LOPE DE VEGA
LAUREL DE APOLO
En la presente selección del Laurel de Apolo ofrecemos los pasajes donde el autor hace referencia a escritoras coetáneas. Seguimos la edición de Christian Giaffreda. Firenze: Alinea, 2002.
Silva I
(…)
Si por claros varones
soberbio presumiste
laurear la cabeza,
oh rey de ríos, venerable Tajo, 505
agora es más razón que la corones
por una insigne y celestial belleza;
y si del alto alcázar pretendiste
tus ondas igualar al fundamento,
contra la calidad de tu elemento, 510
desde las urnas de tu centro bajo,
con más razón por las escalas sube,
bebiendo de ti mismo, como nube,
a dar cristal deshecho al edificio,
en cuyo frontispicio 515
pueden bañar las aves alemanas
las negras alas en las ondas canas,
glorioso de mirar la bizarría
de doña Ana de Ayala,
cuya hermosura y gala, 520
ser alma de las Musas merecía.
Por ella tu ribera
es siempre primavera,
della aprenden las aves
números dulces que trinar suaves, 525
y si miras atento
a su hermosura igual su entendimiento,
admira que juntó naturaleza
a ingenio tan sutil tanta belleza.
Entre la insigne y prodigiosa escuela 530
de damas toledanas,
que en discreción son únicas fenices,
de Barrionuevo doña Clara vuela,
pasando celestial líneas humanas,
con las plumas de versos tan felices, 535
colores de retóricos matices,
a la esfera del sol donde las dora
entre los cercos de la blanca aurora.
Si de Rivadeneyra
Doña lsabel escribe, 540
¿cómo la fama vive
de cuantas laureó Roma ni Atenas?
Porque sus rimas, de conceptos llenas,
exceden las de Laura Terracina,
cuanto fue la toscana 545
divinamente humana,
y ésta siempre divina.
(…)
Vive, ingenio feliz, vive seguro,
que a su templo te llama
el soplo en oro de la eterna Fama, 605
para que Guadiana en lauros vuelva
las neas, cuyas islas le hacen selva.
Pero permita, pues se precia tanto
de galán de las Musas,
que se celebre aquel heroico espanto 610
de nuestro patrio ibero,
pitagórico espíritu de Hornero;
pues todas nueve infusas
pusieron en sus labios
la dulce elocución, que a tantos sabios 615
tuvo suspenso el grave entendimiento,
aquel dulce portento,
doña Laurencia de Zurita,
ilustre admiración del mundo,
ingenio tan profundo 620
que la Fama la suya, para lustre
de sí misma, la pide:
escribió sacros himnos
en versos tan divinos,
que con el mismo sol dímetros mide, 625
que no era ya plautina
la lengua facundísima latina.
Laurencia se llamaba
con tanta erudición la profesaba,
añadiendo a su ingenio la hermosura 630
de la virtud, que eternamente dura.
(…)
Pero volviendo a aquel lugar dichoso,
que fue de frey Miguel patria florida,
la Fama con el vuelo vagaroso,
en los tomos del aire sustenida, 650
cual suele en la estendida
tierra mirar el águila la presa,
miró para esta empresa
a doña Ana de Castro, y no la hallaba,
porque en la corte de Filipe estaba. 655
Oh tú, nueva Corina,
que olvidas la del griego Arquelodoro,
a quien Dafne se inclina,
y el cisne más canoro,
¿de quién mejor pudiera 660
fiar Apolo los coturnos de oro,
si Píndaro viviera
para laurel de tanto desafío?
¡Oh ninfa ya de nuestro patrio río!
Pretende el lauro verde,
que nunca al hielo la esmeralda pierde, 665
y pues das a Filipe eternidades,
reserva para ti siglos de edades.
(…)
Silva II
(…)
Parece que se opone a competencia, 175
en Quito, aquella Safo, aquella Erina,
que si doña Jerónima ‘divina’
se mereció llamar por excelencia,
¿qué ingenio, qué cultura, qué elocuencia
podrá oponerse a perfecciones tales 180
que sustancias imitan celestiales?
Pues ya sus manos bellas
estampan el Velasco en las estrellas.
Del otro polo, Pola de Argentaria,
y viene bien a erudición tan varia, 185
pues que don Luis Ladrón, su esposo, es llano,
que mejor ‘de Lucano’
se pudiera llamar que ‘de Guevara’,
y más con prenda tan perfecta y rara.
¡Dichoso quien hurtó tan linda joya 190
sin el peligro de perderse Troya!
Pero diósela el cielo, aunque recelo
que puede la virtud robar el cielo.
(…)
Mas ya por la estendida Andalucía 510
ríos de menos fama nos previenen,
que ilustres hijos tienen,
y se opone con lírica poesía
doña Cristobalina, tan segura,
como de su hermosura, 515
de su pluma famosa,
Sibila de Antequera,
que quien la escucha sabia y mira hermosa,
allí piensa que fue de amor la esfera.
(…)
¡Oh Juliana Morella, oh gran Constancia, 710
con quien fuera plebeya la arrogancia
hoy de Argentaría Pola,
aunque fue como tú docta española!
Porque mejor por ti, que has hecho cuatro
las Gracias, y las Musas diez, pudiera, 715
que por Safo Antipatro,
decir aquella hipérbole, que fuera
más ajustada a un ángel, pues lo ha sido
la que todas las ciencias ha leído
públicamente en cátedras y escuelas, 720
con que ya las Casandras y Marcelas
pierden la fama, y a tu frente hermosa
rinden en paz la rama vitoriosa,
que en tus sienes heroicas y divinas
las del laurel son hojas sibilinas, 725
haciéndoles en toda competencia
ventaja tus virtudes y tu ciencia.
(…)
Silva III
(…)
Oh Musas castellanas y latinas, 185
francesas, alemanas y toscanas,
coronad las riberas lusitanas
de lirios, arrayanes y boninas,
no quede en vuestras fuentes cristalinas
laurel que en ellas su hermosura mire, 190
donde Dafne amorosa no suspire
por no bajar a coronar la frente
deste de todos vencedor, Vicente.
Si pudiera tener la fama aumento
y gloria lusitana, 195
doña Bernarda de Ferreira fuera,
a cuyo portugués entendimiento
y pluma castellana
la España libertada España debe;
porque sola pudiera
(…)
Silva VIII
(…)
Juntáronse del polo contrapuesto 345
las Musas con las nuestras, consultando
como en el uno el claro Apolo puesto,
y el otro iluminando,
sin faltar a los dos asistiría,
calificando música y poesía, 350
de suerte que la noche no supiese
donde serlo pudiese,
y tocándose ya con rizos de oro
al espejo del ártico tesoro,
vistiese sol y despreciase estrellas; 355
y entre las ninfas bellas
de tus riberas nobles, Manzanares,
que fueron al nacer sus patrios Lares,
hallaron a doña Ana de Zuazo,
donde con tierno abrazo 360
se juntaron las Gracias y las Musas,
en copias tan difusas
que, como suele la rosada aurora
cuando con áurea boca el campo dora,
vertiendo esmaltes en sus verdes velos, 365
hablaba flores y cantaba cielos,
dando a las aves que despierta el día
materia de armonía,
(…)
Alarga al monte el paso,
que Apolo con los rayos de su lumbre
tu ingenio llama a la difícil cumbre,
pues en tu tierna edad intempestiva
tanta gracia del cielo se deriva, 575
que a cuanto presumir las Musas pueden,
las esperanzas de tu pluma exceden;
pero ¿qué mucho, si tu padre Eugenio
quiso en el tuyo retratar su ingenio?
¡Oh dulces hipocrénides hermosas! 580
Los espinos pangeos
aprisa desnudad, y de las rosas
tejed ricas guirnaldas y trofeos
a la inmortal doña María de Zayas,
que sin pasar a Lesbos, ni a las playas 585
del vasto mar Egeo,
que hoy llora el negro velo de Teseo,
a Safo gozará mitilenea
quien ver milagros de mujer desea;
porque su ingenio, vivamente claro, 590
es tan único y raro
que ella sola pudiera,
no sólo pretender la verde rama,
pero sola ser sol de tu ribera,
y tú por ella conseguir más fama 595
que Nápóles por Claudia, por Cornelia
la sacra Roma y Tebas por Targelia.
(…)