero se disimularán poniéndola, como hacían los estatuarios antiguos con las figuras que les salían imperfectas, sobre una alta columna; y pues este libro se funda y tiene por apoyo la columna excelentísima y firme de tan admirable sujeto como el
marqués de Santillana, llevando los ojos tras sí la hermosura de sus virtudes, se desviarán de las faltas que aquí pudieran ofenderlos.
[h. 12v]Erratas
[Sigue relación de erratas]
[p. 1]Recopilación sucinta
de la
ejemplar vida, virtudes heroicas y feliz tránsito de
don Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, digna idea de todo príncipe y noble y texto de esta obra.