Vigilia y octavario de san Juan Baptista.
La escribió en su nunca ociosa juventud la muy ilustre señora doña Ana Francisca Abarca de Bolea, Mur y Castro,religiosa del cister en el real convento de la villa de Casbas, donde fue digna abadesa.
Dalo a la estampa don Baltasar Vicente de Alhambra, infanzón, ciudadano de la imperial ciudad de Zaragoza.
Y lo dedica al ilustrísimo señor don Bernardo Abarca de Bolea y Castro, Urrea y Alagón, Fernández de Híjar, marqués de Torres, barón de Gavín, de Siétamo, de Clamosa, de Rodellar, de Puy de cinca y de Eripol, señor de las villas de Maella y Villanueva de Almazán y del Valle de Rodellar , gentilhombre de la cámara de su majestad, con ejercicio en la de su alteza, y superintendente general de todas las rentas reales de Córdoba y su reinado.
Con licencia.
En Zaragoza: por Pascual Bueno. Año 1679.Al ilustrísimo señor don Bernardo Abarca de Bolea y Castro, Urrea y Alagón, Fernández de Híjar, marqués de Torres, barón de Gavín, de Siétamo, de Clamosa, de Rodellar, de Puy de Cinca y de Eripol, señor de las villas de Maella y Villanueva de Almazán y del Valle de Rodellar , gentil hombre de la cámara de su majestad, con ejercicio en la de su alteza, y superintendente general de todas las rentas reales de Córdoba y su reinado.
Ilustrísimo señor: Mi señora, doña Francisca Bernarda Abarca de Vilanova, ha sido servida de enviarme un libro manuscrito que en años pasados escribió la muy ilustre señora doña Ana Francisca Abarca de Bolea, Mur y Castro, mandándome lo remita a vuestra señoría. Y habiendo logrado la ocasión de verle, hallé en él, entre el sumo gusto y dulzura de su contexto, admiración y sentimiento; aquella, de que en tan enano volumen quepa erudición tan gigante; y este, de que la modestia de esas señoras quiera ocultar tanto tesoro, aprisionándolo en el retiro de su primera formación. Y no pudiendo contenerme en tan- [h. 2v] to dolor, lo entregué a la estampa con esperanza de que vuestra señoría me perdonará el atrevimiento y con vanidad de que, si fue yerro de la memoria la desatención, fue acierto del entendimiento y conveniencia del bien público la elección de la voluntad, aunque no cupo elección en el rendido obsequio con que solicito el generoso patrocinio de esta obra. Pues siendo de persona de tan próximo parentesco de vuestra señoría y de tanta estimación, precediendo en mí el expreso precepto de remitirla y habiendo pasado el exceso con que vuestra señoría me honra y favorece los límites del dominio de señor a la posesión de la libertad, que estrecha y confirma con nuevos eslabones en continuos beneficios su grandeza, fiando de mi insuficiencia el gobierno, rentas y disposición de todos sus estados, no pudo ser en mí solamente elección sino efecto preciso de mi obligación, cuando ella se va a buscar en las esclarecidas aras de su nobleza el más seguro asilo a que vuestra señoría, por su continuada generosidad, está empeñado, como decía el rey Teodorico en Casiodoro, lib. 8, variar, Epist. 11: Interest nostrae gloriae, ut quorum numerum auximus, eos propitia divinitate tueamur. Mayormente reconociendo en vuestra señoría ejecutoriadas en altísimo grado las tres calidades que constituyen un perfecto héroe: la nobleza, en el clarísimo origen de vuestra señoría por línea recta de varón, del rey don Sancho Abarca, octavo rey de Sobrarbe y primero de Aragón, con tan repetida reunión de aquella sangre real a la nobilísima de las venas de los ilustrísimos progenitores de vuestra señoría, en las inclusiones de [h. 3r] las reales casas de Castro y de Híjar, descendientes del rey don Jaime el Conquistador, decimocuarto abuelo de vuestra señoría, y continuada esa misma por las casas de Aranda, Sástago y Fuentes; de los condes de Flandes y de Barcelona, por el conde don Ramón Berenguer y la reina doña Petronila, decimoséptimos abuelos de vuestra señoría; del emperador Carlomagno y cristianísimos reyes de Francia, por la real y augusta casa del duque Lanzgrave de Asia, decimoséptimo abuelo de vuestra señoría, siendo del decimoquinto don Sancho, su nieto, que mereció a su posteridad los gloriosos apellidos de Torres, Martínez y Bolea, con sus memorable hazañas; del rey Tibaldo de Navarra, primero de este nombre, decimocuarto abuelo de vuestra señoría; de los reyes de León y de Castilla, por el rey don Enrique el tercero de Castilla, su nono abuelo; y segunda vez de los reyes de León, Castilla y Portugal, por el rey don Pedro el octavo de Portugal, llamado el justiciero, su nono abuelo, siendo los décimos don Alonso el cuarto y doña Beatriz, hija de don Sancho el cuarto de Castilla; y los undécimos don Dionisio y la gloriosa reina de Portugal santa Isabel, hija del rey don Pedro de Aragón, con otro copiosísimo número de reyes, ascendientes de vuestra señoría por línea recta y por transversal, de tantas casas reales y de tan generosos príncipes progenitores de vuestra señoría descendientes de ellos que, sin discrepar alguno, en muchos siglos sirvieron todos a sus reyes en ocupación de primera magnitud y mayor jerarquía, en paz y en guerra, que sería neces- [h. 3v] ario gran volumen no solo para una sumaria expresión de sus grandes operaciones, sino para los acotos de los muchos historiadores que las refieren. Y así lo omito por notorio, citando solamente la calificada comprobación del origen de tantos reyes en el auténtico testimonio del rey don Fernando el Católico, dado en Valencia a 11 de agosto de 1507, donde lo confiesa expresamente. Siendo, pues, vuestra señoría sucesor de tantos esclarecidos ministros, todos fidelísimos a sus reyes, con justa causa el máximo del orbe, Carlos segundo, le ocupa en puesto en que tanto la fidelidad resplandece; pues vinculada a su heroica prosapia por tantos siglos, no parece posible que en descendiente alguno deje de continuarse con felicidad, según lo que dijo el elocuente Josefo, ad Caium: Quemadmodum enim corporis animique forma, habitu, gestu, consiliis, actionibus, prognati maiores suos referunt; eodem modo, probabile est, in ipso semine delineari quandam habilitatem dignam príncipe. Y si la segunda condición del mecenas es la inveterada riqueza y poderosa autoridad, ¿qué estados más antiguos que los que su casa de vuestra señoría posee por tantos siglos? Siendo, a más del marquesado de Torres y las seis baronías de Gavín, Siétamo, Clamosa, Rodellar, Puy de Cinca y Eripol, y las villas de Maella y Villanueva de Almazán, cuarenta lugares los que dentro de este reino de Aragón obedecen a vuestra señoría por su legítimo señor, con jurisdicción civil y criminal, mero y mixto imperio y, casi todos, con absoluto poder y suprema potestad. Y si lo tercero que se re- [h. 4r] quiere es el esplendor de prendas personales, con cuánta razón pudiera dilatarme en las que ennoblecen a vuestra señoría, naturales y adquiridas, si no me enmudeciera su modestia, obligándome a remitirme no al silencio (común asilo de oradores) sino a las universales experiencias que el bien público tiene del celo de vuestra señoría, en perpetua atención a su conciencia, en continuo desvelo al mayor servicio de ambas majestades, divina y humana, en el trabajo indefectible, en los negocios más arduos y en la innata benignidad a las personas de su dependencia, tratándolas con tanta justificación, cortesanía y afabilidad que puedo con mucha razón decir de su cristiana política, gobierno y condición de vuestra señoría lo que Virgilio afirma de los pocos, Eneida, 6 : Pauci quos aequus amavit / Iupiter, aut ardens evexit ad aethera virtus, y lo que a otro intento el Píndaro Pullés: Omne tulit punctum, qui miscuit utile dulci, lo cual mi señora doña Ana observó puntualísima en este libro, logrando el acierto del más crítico magisterio, lectorem delectando, pariterque monendo; cumpliendo también con el documento del mismo Horacio: Aut prodesse volunt, aut delectare poetae; aut simul, et iucunda, et idonea dicere vitae, pues todos sus versos, como lo restante de su obra y las demás que tiene ya impresas y para imprimir, son [h. 4v]docta enseñanza y suave erudición a los lectoresCensura del reverendísimo padre maestro fray Raimundo Lumbier , del orden de nuestra señora del Carmen, padre de su provincia, calificador de la Suprema, examinador sinodal y catedrático de prima de la Universidad de Zaragoza.
A singulares discreciones, decía Aristóteles, no se han de atribuir alabanzas, sino admiraciones, porque solo en el templo de la admiración, donde el silencio sirve de aras, adora el respeto lo singular de la discreción con justas alabanzas. Este libro, Vigilia y octavario de San Juan Baptista, en prosas y versos, es tan heroico en lo discreto , tan sagrado en lo erudito, tan ameno en lo florido que para aplaudir sus elegancias no se hicieron los vuelos de la pluma, sino los silencios del respeto. Vierte sus amenas discreciones sobre la playa de vulgares agudezas y por eso sus elogios desdeñan márgenes de común alabanza.Censura del muy reverendo padre maestro fray Francisco Sobrecasas , del orden de santo Domingo, lector jubilado y calificador del Santo Oficio.
Por comisión del ilustre señor del doctor don Joseph [José] de Leyza [Leiza] y Eraso , del consejo de su majestad y asesor ordinario de la general gobernación, he leído la Vigilia y octavario de san Juan Baptista, en prosa y verso, que con dulzura, devoción y pureza de estilo formó en el retiro de su monasterio doña Ana Francisca Abarca de BoleaRespuesta de don Tomás Abarca de Vilanova a la carta que le escribió mi señora doña Francisca Bernarda Abarca de Vilanova, su tía, dándole noticia de que se lograba la impresión de este libro.
Romance acróstico
A
gradecido, señora,
voy respondiendo a la carta
que en
Barcelona
recibo
y me escribís desde
Casbas.
M
ás se os debe a vos el libro
aunque lo escribió doña
Ana,
pues le
ocultó
temerosa
y lo publicáis Bernarda.
I
nmenso poder la luz
formó, y a la sombra escasa,
y siendo autor uno mismo,
la luz sola es alabada.
S
acarle a luz de las sombras
ha sido acción imitada
del que dividió tinieblas
de las luces soberanas.
E
n tantos años de polvo,
este lodo es bien que salga,
para que
cure
algún ciego
la enfermedad de ignorancia.
N
o esté oculta su doctrina,
[h. 7v]
antes, al sacarla a plaza,
os daría yo un santico
porque le dais a la
estampa.
O
frezcan muchos motetes
las musas más sazonadas.
Vótenle las ninfas fiesta
a quien tiene tal octava.
R
eplico, si la
Vigilia
le ofrece alguna beata,
que no es bien se ayune libro
que de pescado no habla.
A
yune, sí, en una
Torre
que armonía feliz saca,
haciendo anzuelo la pluma
y en su mar sietes pescaba.
D
e flores forma la abeja
el panal, sin comer nada,
mas
Feniso
[
Francisco de la Torre y Sevil
] de estas flores
tomó para sí sustancia.
O
mita a tan grande ingenio
mi cortedad darle baya,
que si tomó para el libro,
esa aprobación le basta.
N
uestra
tía ,
digna autora ,
manuscrito
os le dio para
que el papel sirva a la rueca
y, a su doctrina, la caña.
A
dmirar yo tal modestia
fuera afectar ignorancias,
[h. 8r]
cuando he visto en obras suyas
esta virtud tan usada.
F
ervorosa en este lance,
y en otros desconfiada,
ha mostrado su humildad
bastantemente la hilaza.
R
enunciar
partos de ingenio
es hilar hebras delgadas
y apenas hay punto atrás
donde alguno diga basta.
A
dmitió vuestra prudencia
el
manuscrito
y, callada,
obedece y a la rueca
le da, con que hila la fama.
N
o tiene, no, que quejarse
de esta treta, que no es falsa,
pues de rueca a rueca heristeis
por los filos de su espada.
C
on el discípulo diestro
peligra el maestro a malas,
por saberle contra tretas
que en buena fe le enseñaba.
I
ncreparos nunca puede,
que quien a sacar la espada
enseña no ha de reñir
viendo que sus hojas sacan.
S
i no os criara discreta
desde la primera almohada,
no le sacarais el
libro,
[h. 8v]
que es los ojos de su cara.
C
onozca en esto lo que hizo
y si
sobrinas
le encargan,
sepa que de tales troncos
suelen salir estas ramas.
AZaragoza
le envías
(proseguir se me olvidaba),
que como allí hay buenas letras,
hay
impresiones
que cantan.
A
noticia del marqués
de
Torres, cuya alabanza
no cabe en corto papel,
ni aun el largo bien le
Abarca.
V
uestra grande industria llega
y con ella luego se halla,
como
sobrino1Se refiere al marqués de Torres. , obligado
a lo que galante paga.
A
cción ha sido muy suya,
pero no hay por qué admirarla,
que
gastar
por nuestra
tía
esta es deuda de su casa.
R
endido su
abuelo
ilustre
en la universal batalla,
lo mismo hiciera porque
la quería como a hermana.
C
on el
Libro de la Vida
pedirá le den estancia,
que si aquel es de virtudes,
a este le componen gracias.
[h. 9r]H
abiendo
escrito otros muchos
con ideas veneradas,
este le acredita docta
después que los otros santa.
M
andó que aquellos se
impriman,
en este vos sois quien manda,
que quiere propias las veras
y, como ajenas, las chanzas.
Y
o no sé si canoniza
mejor su virtud innata
cuando la ejerce encubierta
o cuando no la disfraza.
S
aber quisiera también,
si a su espíritu no agravia
la pregunta, cómo forma
tantos cuerpos sola un alma.
E
n el coro ser primera,
en la oración no hacer falta
y
dictar
con disciplina
libros de grande enseñanza.
N
o sería muy posible
si al ocio vil plumas vanas,
con que las edades vuela,
para escribir no cortara.
¡
O
h,
admiración
de los siglos,
que en divinas y en humanas
letras de los dos Apolos
diademas merezcáis sacras!
[h. 9v]R
omped del sonrojo aleve
el velo que os embaraza,
dando en esta posesión
otro fruto en esperanzas.
A
sí gocéis primaveras,
a la salud tan templadas,
que al tiempo cortéis las plumas
para escribir con sus alas.
Y
a los que llamáis borrones
no excuséis sacar la cara,
que la culpa de
discreta
más es lustre, que no mancha.
M
ostró
Cornelia
a los Gracos
elocuencia bien fundada;
mostrad a
españoles
vos,
Anarda, la castellana .
I
ntrépida pasión mía,
modera las alabanzas;
deja que extraños sublimen
con lo que propios no ensalzan.
T
empla el avaro cariño
con que la joya esmaltada
de su caudal más aprecias
que las riquezas de Arabia.
Y
cesa ya con los Coilos [Zoilos]
a quien cosa alguna agrada,
basiliscos que a este espejo
morirán al ver su rabia.
[h. 10r]A
los siglos las apueste
vuestra vida, tía amada,
y la
tía
que es autora
entre sus libros renazca.
Si no conocéis la letra,
aunque la tengáis tratada,
os digo que don
Tomás
soy,
Abarca
de esas plantas.
A mi señora doña Francisca Bernarda Abarca de Vilanova, religiosa del císter en el real convento de la villa de Casbas, en respuesta de su carta que remitió con el libro manuscrito de la Vigilia y octavario de san Juan Baptista.
Señora: Recibí el libro manuscrito de la Vigilia y octavario de san Juan Baptista, que con tanto acierto escribió mi señora doña Ana Abarca, y la carta con que vuestra merced fue servida de mandarme lo remita al marqués de Torres, mi señor, en cuya firma reparé en los nombres y apellidos de vuestra merced, que acertó el poeta que dijo: Conveniunt rebus nomina saepe suis.Si quien vive en caridad
vive en Dios y Dios en él,
un relicario sois fiel
de su inmensa majestad.
Todo blasón ha cedido
a este gloria y honor,
habiendo reconocido
que es de infinito valor.
Recedant vetera,
nova sint omnia,
corda, voces et opera.
A la muy ilustre señora doña Ana Abarca de Bolea, Mur y Castro. Carta del muy ilustre señor don Baltasar de Funes y Villalpando, caballero noble del reino de Aragón, del consejo de su majestad, lugarteniente de tesorero general de dicho reino y mayordomo de su alteza, en respuesta de haberle participado la obra.
Manda vuestra señoría que mis ignorancias aprendan de sus discreciones ya que, por incapaces, no puedan dar la justa veneración que merece esta obra. Pero, ¿cómo tendrá confianzas de aprender quien no tiene méritos para venerar? Pues si praeceptum praeceptorem constituit y es sacrificar veneraciones observar preceptos, quien no es digno de los de vuestra señoría temerariamente se atreverá a discípulo de tan gran maestra , pero si dice Cicerón ( pro Q. 9, a ): Cui magistri fiunt domini constituuntur, a la razón de tan señora mía puede animarse mi insuficiencia, pues, aunque sin merecimientos, suplirá lo que dice san Bernardo ( ser. 53 ): Sufficit ad meritum scire quod non sufficiant merita. Sea, pues, mérito en mí saber que no le tengo, que, para percibir documentos y ofrecer cultos, habilite mi imposibilidad, que si ágil ya se extraña al impulso de la obediencia, más diligente se admira al desvelo que [h. 12v] de estas “vigilias” en el letargo más torpe se comunica, donde vuestra señoría ensalza a san Juan Bautista conforme la graduación de su santidad. Pues si fue su mayor excelencia decir Cristo que entre todos los hijos de los hombres ninguno se elevó con más gracia, con más perfección ni con más preeminencia, sea también su mayor prerrogativa ver que, sin alterar el sentido gramatical, esta sentencia explica puntual el elogio que vuestra señoría le consagra, pues por él se puede decir con razón que de todos los que le comprehenden nullus surrexit maior Ioanne Baptista; ninguno se elevó con más gracia, con más perfección ni con más sutileza de san Juan Bautista, en cuanto se puede discurrir que esto significa también inter natos mulierum. Pues si los actos del entendimiento se llaman conceptos y estos son hijos, fácil será la aplicación, de que se debe inferir que si por ocupar san Juan Bautista el primer lugar entre los demás santos merece el mayor panegírico, por ser igual así a la altura de su soberanía, sólo este puede dignamente ocupar también la presidencia en el lleno de sus glorias, pues de todos los que expresan el grado de su elevación, nullus surrexit maior Ioanne Baptista ni con más expresión ni con más elegancia ni con más propiedad inter natos mulierum. Entre todos los conceptos que puede formar el discurso, no digo de las mujeres, sino absolutamente de los ingenios más soberanos, que, aunque en lo literal conviene, en lo sustancial repugna, pues, elevándose Vuestra Señoría a superior esfera, excediendo los cotos [h. 13r] humanos en rasgos tan divinos, no puede estrecharse a inferiores atributos. Crecen a ser ojos de la admiración hojas que a los cristales de la Helicona fertiliza tan florido volumen, pues si bastaba una perfección para hacerle plausible, adornándole vuestra señoría de centenares, carece el acierto del epíteto capaz para definirle, pues diciendo san Agustín ( lib. 2 de Civit. Dei. c. 31 ) que el número séptimo en las Sagradas Letras significa perfección y universalidad: Numerus septenarius in sacris litteris perfectionem et universitatem significat, claramente se manifiesta que letras tan sagradas como las de estos escritos son universidad o escuela de perfecciones que, multiplicándolas en setecientos sietes, vuestra señoría ha agotado todo lo que se dilata a la perfección en todo lo que se ciñe al número, pues no hay más perfecciones porque no hay más sietes, que siendo injuria de las siete celebradas maravillas del mundo, por comprehenderlas todas con exceso, en este insigne “octavario” también se incluye la octava. Finalmente, señora, concluyo con decir que solamente puede ser digna aprobación de esta obra lo mucho que ignoro y no comprehendo. Dios guarde a vuestra señoría muchos años. Zaragoza, a 28 de diciembre de 1678.A los cinco libros que ha escrito mi señora doña Ana Abarca. Vejamen de don Baltasar Vicente de Alhambra.
A una dama pretendo
darla vejamen,
que tendrá por lisonja
este desaire.
Desde muy niña, dicen
que
monja
ha sido,
y es muy cierto que se halla
con
cinco hijos .
No lo cuentan malsines,
que
hombres honrados
con sus ojos lo han visto
y lo han tocado.
Y hay acerca del hecho
dos mil
testigos
ante juez y con letras
de molde escritos.
Su primera travesura
que se nos muestra
es el sacar a plaza
vidas ajenas
c
El hacerlo de una
es grande falta,
y esta puso en las lenguas
catorce santas .
Contra un alto decreto
se precipita,
pues lo que Dios oculta
nos lo publica.
Quiere Dios no se vea
santa Susana
y esta señora al mundo
la muestra clara
4
A Félix, bien feliz
e
que con porfía
le pretenden por suyo
en dos familias,
sin ser juez de la causa,
le ha
remitido,
para que lo posean
los capuchinos.
No entiendo su clausura
ni vida santa,
pues con tantos pastores
se va a montaña.
Halla muy eruditos
los mayorales
y pinta como quiere
los rabadanes.
Al precursor divino
todos festejan,
pero ninguno imita
su penitencia.
Por el ayuno solo
de una “
vigilia
”
les dio un “octavario”
de mil delicias
f
Y después de esos gustos,
la tal señora,
muy vestida y calzada,
se fue a la gloria.
Pues con invocación
divina y nueva,
a la
virgen de Gloria
nos manifiesta
g
De esas obras resultan
sus cinco hijos
y es cierto que blasonan
de bien nacidos.
Si costaron fatigas
partos del cuerpo,
¡cuántas más estos partos
de entendimiento!
Y pues consta del logro
de sus trabajos,
ya no en burlas, sí en veras,
merezca aplausos.
A mi señora doña Ana Abarca
Da cuenta don Baltasar Sebastián Vicente de Alhambra de que recibió su padre el manuscrito, día de Pascua de Resurrección.Este
libro sepultado
muchos años le ha tenido
el sepulcro del olvido,
mas hoy ha resucitado
felizmente acompañado,
y así los que le
verán,
con mucho gusto, hallarán
nos ha dado vuestra señoría
juntos en un mismo día,
buena Pascua y buen san Juan.
Queda mi padre muy vano
de que este mayor tesoro
que del mundo todo el oro
se le viniera a la mano,
pues en él brilla lo humano,
resplandece lo divino,
se luce lo peregrino,
lo político se muestra
y, en fin, con pluma tan diestra,
a todo se abre camino.
Naciendo en montaña, Juan
pasmó a sus habitadores,
y hoy montañeses pastores
festivos cultos le dan.
Desde el tosco rabadán
al mayoral más discreto
en tanto dulce concepto
celebran su gracia y gloria
y eterniza su memoria
la que es causa de este efecto.
Prólogo al discreto lector
Constando ya en la intitulata de este libro que lo escribió mi señora doña Ana Abarca y Mur, es consecuente haber de manifestar su calidad y sus prendas personales. Con lo primero se cumple breve y bastantemente diciendo que desciende de la real casa de Abarca, con participación de las de todos los reyes de España y de muchos de otros reinos; y que es hermana del ilustrísimo señor marqués de Torres, caballerizo primero de Felipe cuarto, que está en el cielo, su mayordomo y superintendente de obras y bosques, en cuya muerte hizo su majestad la singular demonstración que requería pérdida de tan grande ministro. Con lo segundo, no es fácil el desempeño ni aspiro a él, porque hay mucho que historiar desde los tres años de edad de esta señora en que entró para siempre en el religiosísimo convento de la villa de Casbas, de la orden de císter. Pero diré, sucintamente, que al ejemplo de tanta santidad y de tan continuas y loables ocupaciones fue la suya (las horas que permiten el coro y espirituales ejercicios) una perpetua lección de libros sagrados, espirituales, historiales y de todo género de buenas letras, entendiendo la latinidad como si ex profeso la hubiera estudiado, descansando de la lectura en las tareas de operaciones de manos, en que adquirió suma destreza, como en todo género de música, así de instrumentos como de voz, ya permitida en decentes recreos de religión, ya encaminada a sagrados cultos, no permitiéndose un instante al ocio, del cual dijo Catón que ministra alimentos a los vicios: Nam diuturna quies vitiis alimenta ministrat. Luciose el fruto de su inmenso trabajo en [h. 15r] muchos versos que hizo a diversos asuntos y cinco libros que escribió con grande acierto. El primero que dio a la estampa fue de las Vidas de catorce santas de su religión. El segundo, de la Vida de santa Susana, virgen y mártir, princesa de Hungría. El tercero, de la Vida de san Félix Catalicio, que entregó manuscrito a la religión de los capuchinos. El cuarto, éste que intitula Vigilia y octavario de san Juan Baptista. Con ocasión de haberla colocado en Malta un caballero, Gran Cruz, entre las mujeres insignes de esta edad y haber dudado formalmente otro de la misma graduación lo que aquel refirió de sus buenas prendas, por lo cual, no por vanidad de su pericia (que es grande su modestia), sino por desempeño del que la había acreditado, hizo una recopilación de gran parte de sus versos y de las flores historiales observadas en el número siete, con otras cosas memorables y de buen gusto, esparcidas, como se ve, en su contexto. Pero habiendo pasado aquellos caballeros a mejor vida al tiempo que esta obra había de salir a la luz, la juzgó ya inútil y, como a tal, resolvió entregarla al silencio, donde hubiera permanecido si mi señora doña Francisca Bernarda Abarca, su sobrina , no me hubiera mandado la pusiera en manos del ilustrísimo señor marqués de Torres, mi señor, para cuyo fin la di a la estampa, reconociendo también que ha de ser de utilidad pública, como acepto a la reina del cielo, el quinto libro que tiene escrito del aparecimiento y milagros de una imagen suya con invocación de la Virgen de Gloria. Y pues solo se dirigen sus desvelos a la alabanza de Dios, de su purísima madre y de sus santos, y se logran con tan incomparables fatigas, espero, discreto lectorVíspera de aquel muy hombre,
que sin hilar murió aspando
la más sazonada vida
para el tejido más alto.
Solo yerras si no escribes
y aciertas si escribes siempre,
con que como siempre escribas,
preciso,
Anarda , es que aciertes.