[h. 1r]Ensayohistórico-apologético
de la literatura española contra las opiniones preocupadas de algunos escritores modernos italianos.
Disertaciones del señorabate don
Javier Lampillas.
Parte primera. De la literatura antigua.
Tomo primero.
Traducido del italiano al español por doña
Josefa Amar y Borbón,
residente en la ciudad de
Zaragoza.
Con licencia y privilegio.
En
Zaragoza: en la oficina de
Blas Miedes,
impresor
de la Real Sociedad,
año de 1782.
[h. 1v]Si occupati profuimus aliquid Civibus nostris, prosimus etiam si possumus otiosi.Cicer. Lib. I. Tusc. Quaest.
[h. 2r]A la serenísima señora doña
Luisa de Borbón, princesa de Asturias, nuestra señora.
Señora. Si las primicias fueron siempre ofrenda del religioso proselita a su ídolo, yo puedo lisonjearme por esta causa de que V.A. se dignara aceptar este
primer fruto
de la alguna
aplicación
que he tenido a los libros. El que consagro a los R.P. de V.A. es un tributo legítimo por
[h. 2v]
varias razones. La primera nace de la reverente gratitud debida a las singulares honras dispensadas a mi
familia
por nuestros augustos soberanos, y por V.A. misma. Otra procede de ser V.A. la más ilustre, la más elevada, y en fin la cabeza de las mujeres, y ser
mujer
la que ha
traducido
esta obra. Y la última por dirigirse su objeto a la
defensa
de la literatura española, que si ha brillado en todos los siglos es por haber hallado apoyo en el real trono, que es el centro de la sabiduría y de la felicidad de los que la cultivan.
V.A., como tan declarada protectora de los libros y de la nación española, no se desdeñará de aprobar una
obra
que hace ver que siempre ha tenido este reino quien se distinguiese en la aplicación a las letras.
Más fácil es dar los motivos que me
[h. 3r]
han movido a buscar la protección de V.A. para esta empresa, que pintar las grandes excelencias de su cuerpo y alma. Esto pedía más extensión de la que permite una dedicatoria, y sobre todo otra
elegancia
que la mía. Muchas veces es más enérgico el silencio que una oración muy estudiada; porque cuando las prendas son sublimes, no puede expresarlas fácilmente una elocuencia limitada, que es la de todos los hombres. El retrato de las que residen en V.A. y el concepto que se granjean está grabado en el corazón de todos los españoles; monumento el más digno que pueden ofrecer los vasallos a sus soberanos. La
dignación
que acaba de tener V.A. en permitirme que le dedique esta obra, es un testimonio convincente de la magnanimidad de espíritu y bondad de corazón de V.A. Yo, señora, la
publico,
[h. 3v]
no tanto para que envidien mi fortuna, cuanto para hacer patente por este medio la
generosidad
de V.A.
Señora Josefa Amar y Borbón.
[h. 4r]Prólogo de la
traductora .
Luego que
leí
la obra del
abate
don Javier Lampillas
, conocí su importancia, y cuán conveniente sería
traducirla
a nuestro idioma; porque
tratándose
de la sabiduría de los españoles desde siglos más antiguos, y principalmente de la defensa de los perjuicios que se les imputa haber ocasionado en las ciencias, puede ser muy
útil
publicar estas noticias en nuestro reino, para que se
desengañen
unos de las ideas erradas que pudieren tener en esta materia, y se
estimulen
otros con las pruebas concluyentes del autor a continuar en este tiempo y en el venidero los testimonios que acrediten haberse distinguido siempre los españoles en el cultivo de las letras.
El autor lo prueba con evidencia a mi parecer en todos los siglos, personas y asuntos que ha tomado a su cargo; y por eso solamente nos queda que hacer el confirmar con nuevas demostraciones lo que aquel ha sabido defender tan bien con las antiguas. Tengo por
ocioso
detenerme en elogiar la obra en sí misma; lo primero porque
[h. 4v]
no puedo añadirle estimación con mi voto, y lo segundo porque presentándola al
públicotraducida
al español cualquiera podrá formar el juicio debido al mérito del autor, digno ciertamente de los mayores elogios por haber hecho un servicio tan recomendable a su patria, como es defenderla de sus nuevos contrarios en los dos escritores italianos.
Mi único designio es manifestar al
público
en
corto beneficio
de
poner en nuestro idioma
lo que el autor por sus motivos ha escrito en italiano. No ignoro que hay en este reino infinitos que entienden el último, y sin duda
mejor que yo ; pero basta que no le comprendan otros mucho para que sea
útil
la traducción, a fin de que por este medio se divulgue una obra de que resulta honor a nuestra nación. Este
deseo , por más poderoso que sea en los que tienen sentimientos de verdadero amor por la gloria de su patria, quedaría estéril en mí si no hubiera hallado en esta obra el carácter de la moderación, que suele ser poco común en las apologéticas.
He procurado ceñirme al concepto, y casi a las
palabras del original, pero no con tanta exactitud que lo haya copiado al pie de la letra, en cuyo caso no haría siempre
buen sentido
en el español. El pintor no puede sacar la copia si a cada
[h. 5r]
paso no vuelve los ojos hacia el original. El traductor, una vez que se entere de sus perfecciones, no ha de volver frecuentemente la vista al original si ha de sacar airosa la copia. No traducirá con gala ciertamente el que no se olvide de que está traduciendo. Así decía uno de los que se han empleado en este género de trabajo con más esplendor. Sin embargo, no me ha parecido tomarme tantas
licencias
como otros traductores; porque estribando toda esta obra en hechos, pasajes y autoridades de las personas defendidas, no cabía alteración en el traslado sin tropezar en el inconveniente de poderse creer
apetecida la gloria
de obra original, de lo que he estado muy distante. Me contentaré con haber sabido
imitar
la energía, claridad y método de la obra.
Si no hago escrúpulo de
mudar
algunas voces, dejando en todo su significado y sentido el pensamiento del autor, consiste en que soy
amante de mi lengua , la que
me parece
tiene voces, cláusulas y expresiones para todo, aunque algunos españoles o lisonjeros o infecundos hayan juzgado lo contrario. Prometo publicar los tomos restantes guardando las mismas
reglas
que en este.
Espero
merecer disimulo
por los defectos que hubiere cometido, y advierto que los que se notaren son míos, pues el original está perfecto. Lo
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que aseguro con la sinceridad debida al público en todos asuntos, y más en este de libros que se le presentan, es que no he viciado palabra alguna del autor por omisión: cualquiera falta en esto habrá sido por
mala inteligencia
mía.
Si se agradecieran los buenos pensamientos, aspiraría a solicitar la
benevolencia
de mis compatriotas por solo haber tenido el de traducir esta obra que redunda en gloria suya. También tenemos las
mujeres
algún interés en su publicación, porque en el tomo segundo de la parte segunda se hace memoria de las insignes que ha producido este clima de
España
en varios ramos de literatura. Por esta razón pudiera pretender igualmente el agrado y buena acogida entre
las de mi sexo. Si consigo la
aceptación
de ambos, no me queda nada que desear. Y solo añado por último que en caso de no haber acertado en la
traducción, no será el único ni el mayor defecto que se puede imputar a una
mujer .