TERESA DE CARTAGENA, Arboleda de los enfermos



Este tractado se llama Arboleda de los enfermos*, el qual conpuso Teresa de Cartajena seyendo apasyonada de graues dolençias, espeçialmente auiendo el sentido del oýr perdido del todo. E fizo aquesta obra a loor de Dios e espiritual consolaçión suya e de todos aquellos que enfermedades padeçen, porque, despedidos de la salud corporal, leuante[n] su deseo en Dios que es verdadera Salut.

*El texto sigue la edición/ The text follows the edition of: Joseph Lewis Hutton, en/ in Madrid: Real Academia Española, 1967.

 

Arboleda de los enfermos

 

[G]rand tienpo ha, virtuosa señora, que la niebla de tristeza tenporal e humana cubrió los términos de mi beuir e con vn espeso toruellino de angustiosas pasyones me lleuó a vna ýnsula que se llama «Oprobrium hominum et abiecio plebis» donde tantos años ha que en ella biuo, si vida llamar se puede, jamás pude yo ver persona que endereçase mis pies por la carrera de paz, nin me mostrase camino por donde pudiese llegar a poblado de plazeres. Asý que en este exillyo e tenebroso destierro, más sepultada que morada me sintiendo, plogo a la misericordia del muy Altýsimo alunbrarme con la luçerna de su piadosa graçia, porque pudiese poner mi nonbre en la nómina de aquellos de quien es escrito: “Los que morauan en tinieblas y en sonbra de muerte, luz les es demostrada.” E con esta Luz verdadera que alunbra a todo omne que viene [e]n este mundo alunbrado mi entendimiento, desbaratada la niebla de mi pesada <e> tristeza, vi esta ýnsula ya dicha ser buena e saludable morada para mí. E aunque poblar de vezinos no se puede, porque pocos o ningunos hallarés que de su grado en ella quieran morar, ca es estérile de los plazeres tenporales, e muy seca de glorias vanas, e la fuente de los honores humanos tiene muy lexos en verdat, pero puédese poblar de arboledas de buenos consejos y espirituales consolaciones, de guisa que la soledat penosa de las conversçiones del siglo se convierta en conpañía e familiaridat de buenas costunbres. E porque mi pasyón es de tal calidat e tan porfiosa que tan poco me dexa oýr los buenos consejos como los malos, conviene sean tales los consejos consoladores que syn dar bozes a mi sorda oreja, me pued[a]n poner en la claustra de sus graçiosos e santos consejos; para lo qual es neçesario de recorrer a los libros, los quales de arboledas saludables tienen en sý marauillosos enxertos. E como la baxeza e grosería de mi mugeril yngenio a sobir más alto non me consienta, atreuiéndome a la nobleza e santidat del muy virtuoso Rey e Profeta llamado Dauit, comyenço a buscar en su deuotísymo cançionero, que «Salterio» se llama, algunas buenas consolaçiones. E fallé más de lo que buscaua; ca yo buscaua consolaçiones y allé amonestaçiones, buscaua consejos e fallélos syn dubda tantos y tales que, sy por ellos guiarme quisyere, poblaré mi soledat de arboleda graçiosa, so la sombra de la qual pueda descansar mi persona y reçiba mi espíritu ayre de salud. E porque en mi pequeño plato no todos cabrían, dexaré los que non dexan por eso de ser prouechosos y más que buenos, e tomaré algunos para comienço de mesa e otros para la mesma yantar, e reseruaré algunos para levantar de la tabla; y no de aquéllos me entiendo aprouechar que más hazen, no sólo al propósyto de mi pasyón, mas al avmentaçión de mi deuoçión y consolaçión espiritual. E avnque non desenbuelta la lengua, y peor dispuesto el sentido, solamente por no dar lugar a estos dos daños, los quales son soledat e vçiosydat, e pues la soledat no puedo apartar de mí, quiero fuir la vçiosydat porque non pueda trauar casamiento con la soledat, ca sería vn peligroso matrimonio. E sy puede asý arredrar de mi diestro lado soledat [e] la ocçiosidat del lado siniestro, non dubdedes que en ello afanar por descanso lo auría mi mano; ca segund la calidat de mi pasión, si bien lo mirardes, más sola me verés en conpañía de muchos que non quando sola me retraygo a mi çelda. Es ésta la causa: quando estoy sola, soy aconpañada de mí mesma e de ese pobre sentido que tengo, pero quando en conpañía de otrie me veo, yo soy desanparada del todo, ca nin gozo del consorçio o fabla de aquéllos, nin de mí mesma me puedo aprouechar. Fuye de mí el sentido, ca está ocupado en sentir la desygual pena que syento [al] apartarse la razón con el muy raz[ona]ble tormento que la aflige. La discreçión es poca, pero avnque mucha fuese, asaz ternía que ver en prouocar los mouimientos humanos a paçiençia. E donde el oýr fallesçe, ¿qué tiene que ver el fablar? Quedará la presençia muerta e sola del todo. Asý que, por estas razones, e por el yspirençia que las faze dignas de fee, se puede creer de mí quán[t]o estoy sola; pues asý es que esta tan esquiva e durable soledat apartar de mí no puedo, quiero hazer guerra a la [o]cçiosydat ocupándome en esta peque[ñ]a obra, la qual bien se puede dezir que no es buena nin comunal, mas mala del todo. Pero pues el fin porque se haze es bueno, bien se puede seguir otro mayor bien. E por la mi voluntat, éste sea que aquel soberano Señor, que más las voluntades que las obras acata, quier[a] hazer aplazible e açebto delante los ojos de su grand clemençia lo que enojoso e digno de reprehensyón a las gentes paresçe. E con este deseo e avn a este solo respecto dirigiendo mi fin, no e curado de mirar tanto en la polideza de las palabras quanto en declarar la realidat de la verdat; e non tanto me plaze ser estudiosa en ynquirir o buscar graçiosa eloquençia, quanto deseosa de manifestar a los que saberlo quisyeren, aquello que en mí manifiesto paresçe, <que> ha fin que como yo lo conosco, lo conozcan todos. E como yo doy graçias al Señor soberano, den todos graçias e loores a Aquél a quien todo loor deue ser atribuydo. E a Éste sólo deseando aplazer en todos mis auctos, juzgue quien querrá ser malo o bueno. Ca yo, despedida de los loores humanos y no menos desnuda del mereçimiento de aquéllos, do fin al prólogo e comienço a la pequeña y defectuosa obra, por fundamento de la qual me plaze tomar las palabras siguientes: “In camo et freno maxillas forum constrinje, qui non aproxima[n]t [a]d te”.

[Q]uando miro esta mi pasyón en los tenporales negoçios, véola muy penosa y de grandísima angustia, mas quando aparto el pensamiento de las cosas ya dichas, recojéndole a mi propio seno, e veo la soledat que me haze sentir, apartándome de las negociaciones mundanas, llámola soledat amable, soledat bienaventurada, soledat que me haze ser sola de peligrosos males e aconpañada de seguros bienes, soledat que me aparta de cosas enpeçibles e dañosas al ánima e avn al cuerpo no muy prouechosas. E paresçe aver acaesçido a mí lo que vehemos acaesçer quando fablan muchos en vn tropel y les paresçe que en otra parte oyen bozes. Ca fazen señal con la mano porque callen y escuchen, e ansý tienen sylençio por mejor poder entender las bozes que en otra parte les paresçe responder. E algunos ay, que no atendiendo prudentemente que aquel fin porque les manda[n] callar, que puede ser cosa que mucho les cunple saber, no dexan por eso de palabrear. Pero si entr’ellos está algund onbre discreto e conoce que aquellas bozes trahen algund prouecho en las oýr, faze señal con el dedo en la boca, e asý les da a entender que les cunple callar, y estonçes çesa del todo su nesçia porfía. E avnque les pesa, tienen silençio, mayormente si el que faze estas señas es persona a quien deuen temor e obidençia. Donde se sygue que escuchan por fuerça lo que de grado escuchar no querían. E asý yo, estando enbuelta en el tropel de las fablas mundanas e bien rebuelto e atado mi entendimiento en el cuydado de aquéllos, no podía oýr las bozes de la santa dotrina que la Escritura nos enseña e amonesta; mas la piadat de Dios que estaua comigo en este ya dicho tropel e con discreto acatamiento veýa la mi perdiçión [e] conosçía quánto era a mi salud conplidero çesar aquellas fablas para mejor entender lo que a mi saluaçión cunplía, hízome de la mano que callase.E bien se puede asý dezir, pues esta pasión es dada a mí por su mano. E aun nuestro acostunbrado hablar asý lo que demuestra, ca desque vehemos alguna persona de grand dolençia o pasyón aflegida, dezimos esforçándole  a paçiençia: “Aved paçiençia, pues que nuestro Señor os lo dio. ¿E por qué aués ser triste pues es de la mano de Dios? etç.” Asý que la mano de Dios me hizo señal que callase y çesase las habIas mundanas. E yo callando por fuerça e no escuchando de grado lo que tanto me cunplía, mas con mi neçesidad a cuestas porfiando de lleuar adelante mis daños, añadió su misericordia la segunda sygna del dedo en la boca, dándome claramente a entender que no es su voluntad que yo hable en las cosas del syglo mas que calle e del todo callar. E asaz manifiesto pareçe serme hecha esta sygna con el dedo diuinal, quando en tanto grado es acreçentada mi pasyón que avnque quiero hablar no puedo e aunque me quieren hablar no pueden; bien sé que podrá dezir qualquiera que ésta mi pasyón me pone enbargo en el oýr pero no [en] el hablar, pues la lengua está libre de pasión. A la qual pregunta respondo: «¿Quál es la causa prinçipal porque nos fue dada lengua y hablares?» Verdat que la principal aquello creo ser que menos vsamos, la qual es para loar e bendezir a Dios. Pero después desta, ¿quién dubda que nos fue y es dada para preguntar y ser respondidos? E avn me pareçe, sy bien lo entiendo, que asý lo amonesta el Profecta donde dize: «Pregunta al tu padre e anu[n]çiará a ti; e los tus mayores dirán a ti.» En manifiesto es que el fablar e lengua dos es dada, aliende de la prinçipal causa que dixe de loar e bendezir a Dios, para preguntar y ser respondidos, quanto para fabrárselo todo cada vno por sý, ninguna vtilidat ni prouecho ouiera en ello; y esto tal más paresçería y paresçe acto de lo[co] que no de persona que tiene seso natural. E no syn razón me enojan algunas personas quando me ruegan y dizen: “Yd a fulanos qu’ os quieren ver e aunque vos no lo oygaes; oyrán ellos a vos.» E bien conosco que se me dize con buena amistat e synpleza apartada de toda maliçia, mas ni por esto dexo de me enojar, conosçiendo claramente qu’el ablar es prolixo sin el oýr, se puede dezir fe syn obras. Ca asý como la fe sin las obras es muerta y no aprouecha al que la tine, antes le obliga a mayor pena, asý el fablar syn el oýr no uale nada nin faze otro bien sino acreçentar tormento a su dueño. Asý que la lengua por sí sola no es aprouechosa sino en dos cosas: la una es loar y bendezir a Dios, la otra predicar al pueblo; ca estas dos sin replicato se pueden exer[c]er. Mas en todos los otros actos, eso aprouecha poder fablar e non poder oýr que oýr bien [e] no poder fablar. C’aquí todo el ofiçio al oýr es luego privado e el [e]xer[çi]lçio del fablar. Ca el que no oye, ¿cómo respondrá? Y <que> el que non espera gozar de la respuesta, ¿cómo preguntará? Éste tal, sy discreto fuere, silençio será su guarda. Y pues tanta claustra Dios a puesto en mi oýr, bien paresçe que por ygual peso me mande reglar en el hablar, asý que con la segunda signa del dedo en la boca me manda callar el Señor soberano, demostrándome claramente en l’avmentaçión de mi pasyón que no es su voluntat que me ocupe en ninguna fabla mundana, mas que tenga sylençio entero para que mejor pueda entender lo que con el ruydo de las ocupaçiones seglares entender no pudiera. Ca sin dubda mucho es el entendimiento del onbre desanparado de sý quando del todo es enbuelto en las cosas mundanas, e tanto mejor se recoge en sý mesmo quanto más se aparta de las cosas. Desque alguno anda muy ocupado en negoçios, dezimos que no se acuerda de sý, mas pues para mejor recojer el entendimiento deramado e acordarse onbre de sý neçesario es que ponga <a> sylençio a todo lo áI. Ya es puesto silençio por la mano de Dios, que me manda callar, e yncrepada mi nesçia porfía con aquel dedo que se entiende, demostrándome abiertamente que me conviene del todo callar, que quiere dezir, del todo apartarme de las hablas mundanas y de sus deseos, que muy poco aprouecha apartar la presençia o conversaçión de aquestas cosas si el deseo e cuydado avn está[n] en ellas enbueltos. Ca esto sólo sería asaz ruydo para que no pudiese entender las bozes; para las quales oýr, me mandan tener tan estremado silençio, segunt vehemos acaesçer algunas vezes en las fablas que hazen vnos a otros, que avnque el hablador o proponedor de la habla sea diligente o atento en lo que dize, y los que escuchan estén callando, pero sy el pensamiento e cuydado del que escuchan están ocupado[s] en otras cosas desuiadas de la habla que le hazen, por mucho qu’el razonador baladre, éste no entenderá cosa quanto le dixeren. Asý acaesçe: «Vos, amigo, no estaes aquí; tornad en vos, o por mejor dezir, tornad por vos.» Asý que no solamente es neçesario apartarse onbre de las fablas e conversaciones seglares poniendo del todo silençio en ellas, mas el deseo e cuydado; e forçado es que se aparte e del todo parta de nuestra voluntad si queremos escuchar sin enbargo e ruydo lo que a nuestra salut es conplidero. iO marauillosa caridat del Señor soberano, que tan manifiestas señales me muestras<s> para que escuche lo que a mi salud es neçesario, que no solamente es quita del oýr e fablar mío en las conversaciones del syglo, mas el deseo que me solía hazer no pequeño daño, con la piadosa mano de su diuinal graçia as del todo apartado de mí! ¡O señal prouechosa no punto discrepante de las primeras, mas muy favorable y sostenedora de aquéllas! Mi deseo es ya conforme con mi pasyón, y mi querer con mi padesçer son asý abenidos, que nin yo deseo oýr nin me pueden hablar, nin yo deseo que me hablen. Las que llamaua pasyones agora las llamo resureçiones. Ya son abenidos los dos enemigos, que son mi querer e mi padesçer. iO piadoso Señor, como ha[s] fecho boluer la rienda a mis deseos por otro camino más llano y mejor que ellos mereçen! j O mudança de la diestra del muy altísymo Redentor, que tan manifiestamente me muestras la grandeza de tus mercedes! Que no basta a mí ser apartada de la turbamulta dapnosa de las ocupaçiones mundanas, mas el deseo que pena syn muerto bueno as arredrado de mí, non consyntiendo la tu piedat qu tanto tienpo fuese aflegid[a] del conbate de hesos dos enemigos, los quales son querer y non poder. E yo, que fasta aquí quería e non podía enplear mi tienpo en las conversaçiones seglares e agora, ya nin puedo nin quiero nin querría thener poder para conplir tan dañoso quer<r>er. Por çierto, grand prouecho deuen [hazer] estas palabras por las quales oyrán plaziendo a Dios de asý quitar todos los ynpedimientos y estoruos. Ya soy apartada de las bozes humanas, pues mis orejas non las pueden oýr; ya tiene<n> silençio mi lengua plazera, pues por esta causa non puede fablar. Ya está apartado mi deseo en tanto grado que menor es mi deseo en las cosas tenporales que mi salut, e non me pesa tanto por lo que non puedo oýr como lo que he oýdo en ofensa de Dios. E por mi voluntat, desde la cuna me fuera dada aquesta pasyón, porque no pudiera pasar las claustras de mis orejas palabra en qu’ofendido o no seruido a Dios aya. iO Señor, escuchar e oýr deseo la duçedunbre de la tu boz! Ca syn dubda puedo dezir: «La boz tuya es dulçe e la tu cara fermosa.»

E con el silençio ya dicho, yncIina[n]do la oreja del mi entendimiento, pues la del cuerpo mal me ayuda, parésceme que espmtualmente oý resonar a aquestas palabras: «Oye fija, e acata e ynclina tu oreja, oluida el pueblo tuyo y la casa de tu padre.” E como las primeras palabras tanto y tanto me aperçiben que oyga y pare mientes e yncIine mi oreja, da a entender que las syguientes de oluidar el pueblo mío e la casa de mi padre otra sygnificaçión trahen de la que luego en sý representan. [C]a para lo entender ansy synplemente como sue[n]a, asaz abastaua vna destas amonestaçiones; mas todas tres juntas, oýr, acatar e ynclinar la oreja, claro me muestran que con toda diligençia deuo myrar no solamente lo que dizen las mesmas palabras, mas la sentençia que consygo trahen. Pero bien es de tener primero lo que dlze para mejor conosçer lo que quiere dezir, ca dize: «Oluida el pueblo tuyo y la casa de tu padre.» E non manda olvidar el padre, mas la casa suya. E claro es que no se dize por la casa material, ca no tiene en sý razón de oluidar nin remenbrar, mas por la familia. E avn [a]sý demuestra nuestro común hablar quando dezimos: «Fulano tiene muy grand casa;» lo qual no se entIende por los hedifiçios o çircuyto de la casa en que mora, ser pequeña o grande, mas por la familia e multitud de gente. Pues sy a esta casa nos manda oluidar, sýguese que nos manda oluidar e avn aborresçer el padre, porque quien verdaderamente ama a su padre, no sólo no podrá oluidar su casa, que es la familia de criados e parientes, mas avn yo creo que los amará por respecto de su padre. Pues para poder oluidar a esta ya dicha casa convIene que primero oluidemos y avn aborescamos a nuestros padre. Bien paresçe segunt esto que otra más razonable e saludable significación trahen las palabras ya dichas, ca oluidar  onbre de esta manera el su pueblo y la casa de su padre paresç[er]ía contradezir el Mandamiento de Dios que nos manda onrar; ca el que onbre no ama, no le puede onrrar. E a quien desonra, señal es que non le ama, aunque algunas honrras e reuerençias se hazen en este mundo, por las quales dezimos: «Manos besa el onbre, etç.»  Mas estas tales, fuera e bien lexos las veo del divinal Mandamiento, ca de vna manera honrramos o fazemos reuerençia a nuestros padres y de otra a los señores con quien debdo no auemos; ca onrramos a nuestros padres con filial amor e voluntaria obidençia, [e a los señores] con çerimonia mundana, más subjecta por çierto a abto de cortesya o de justiçia sy tal fuere, que no a cordial amor. E bien se declara asý en el mesmo Mandamiento que dize: «Honrrarás al padre.» E non dlze: «Honrrarás a los adelantados, condes e duques.» Donde se entiende que esta honor e reuerençia que a nuestros padres hazemos, y con mucha razón deuemos hazer, a de proeçeder y proçede syn dubda de grande amor; e avn el vocablo mesmo lo demuestra, ca diziendo, «Padre,» paresçe que resuçita e abiua vn entrable amor en la voluntad. Asý que, pues nos manda honrrar, manifiesto es que nos manda hamar, ca de otra manera, fingida e cautelosa sería la onor o seruiçio que a nuestros padres fiziésemos. Pues a quien onrrar e amar nos manda, ¿cómo nos le mandanaría oluidar? Ca el que bien ama, tarde oluida. Onde asaz manifiesto paresesçe, ansý por el aperçebir de las primeras palabras que con tanta diligençia me amonestan que oyga e acate y encline mi oreja, como por estas sobredichas razones, que esta amonestación e consejo de oluidar el pueblo y la casa de mi padre otra sygnificaçión trae. E yo inclinando quanto más puedo a la oreja de mi entendimiento segunt mi rudo e grosero juyzio me ayuda, entiendo por el pueblo ya dicho la turba multa de las cobdiçias temporales e humanas. E asý como en el pueblo o multitut de gente se falla e deue fallar diuersos linajes e condiçiones, bien asý en las cobdiçias humanas ay grand diuersydad; ca vnos cobdiçian honor e fama, otros riquezas, otros cobdiçian trabajar por la gloria deste mundo y otros reposar por ese mesmo respecto. E sy todo el linaje de las cobdiçias temporales e vanas ouiese dezir, non dubdo que ygualase su número a los doze tribus. Pero dexando en paz sus linajes por dezir la guerra que fazen en la tierra do moran, digo que ansý como en la cibdat sy se leuanta alguna parte del pueblo contra alguno, se haze grand ruydo, pero sy todo el pueblo se mueve contra él, está en asaz peligro y mal librado conbate, bien asý por qualquier cobdiçia tenporal que contra nuestra ánima se leuante, es fecho grand ruydo en la cibdat de nuestra conçiençia; e sy todo este maldito pueblo se leuanta contra el ánima nuestra, [en] tanto mayor peligro e peor librada ella está. Bien se puede llamar pueblo las cobdiçias humanas, ca ansý como el pueblo quanto más acreçentado, tanto más populosa y llena haze ser la çibdat, bien asý quanto más acreçentadas son las cobdiçias tenporales en nuestra voluntat, tanto más llena está la çibdat de nuestra conçiençia de moradores dañosos, e ansý ocupada la tiene, que avnque quiera venir a morar en ella algunt buen vezino, no halla posada, mayormente si es tal persona que del dicho pueblo se tema poderle ser fecha demasçya. Como las virtudes sean de tan grand estado y tan poderosas que syn dubda pueden fazer demasýa y fuerça entera a los viçios, este negro pueblo que tiene ya tomada la çibdat de nuestra conçiençia, no consyente nin da logar que ninguna dellas pase el vnbral de la puerta porque más a su guisa puedan poseer la cabtiua çibdat e bien es de llamar <e> cabtiva la conçiençia que está llena de pecados; porque asý como el cabtiuo está contra su voluntad en el catiuerio, así la nuestra conçieçia so el señorío deste pueblo peruersso. Ca non fazemos pecado nin aún le pensamos, que la conçiençia no nos reprehenda e acuse. Pues bien pareçe que no le plaze dello e a fuerça suya es poblada de tales pobladores, que mejor desoladores dezirse pueden. De oluidar e desenparar del todo este pueblo enemigo, ¿quién es que no vea ser sano consejo? Vengo a lo segundo de que soy amonestada, que oluide a mí mesma [e] la casa de mi padre. Por esta casa yo entiendo la inclinación humana donde moran el padre y el deseo y ábito de pecar, y ansý como el padre es comienço y engendrador de sus fijos, asý el mal deseo es comienço y engendrador de los pecados. Y a este tan abominable padre podemos atribuir lo que dize el Profeta: “Conçibo dolor,” quanclo con deliberada entençión consyente en el pecado para maldat quando le pone en obra. Pues mucho es a mí saludable consejo y no menos prouechosa amonestaçión que oluide el  pueblo mío, que son las tenporales cobdiçias e turba multa de vanos cuydados en la casa de mi padre, que es la ynclinaçión humana, donde el deseo e ábito de pecar hazen su abitaçión o morada; porque a mi paresçe[r], en esta quadrilla tiene él asentada su casa. Ca por muy grande que fuese el deseo de pecar, sy non se acogiese a esta guarida e propia casa suya que es la ynclinaçión humana, no podría traher tan grand casa. E muy grant casa trahe fundada e muy costosa a la moneda espiritual, ca de criados e allegados mayor casa tiene que vn marqués éste que por nuestra culpa es hecho padre de nuestro mal beuir. ¿E quién pudiera oýr con las orejas del ánima este tan saludable consejo, si las orejas corporales estuvieran ocupadas en el ruydo de las bozes humanas? ¡O piadoso Señor, cómo es ynestimable la tu soberana bondat! iO cómo son inconprehensybles los tus juyzios, ynvestigables tus vías, que no solamente reçibes a los que a tí se allegan, ni solamente saluas a los que handan por el camino de saluaçión, mas a los que de ti se apartan e de su propio grado se van a perder; con piadosos acatamientos los costriñes y trahes por fuerça a la salut perdurable! Pues bien puedo dezir e avn tomar por mía, doquier que la halle, a esta muy graçiosa y más verdadera cançión de Dauit, la qual en comienço desta synple escritura e por fundamento della tomé, conviene a saber: «en cabestro e freno las mexillas de aquéllos costriñes, que a tí no se allegan e quieren allegar».

Para mejor ver cómo e quánto haze a mi propósyto esta autoridat, es de consyderar que este acatamiento de cabestro e freno es dyputado para los animales brutos que careçen de razón, porque con estos artifiçiales acatamientos son traýdos casy por fuerça adonde les cunple e al seruiçio de su dueño conviene, asý que por el cabestro son guiados e por el freno son costreñidos. E ansý como en la boca e çeruiz de los ya dichos animales es puesto cabestro e freno por las dichas razones, bien ansý paresçe por otras dos semejantes causas ser dado a todo animal razonable cabestro y freno. El cabestro es la razón y el freno es la tenprança y la discriçión, ca la razón nos guía e debe guiar a todo lo que es bueno e complidero, no sólo a nuestro bien tenporal mas a lo espiritual e pertenesçiente al seruiçio de nuestro Señor; e la tenplança y dyscriçión nos costriñen a refrenar los apetitos desordenados de nuestra humana flaqueza. E como quier que todo animal razonable tiene en su poder y querer estos dos buenos aparejos para se regir, pero no todos vsan ygualmente dellos, segund se puede juzgar por los actos de cada vno (ca avemos visto y vehemos a vnos rotamente pecar, e a otros vitoriosa e honestamente biuir, y a otros mediana suerte, de guisa que ni muy disolut[o]s en los vnos ni muy perfectos en lo ál), caso que estas diferençias en sus obras vehemos, çierto es que’ en la humanidat no hay difereçia ninguna, que tanbién el mucho virtuoso como el mucho pecador, e tanbién el moderado como el disoluto, ygualmente la ynclinaçión humanal los conbida a pecar. De cualquier pecado que el más pecador del mundo comete puede ser tentado y avn reziamente conbatido el más virtuoso e onesto que en esta vida hallar se puede. Pues <que> la causa porque los vnos consyenten y los otros resisten, manifiesto es que se aprouechan más del freno de la tenprança y discriçión e vsan más de la razón los que así virtuosamente biuen, que no los otros. Y a la casa de éstos podemos llamar bien regida, pues manda quien mandar deue, e sirue quien deue seruir, ca señorea e manda la razón a su subjeta que es la sensualidat, [e ésta] obedeçe e serue a la razón; e a estos tales no es neçesario de les poner freno, pues su mesma discreción los enfrena e aparta de todo viçio. Donde se sygue que el onbre que no sabe o no quiere saber aprouechar ni regir por el cabestro y freno dicho, es animal, pero no razonable, pues no vsa de aqueste nonbre, ca el propio exerçiçio de la razón es que nos amonesta e costriñe a desear el bien e esquivar el mal. Pues quien dexa el bien e sigue el mal <y> paresçe qu[e] desanpara a la razón o la razón desanpara a él. Sugund <d>esto, bien es, y más de bien, serIe añadido otro freno asý como animal bruto. Agora veréys cómo tiene su fin derechamente contra mí esta buena abtoridat sobredicha de: «Yn cama et freno, etc.» E porque más claramente veaes ser mía e yo suya, pues me llama adonde quiere, diré lo que a mi sinpleza me presenta socorro de aquesta pobre y desnuda escritura. Digo e afirmo que por mi grand bien y manifiesto prouecho, el Señor soberano con cabestro y freno de dolençia e pasyones costriñó las mexillas de mis vanidades. Pues veamos cómo la dolençia se puede llamar cabestro y freno. Syn dubda merescan los que no la conoçen a los que la conoçen; la espirençia je lo fará conoçer, que sus propios actos la fazen cobradora deste nonbre. La dolençia buena y durable es cabestro para abaxar la çeruiz de soberuia e es freno para costreñir los deseos dañosos y enpeçibles al ánima. E avn en esta tenporal vida que a nuestros ojos pareçe, auemos exenplo, ca veemos que vn onbre enfermo no osa nin osará comer de todas las viandas, e avn de las menos dañosas no come quanto quiere. Pues ya paresçe que en los actos corporales resiste y enfrena la dolelençia, ved que deue hazer en los espirituales; ca sy discriçión pone regla en las viandas por conseruar la salut tenporal, mayor discreçión e de más durable prouecho es, en verdat, poner regla en las obras por difensýa y guarda de la salut espiritual. Sea verdat que a todos sería o es conplidero y no poco saludable guardar diecta en el dañoso manjar de los pecados, pero no es dubda que más abiertamente lo amonesta la razón a los enfermos que no a los sanos. Ca asý como en las viandas corporales [a] todos es bien guardarse de lo dañoso, pues çierto es que más estrecho y con mayor premia es costreñido de se guardar el enfermo que el sano, bien asý de los majares dañosos al ánima, que son los pecados, con más premia y manifiesta neçesidat se deue abstener el enfermo qu’ no el sano. iO, asaz clara está la sentençia! Lo primero, porque el doliente está asý preso, ca lo tenporal o corporal nin puede aprouechar a sý nin a los otros. Pues estar oçioso en lo espiritual, ¿que de[s]mayada negligençia os paresçe que sería? Lo segundo, y que más despierta la causa, es porqu’el enfermo ya paresçe tener el pie en el estribo para partir desta vida, avnque algunas vezes acaece que más aýna parte desta miserable vida el sano que no el enfermo. Ca avemos visto y vehemos algunos beuir muchos años con grandes dolençias, e a otros que en su sanidad floresçen, avemos vito, por nuestros pecados, partir desta vida de grande ar[r]ebato. Aquí miren los que de la salut corporal son bien guarneçidos, porque el sueño de aquesta suguridat no los apremie de tal guisa que la açelerada e forçosa partida los halle durmiendo. Mucho oluidé a mí mesma en esto que dixe. Miren los que de salud corporal son bien guarneçidos, c’avnque la seca salut me haze apartada deste número, el sueño de los pecados más adormida me tiene que a otro ninguno. Por ende quiero dezir que miren e miremos, asý enfermos <que> como sanos, que no nos tome que no nos tome durmiendo esta partida que muerte se llama, mas plega al Señor soberano, que asý velanyes en obras virtuosas nos halle, que se nos pueda atribuir e podamos gozar de aquella palabra evangélica que dize: “Bienaventurado aquel siervo que quando viniere el Señor suyo le hallare vigilante.» E dexando esto, porque va lexos de mi propósyto e no menos, ar[r]edrado de mi menester, digo que por las causas ya dichas e por muchas más que dexo de dezir, se  pueden e deven llamar las dolençias e pasiones corporales cabestro e freno. ¿Pues quánto con mayor razón e más propio exerçiçio se puede dezir en esta mi pasyón, que todas sus fuerças no las enplea syno en retraer a mí por fuerça de lo vno y atraerme a lo ál, con tanto, que avnque me pese, he de querer lo que ella quiere y ella sienpre desquite lo que yo quiero? Ca sy quiero oýr, non me lo consyente; e sy fablare, vame la mano, e claramente me dize no ser otra su yntuiçión sinon [deuedar] lo que quiero y hazerme creer lo que no quiero. Lo que quiero es enboluerme en alas ocupaciones mundanas e lo que no quiero es la soledat o apartamiento de todo ello. Pues bien mirada su yntinción, mejor es que no la mía; ca ella me quiere saluar e yo me quiero perder; ella me quiere ar[r]edrar de peligros, e yo me quiero lançar en ellos. Mucho mejor es la yntinçión de mi pasyón que no la mía. Ya voy conociendo su buena voluntat, ca no la ha tanto por me penar como por me saluar, ni tanto trabaja<r> por me hazer padesçer, como por me hazer meresçer. E sy me haze sentir grande aflicción, con deseo de mi saluaçión lo haze. Por ende, yo loo mucho su buen deseo denuesto mi rebeldía, digna de todo denuesto, porque tanto tienpo he pugnado contra su piadosa porfía. Tienpo es ya que la dexe obrar enteramente aquel fin virtuoso lleno de prouecho espiritual porque el Señor me la dió. iO cabestro y freno de pasyón saludable! Sy [hasta aquí] me lleuas rastrando y mal paresçiendo en pos de ti, agora de mi buen grado te quiero seguir! E pues me sygues, y allí quiero colocar mi morada donde claramente me guías, ¿quánto es a mí prouechoso ser atada con estas pasiones, las quales [ca] vsan que mi yndominable porfía sea vençida de la misericordia diuinal! Pues con cabestro [e] freno son costreñidas las mexillas de mis vanos deseos, porque [a] Dios no me quería allegar.

¿[C]ómo se pueden llamar mexillas los vanos deseos? Es de considerar que éstas que llama el Profecta mexillas, llamamos nosotros cara ho haz, e avn este mesmo Profecta dize en otro logar: «Señor, muéstranos la tu haz y seremos saluos.» E. asý como la haz es la primera cosa que representa Y paresçe en la persona humana, ansý los vanos deseos son la primera muestra que [se] se presenta o paresçe en la jvuentut. E a mí paresce que todos los deseos mundanos e ynclinados a vanidat tienen haz y envés. La<s> haz de aquestos deseos es desde la pueriçia fasta acabada e pasada la jvuentut, e dende adelante que va madurando la hedat, buéluese del envés. E çierto es que los vanos plazeres o el deseo de aquéllos en la moçedat e jvuentut están de la haz, porque paresçen con tienpo y en su sazón. En la vejez, tener vanos deseos, es envés y avn reués y ocasión mortal con razón dezir se puede; ca sy alguna destas maxillas ansý del envés se hallasen, no era menester freno para las apretar nin costreñir, porque la hedat es asaz freno. Mas quando está de la haz, que se entiende por la móçedat o jvuentut, entonçes es menester el remedio. iPues ved si a buen tienpo me socorrió el Señor soberano con esta pasyón, que oy son veynte años que este freno ya dicho començó a costreñir la haz de mis vanidades! Por ende, quien se acuerda de mi nasçimiento o sabe a qué [n]úmero de años llega mi hedat, cuente bien y verá sy a buen tienpo me vino el socorro, mejor, en verdat, que el d’ Escalona. Segunt esto, bien se pueden llamar maxillas mis vanos deseos, pues estaua de la haz,y asý se concluye, avnque desnuda y groseramente, la autoridat sobredicha: “en cabestro y freno apretarás las maxillas”. Edize adelante: “de aquéllos que en saçón se allegan a ti”. Mucho es digno de preçiar, e sin dubda en grande estima devemos thener tal atamiento como éste, pues no se haze a otro fin syno porque nos lleguemos a Dios. E sy quisiera el Profecta, bien pudiera dezir “de aquéllos que pecan contra Ti, de aquéllos que obran maldades, de aquéllos que syn themor Te ofenden». Mas por su bondat e cortesýa, que son pasar so silençio nuestras malas obras, e solamente le plogo dezir «de aquéllos que a ti no se allegan» por más claramente nos dar a entender con quánto amor, con quánta misericordia se nos dan estas afliçiones e pasiones corporales, no tanto por nuestros pecados, que lo bien meresçen, como porque nos alleguemos a Dios, que es nuestro soberano Bien. ¡O quánd abundante caridat traen consygo estas mis penas, con tanto que en ellas mesmas veo reluzir la grandeza de su misericordia! Pues no por ál son dadas a mí pasyones, syno porque me llegue a Dios. ¡O piadoso Señor! ¿Cuándo mereçí yo tanto bien? De mí se puede dezir que con méritos malos conseguí graçia; e avn graçia sobre graçia con razón la deuo llamar. 24 Graçia es a mí la pena e sobre graçia la misericordia. Ca si es bueno sostener pena de juez justo, mucho mejor es rerçebir castigo de padre; e como el padre discreto castiga al hijo culpable con amor e piadat bien asý el çelestial Padre quiso corregír mis culpas con paternal cacridat. E para esto mostrar, veamos qué manera tiene e deue thener qualsequier padre discreto que quiere castigar e hazer bueno a su hijo. Ésta me paresçe que deue ser lo primero: que comiençe el castigo en la tierna hedat. Lo segundo, que dé tal açote que no sea peligroso nin mortal, mas enmendativo. Començar el açote en la primera hedat, entiéndese por la pueriçia o moçedat; e sy menester fuere, que le continúe en la segunda hedat, que se llama adoleçençia. E sy en estas dos hedades el açote no trae emienda, la paternal afecçión no deue desanparar al hijo en la jvuentut, antes en esta hedat doblar el açote, asý por la rebeldía que muestra en no mejorar sus costunbres, como porque quanto más creçe la hedat tanto más engrandesçe la culpa, y el mérito de la pena más grande se haze. Pues segunt esto, bien demuestra este mi açote la parternal caridat y descriçión soberana aver tenido y avn tener comigo esta mesma vía. Y a de començar el açote en la primera hedat e continuarle en la segunda; asaz se declara en aquello que dixe: que mis vanos deseos estauan de la haz. Pues en la jouentut doblar el açote, la obra da testimonio, ca en esta propia hedat se acresçentó mi pasyón en la manera que vedes. Asy que declararlo, claro está, cosa sería demasyada, mas diré lo que callar non consyente la perseuerançia del castigo. Ca donde el açote e diçiplina tanto y tanto persevera que quando vsar no se deue es acreryentado, señal es que la vida no mejora, antes va de mal en mal e en peor mis obras. Dezid: ¿qué tanta os paresçe la dureza de mi rebeldía, [que] tanto tienpo ha tengo el açote en los onbros e avn la enmienda esta por venir. Ca no es de creer sy las culpas çesasen que no çesase la pena. Onde Sant Anbrosyo, sobre la habla restituyda a Zacarías, dize ansy: «Sabe Dios mudar la sentençia, si tu supieres emendar el delito.» Bien paresçe, pues la sentençia no se muda, que la culpa no es mudada nin enmendada.

[D]ixe lo segundo, que el açote a de ser no peligroso ni mortal mas enmendatiuo. Tal en verdad es este mío que él mesmo se trahe consygo la prueba con tanto que puedo dezir con el Profecta: «Castigando me castigó, el Señor e muerte no me traxo.» E no solamente no me traxo muerte, mas por me librar de aquélla es el fin deste castigo. Segunt esto, ni es menester provocarme a paçiençia, nin en vsar della hago mucho, ca mayor es el bien que reçibo que no la pena que padesco. Pues ál [no] ay de ver en ello syno çofrir paçiençia en las penas y trabajos males [e] solamente exerçer sus actos. Mas la pena que vestida de justiçia e guarneçida de misericordia, con tantos bienes me viene, a más de tanto me obliga, o sy dezir se pudiese, a quanto diré lo que se me entiende: a confesar la culpa e amar la pena e a loar la justiçia y grandesçer la misericordia. E tanto se d[eur] ía ocupar mi entendimiento en loar la justiçia e gradesçer la misericordia del Señor, que no deurÍa hazer minçión de la pena que siento, mayormente pues la culpa es tanto grande que de grand pena haze chica. Pero bien es que no se oIuida, antes trae grand prouecho. Sentir se deve ca sy no sati[sfi]çiese la pena, quitaría el ofiçio a la paçiençia e menguaría el gualardón de la justiçia, e avn el grande çimiento de la misericordia no allaríe tan perfecto lugar. Por ende, bueno es que la pena se syenta del Señor, ni dexemos en oluido la grandeza de su misericordia. De no esconder la justiçia, claro es por qué: cada quando que a la culpa es añadida pena, presente está la justiçia, ca propio acto de la justiçia es penar al culpado. Mas es de mirar otra cosa, la cual haze mucho más loable la justiçia, y ésta es: quando la pena es de tal calidat que en toda cosa que pecado pueda causar es añadida pena de tal guisa, que doquier que la culpa quiera reclinar la cabeça halle presta el almohada del tormento. Donde se sygue que o no se acostará a pecar, o en començando a pecar començará a penar. Ésta digo justiçia loable; ésta no digna d’esconder, mas de manifestar a las gentes. ¿Qué ygualeza de justiçia os paresçe tal como ésta, que no dexa culpa syn pena nin da pena syn misericordia? Razón es que [alabemos la] más justa y misericordiosa justiçia, e avn más me paresçe que veo en ella razón de ser alabada ca por la vía que se allega a punir a qualsequier viçio, ni más ni menos se aparta de molestar las virtudes. Por tal razón y tan discreta la veo usar de su ofiçio que eso sólo pena que pena mereçe, y eso sólo haze libre de pena que mérito cansygo trahe. Asý que,en los pecados y culpas solamente pone enbargo y exerçe pena, mas en las virtudes e méritos buenos, sy yo a ellos darme quisyere, tanto blanda y graçiosa me mostraría su haz quanto áspera y penosa en los viçios se me muestra. Y es ésta la razón que ésta mi buena pasyón en las cosas mundanas que pecado puede[n] causarme, aflige y da pena; mas en las espirituales que a Dios nos dirigen, no pena ninguna, antes me combida a ellas e avn me rasga el manto por me llevar a tan rica çena. ¿Y qué çena es ésta donde mi pasyón porfía de me llevar? Creo syn dubda ser aquélla de la qual es escripto: «Bienauenturadas aquéllos que a la çena del Cordero son llamados.» Comoquier que la diuinal largueza a todos conbida e llama a esta bienaventurada çena, pero a los enfermos la dolençia rasga el manto e los haze entrar por fuerça. E avn asý lo declara aquella parábola que nuestro Señor dize en el Evangelio de aquel onbre que hizo vna grand çena e llamó a muchos e como fuese fecha ora de çenar enbió su syervo que dixese a los conbidados que viniesen, ca todo estaua aparejado. Los quales, por ocupaciones variables, o por mejor dezir, desuariadas, se escusaron de venir; de lo qual yndignado aquel paterfamilias, dixo al siervo: «Sal luego a las plaças y mercados y quántos enfermos, claudos y débiles hallares, costríñelos que entren, porque sea llena mi casa.» E no dixo: «Diles que vengan,» como a los primeros, mas: «Hazlos entrar,» Por donde paresçe que los enfermos, por fuerça son traýdos a la çena manífiça de la salut perdurable, ca la dolençia les rasga el manto e los haze entrar por la puerta de obras virtuosas, ca sy por esta puerta no entramos, no podremos llegar a tan grande colmo de onor, como es ser asentados a la mesa de la largueza diuinaI. iO bienaventurado convento de los enfermos! De aquéllos digo, que entran de grado d[o]nde la dolençia los lieua por fuerça y non escojen de se quedar en la calle. ¿y cómo entran de grado sy los lleuan por fuertça? En esta manera s’entyende o me paresçe que se deue entender: qualquier enfermo, por bueno e virtuoso que sea, padesçe la dolençia contra su voluntat e avnque sea justo y santo, deseará ser libre de pasyones corporales, y sy aquéllas le hizieren conpañía, no le plaz[e]rá dello. Onde avemos enxemplo en Tobías quando nuestro Señor premitió çegase e como el ángel Rafael la saludase diziendo «Gozo a ti syenpre sea», respondió el santo onbre: “Qual gozo será a mí, pues la luz del çielo no veo?, etç.» Donde paresçe que no le plazýa aquella pasyón. ¿E quién es que no desee ser sano más que enfermo? No, ninguno en los humanos yo creo se podría hallar tan perfecto que negase aquello a que naturalmente es ynclinado, que es desear la salut sobre toda cosa. Pues quien deste bien es despojado, sýguese que fuerça es fecha a su querer y deseo, e ya paresçe que le lleva por fuerça aquella pasyón que contra su voluntad padesçe. Pero entra de grado a la çena ya dicha sy conosçe serIe dada por su bien, y con devota paçiençia y acçión de graçias, conforma a su querer con la voluntat de Dios; plaziéndole, no naturalmente, ca esto no podía ser, mas espiritualmente, con todo aquello que al Señor plaze. Y desanpar[a] luego las plaças y mercados donde se conpran y venden los tenporales plazeres e se va llegando a la puerta de la casa donde la mesa de los espirituales manjares e verdaderos bienes está aparejada. E sy la hallare çerrada, no se maraville, ca el çerrojo de sus pecados lo cavsa; ni por eso se torne a las plaças ya dichas, mas llame con el aldaua de la oraçión humilde e deuota.

De ser la oraçión propia aldaua para llamar a la puerta de la misericordia de Dios, su mesma palabra lo declara, onde dize: “Qualquier cosa que orando pidierdes, creed que lo reçibirés.» E dize mas: «Llamad e será abierto a vosotros.» Pues mucho razonable y no menos conplidero es a nosotros que llamemos perseuerantemente con el aldaua ya dicha, mayormente pues el Señor que nos conbida a çenar, ése mesmo nos conbida o orar. Bien paresçe que la oraçión comienço es de la espiritual refecçión que es mantenimiento del ánima. E la espiritual refecçión, ¿a quién es más conplidera que a los enfermos, que por pasyones y dolençias se les va apocando la fuerça corporal? Ca quien en lo humano y tenporal desmaya por flaqueza del cuerpo, en lo espiritual diuino se deve levantar por feruor del espiritual. ¿Mas qué diré de los enfermos que con nuestras dolençias podríamos conseguir tan rica presa y por nuestros pecados escojemos de nos quedar en la calle? ¿Y quáles son los enfermos que se quedan en la calle? Çierto son aquéllos que nin tienen viña de salut corporal en que se deleyt[e]n, nin la villa de los honores humanos en que se tengan, nin el cansamiento de las riquezas los ocupa, que de milI enfermos no hallarés uno rico, e sy lo es, la dolençia le hará pobre en poco tienpo. Asý que [de] todos bienes tenporales desnudos y vestidos de pasyones, tienen su deseo y cuydado en las cosas mundanas, de guisa que, por bien que la dolençia los conbida y traua del manto, no los puede traher a la çena ya dicha. Donde acaece que nin goza[n] de los bienes tenporales, nin quiere[n] entrar en la casa de las espirituales diui<n>çias e asy paresçe que se queda[n] en la calle. E bien, asý como el doliente puesto en meatat de la calle paresçe cosa demasyada e oçiosa, por esa uía el deseo y cuydado suyo puesto en la calle deste mundo, ca es asý cosa demasiada e ocçiosa que a ninguno aprouecha e a sý mesmo daña. E tal enfermo como éste, de creer es que tiene más paralítico el entendimiento que no el cuerpo, y mucho más flaca la discreçión que la conpliçión. Dígolo por mí, ca deste crímine me hacuso, que la verdat mesma me acusa y la perseuerancia de mi pasyón me condena, e la tardanza, syn prouecho, que en la calle deste mundo tantos años me detiene, da testimonio estar paralítico mi entendimiento y muy más flaca y enferma se muestra mi descriçión que mi conplisyón. Pero esta señal de vida a plazido en la misericordia de Dios mostrar en mí, y ésta es: conosco ya mi contu[ma]sçia [e] porfía ser tanto dañosa quanto durable. Conosco en este mi mal el gran bien y merçed [que] Dios me haze en me penar y no menos en me penar tanto tienpo. A la enmienda confieso la culpa, amo la pena e loo la justiçia e gradesco la misericordia. Conosco ser penada o punida justamente, sabiamente, misericordiosamente. Justamente, muy bien e más que bien tengo

meresçido a Dios penas y dolençias graues. Sabiamente, que segunt mi condiçión es muy aguda en el mal, non me pudiera ser dado otro tan deuido freno. Misericordiosamente, ¡o quánto misericordiosamente! ca por çierto desque miro mis grandes pecados e miro esta mi buena pasyón, conosco y veo manifiestamente que con muy grand misericordia me castigó nuestro Señor y en muy grand grado soy reuelada de los males que por mis pecados yo meresco padesçer. E avn más desto se puede dezir: misericordiosamente, pues por tan manifiesto bien mío me fué dada esta pasyón. Y dexando pasar so slyençio otros ynumerables bienes, de vn[o] sólo por agora me plaze hazer minçión mayormente, pues es tal que en él sólo consisten todos los otros. Y [es] éste: sy yo con esta pasión en tanto grado he ofen[dido] a Dios, y en tanto grado soy inclinad[a] a viçios más que a vertudes ¿qué hiziera o ha[r]ía s[i] fuese libre de aquélla? Por çierto, grandes son y mucho grandes mis pecados, mas mucho mayores fueran; e syn dubda en muy grande grado ofiendo a Dios, pero no es dubda, mucho más le ofendiera. Pues por todo esto deuo conosçer y deseo que conozcan todos la grand misericordia del Señor manifestada en mÍ. ¿E qué mayor misericordia puede ser que poner freno a los males e dar comienço a los bienes? ¿E qué mayor mal se puede hallar en los males que poder onbre pecar quanto quiere? ¿Y qué mayor bien en los bienes que no poder pecar avnque quiera? Es verdat que mayor bien sería elno querer que el no poder, ca más meritorio y loable es no querer pecar que no poder pecar. Peero a quien el querer tiene dispuesto, grant misericordia es quitarle el poder. Onde dize Bo[e]cio que el mayor mal que  tienen los malos es tener poder para hazer mal. E sy [a] aquéllos es quitado el poderío, éste solo bien es añadido a sus males. Pues quien <es> este bien  por su sola clemençia a<ñ>edir a mis males ¡qué misericordia me demuestra! ¡Qué caridat! ¡Qué justiçia! i Qué lleno cunplimiento de benefiçios en esta sola pasyón mía se ençier[r]an! ¡O grant bien del verdadero Bien proçedido! Quien no te sabe conosçer, ¿cómo te sabrá gradesçer? ¿Qué era esta pequeña parte que deste grant bien conosco? ¿Cómo seré dina, o qué retribuyré yo al Señor por tantos bienes como en este mi mal se contienen? ¿O qué loores ni alabanças puedo dar que satisfagan a tanto benefiçio? Quánto más, desque miro lo que díze Sant Gerónimo: que el loor de la boca del pecador no hes hermoso. Segunt esto, yo çesar devo de dar alabanças, pues soy çierta que pequé, y son multiplicados mis pecados sobre las arenas del mar, e digna no soy de ver el alteza del çielo por la multitud de mis iniquidades. Pero con todo, no quiero cesar de alabar al Señor; y quando todo lo ál en mí fallesçiere, a lo menos lo trahe[r] con mis dolençias e reçeb[i]r el buen grado este cáliçe saludable de pasyón trabajosa ynvocando el nonbre del Señor que delante los acatamientos de mis pecados porque saca fin que yo a Él ostia de loor. Y de buen grado me gloriaré en las enfermedades mías porque more en mí la virtut de Cristo. «Libe[nt]er gloriabor.»

Si por gloriarse onbre en sus pasyones puede traher a su ánima tan buena guéspeda como la virtut de Cristo, ningunt enfermo deue ser triste, ca dexando aparte los otros respectos, por éste sólo nos deuemos aleg[r]ar aquéllos que en el convento de dolencias tenemos hecha profesyón. Pero no se entiende qu’ esta alegría a de ser en las cosas tenporales, ca el alegría tenporal y humana yo no digo que es mala, pero sy bien, que no es tan buena que se pueda llamar virtut. Pues sy virtut no es, ¿cómo aparejará logar o morada a la soberana virtut de Cristo? Ca dize: “Porque more en mí la virtut le Cristo.» E paresçe que a este fin solamente nos deuemos gloriar o alegrar en nuestas enfermedades, porque more en nuestras ánimas la virtut del Señor. Segunt esto, no tiene que ver en ello el alegría tenporal, avnque sea buena y honesta, ca no basta que sea buena solamente, mas conviene que sea espiritual, virtuosa e linpia. E de tal manera nos deuemos gloriare en nuestras pasyones e af[l]içiones, que la virtut y linpieza de nuestra devota alegría apareje posada agradable a la virtut soberana. Y a esta tal alegría y[o] conbido a los enfermos y deseo ser conbidada, porque como somos yguales en las pasiones seamos en las rusureçiones, donde me paresçe quel alegría tenporal e humana deue aquí perder sus fuerças. E avn si las ha perdido, no es mal con tanto que demasiada tristeza no ay[a] logar, nin la tristeza demasiada, si viniere, no se deue resistir con muchedunbre de plazeres humanos. Ca tal resistençia como ésta, nin es loable nin meritoria. ¿Qué mérito es vaziar la conçiençia de vn viçio y traer dozena dellos a su casa? ¿E qué vítoria s’espera de pelear vn pecado con otro? La tristeza demasiada es pecado. Pues los plazeres humanos, ¿quién los llamará virtut? Quien no los conoçe nin sabe sus maneras. E por ellos puedo dezir «quien no los conosçe, los conpre». Asý que no es buena guerra de parientes a parientes. Avnque la tristeza mala e superflua paresçe ser contraria de los plazeres humanos, no es asý; antes ha muy grant debdo con ellos, porque sy bien mirar lo queremos, cada mala e yniqua tristeza proçede de menguamiento de plazeres mundanos. Pues bien paresçe tener con ellos grantde amor e parentesco, e avn las más vezes ellos mesmos la engendran y paren. Por ende, sy alguno de los dolientes fuere grauado de tristeza tal que pecado consygo trayga, no se piense que la deue conbatir con multitut de plazeres, antes los deue fuyr y temer de los llamar en su socorro, ca segunt el grant parentesco que con la ya dicha tiene, podrá ser que se buelua de su vando y se conbiertan ellos mesmos en propia tristeza que sus dolençias le causan. Pone diligençia en procurar e buscar plazeres e juegos, e allí de la mañana a la noche espiende su tienpo. E lo que peor es que cree ser muy bien hecho y que es acto de virtut, por apartar de sy tristeza y enojo. Mas yo quería preguntar a tales como éstos: quando ya fenesçidos aquellos deportes y les conbiene tornar a su nido, ¿quál es el bien o prouecho  que dende reportan? E sy me dizen que perdieron tristeza, sý me Dios vala, yo no gelo creo, pues no perdieron la causa de aquélla. Ca la causa de su enojo y fatigaes la dolençia, e pues ésta no je la puedan quitar los plazeres humanos, ¿cómo les puede quitar la tristeza? Torne a mirar bien su señor y sy la dolençia hallare consygo, créame que la tristeza y enojo adoblada se buelue con ellos a su casa. ¡Pues qué letigaçión dañosa y negro conbate es que haze la tristeza! Sy la piensan vençer, ellos quedan vençidos. No es esta buena manera para desechar tristeza, ca mejor es, y mucho mejor es, ser triste por causas onestas que no alegre por desonestos plazeres. Pon ende no conviene a los enfermos buscar tales remedios que redundan en daños. E sy res[is]tencia queremos hazer a la tristeza, no tomemos por armas los viçios,mas las virtudes, ca éstas son las verdaderas enemista[de]s [que] hazen guerra a los viçios. Esto digo, donde la tristeza fuere en tanto cresçida que viçio se deua llamar. Pero sy la tristeza es tornada en tanta mesura, que no se desanpare la virtut de tenplança, no me paresçe que es de reprehender tal tristeza como ésta. E sy no es de reprehender, sýguese que no es viçio; pues sy viçio no es, tanpoco se deue esquivar quanto se puede escusar. No se puede escusar, porquel sentimiento humano nos costriñe a sentir y dolernos de nuestros propios males. No se deue esquivar porque tal tristeza como ésta, asý como es razonable, assý es prouechosa; e rrazonable, porque es el primer <asý> acto de la dolençia, ca la primera cosa que la dolençia obra en el enfermo, tristeza es prouechosa, porque [de] tal tristeza como ésta puede nasçer y nasçe alegría espiritual. Ca ser triste en las cosas tenporales y mundanas no es syno escala para sobir a los espirituales gozos. Asý quel primer escalón es tristeza corporal; el segundo, alegría espiritual. Ca sy desta alegría no es letificado el corazón de aquel[los] que enfermedades padesçen, no pueden dezir verdaderamente: «Libenter gloriabor, etç.» E no se marauillen algunos si digo que la tristeza tomada con tenprança y mesura es buena y prouechosa, mas avn digo, que es muy conplidera e saludable. Ca sy toda tribulaçión causa tristeza e la tristeza no es ál syno tribulaçión, grand prouecho trae consygo, ca nos ynclina y deue ynclinar a la oraçión, porque cualquier atribulado o triste luego deue orar y lIamcr al Señor; ca la neçesidat de su mesma tribulaçión le costriñe a la oraçión e avn le haze deuoto y açebto. Dize el Profecta: «Llamaron al Señor como fuesen atribulados; de las sus neçesidades los libró.» E non se dize: «Llamaron a Dios como fuesen prosperados o alegres,» ca en estas cosas antes llamamos al mundo que a Dios, mas «como fuesen atribulados”; por[que] la tribulaçión pone al onbre en tal estrecho que le haze buscar con diligençia e cuydado el verdadero remedio; [quien] con angustioso e deuoto cor<r>açón buscare, <que> le hallará. E por ende dize: «De las sus necesidades los libró,» dando a entender que no solamente la tribulaçión haze al atribulado llamar a Dios en su socorro, mas avn le haze digno de ser exaudido, segunt más abiertamente declara este mesmo Profeta donde dize: «Llamarás a Mí e Yo lo exaudiré; con esto en la tribulaçión librar le he; e glorif[ic]ar le he.» Asý que la tristeza e tribulaçión son dos espuelas que nos hazen correr a la devota oraçión.A lo menos no me dirés que a este bien nos conbidan ni pueden traer los plazeres tenporales; y bien tenporales se pueden dezir, porque hasý como los tenpora[les] hazen presta mudanza: ca de guisa que sy vn día haze sereno y claro, otro día lue[go] anubla y llueve, ese mesmo desconçierto veo yo en los gozos humanos, ca vn día nos hazen alegres y de buena ventura y otro día nos causan nublo de tristeza e luuia de lágrimas. Es verdat que mejor lo haze el día que nos haze llorar que [el que] nos haze reýr, pero todo es dañoso, que mal llorar o mal reýr a vna cuenta se salen. Por ende bien son de fuyr tales alegrías dañosas, espeçialmentea los enfermos con quien tengo hecha carta de hermandad. Con éstos me razono, y a éstos sólo<s> amonesto<s> que sus dolençias e pasyones amonestan a ser tristes y atribulados. Porque sý todos vsemos de la tribulaçión e tristeza humana que procuremos con devota y sana entinçión la espiritual alegría, porque podamos dezir con el Apóstol: «Libe[n]ter gloriabor, etç.» Ca si ésta ya dicha alegría alcançamos, de tan buena gana despreçiaremos los gozos humanos como ellos a nos; porque si bien mirar lo queremos, todos los plazeres deste mundo tienen los comienços alegres y los fines tristes y llenos de angustias. Por el contrario acaesçe en lo espiritual, ca son los comienços dificultosos y tristes y los fines prósperos y alegres. Pues dexemos nuestro gozo para boca buena, que se entiende para el fin desta breue jornada, e no temamos senbrar en lágrimas por exultaçión e gozo; merescamos cojer fruto saludable e sí liberalmente y de buen grado nos gloriaremos en nuestras enfermedades, porque more en nuestras ánimas la virtut de Cristo. E avn  no me consiente mi deuoçión poner e[n] oluid[o], antes me manda traer a la memoria, vna palabra que en la estoria deste santo Apóstol se escriue, donde dize: «La virtut en la enfermedad es acabada e perfecta.» Segund esto, entender nos conuiene que devemos esquivar todos los [v]içios, ca virtud perfecta no se podría llamar en conpañía de viçios.Por ende [si] el trabajo de la dolençia nos aflige, puñemos por gozar del bien e honor que promete; e yo no sé otro mayor honor ni dinidat en esta vida, que perfeçión e virtut en la enfermedat se açendra e apura. Suframos el tormento por respecto del fin, amemos la dolençia no por sý sola, ca no lo mereçe, mas por respecto de la virtut; amemos a quien nos ama e desamemos a quien nos desama. Las dolencias e afliçiones nos aman, conuiene que las amemos; la salut e prosperidat nos desaman, desamémosl[a]s por Dios, que conviene a los enfermos trabajar por lo que aver no podemos; ca de tal diligençia sólo el afán nos cabe en suerte. Trabaj[a]mos por traer a nuestras manos los gozos humanos y ellos no quieren venir. Todo el bien deste mundo es manjar de los sanos; pues dexemos lo ajeno y vsemos de nuestra dieta, y de tales viandas gustemos que nos hagan buen estómago, sofridor de todo trabajo. De seys viandas me paresçe que deuemos y podemos vsar seguramente todos los que dolencias padesçemos. Las quales son éstas: tribulada tristeza, paçiençia durable, contriçión amarga, confesión verdadera y frequentada, oraçión devota, perseueraçión en obras virtuosas. E destas seys viandas e de otras sus familiares podemos comer sin temor; y avnque parescan al gusto algún tanto amargas, neçesario es que asý sea. [Ca] la dieta a pocos enfermos sabe bien,  pero es prouechosa y es for[tifi]catiua. Por ende queramos lo amargo, pues lo dulçe no nos quiere, porque el [a]margo del paladar, que se entiende por el sentimiento humano y se co[nuiert]a en dulçedunbre del ánima. E yo no sé para qué queremos los enfermos cosa deste mundo, ca bien que rodeemos, no halleremos en él cosa que bien nos quiera. Los plazeres que en él son del todo nos habor[r]esçen, la salut nos desanpara, los amigos nos oluidan, los parientes se enojan, e avn la propia madre se enoja con la hija enferma, y el padre abor[r]esçe al hijo que con continuas dolencias le ocupare la posada. Y no es marauilla que asý sea. Ca desque el enfermo se abor[r]esçe y enoja de sý mesmo, no destas cosas tenporales tan grand[a]nbre padesçemos los dolientes, procuremos lo que más a la mano nos conviene, y esto es lo espiritual y saludable al ánima. Ca esto ál, avnque loqueramos, no nos quiere, y de todo ello se puede muy bien dezir que es hecha grand[a]nbre en la tierra de los enfermos en tanto grado, que avunque matar lo quer<r>amos con las riquezas de los plazeres ajenos, [no] nos las darán ni el freno de las dolençias consentirá<n> que las gustemos. Por ende dexemos a quien nos dexa, y Aquél sólo queramos que nos quiere y Aquél sólo amemos que nos [da] las dolençias, a este respecto porque aborescamos el mundo y amemos a Él que nos ama. Syn dubda Éste es Padre v[er]dadero, Éste es Padre amable, Éste sólo es aquél que no se enoja con nuestras pasyones. Éste es el que sana nuestras enfermedades; Éste es el que redime de caýda y peligro la nuestra vida y nos coronará de misericordia e grandes merçedes. Éste conpli<de>rá en bienes los nuestros deseos y renovará asý como águila la jouentut nuestra. Pues a Éste busquemos con feruoroso deseo lo[s] que de anbre de salut corporal morimos en esta tierra estrangera. que en Éste hallaremos tal reposo que nuestra tenporal y humana tristeza será con[u]ertida en alegría espiritual y durable. Mas porque en esta[s] cosas sobredichas la paçiençia tiene el prinçipado o señorío, ca si ésta no rige y manda el convento de los dolientes, todas nuestras dolençias y nuestro trabajo quedarían syn fruto, por ende no me paresçe deve quedar la paçiençia con sólo el nonbre que en este synple y breue tractado es nonbrada en algunos logares, ca de quién ella es y en lo que consiste, razón es que se haga alguna espeçial menbrança. E sy tanto dezir no supiere quanto ella meresçe, a lo menos que bastare la pequeña facultad de mi pobre juyzio no lo quiero negar, antes me plaze enplearlo en su seruiçio. Ca segund yo lo he menester, e bien es trabajar por tenerla contenta. E si escojo de la dexar postrimera, esto hize por le dar más onor, como veemos que se costunbra en las proçesyones solemnes, ca los de menor estado e súbditos comienzan primeramente a andar la proçesión, elos perlados e dinidades proçeden postrimeros, asý como guarda e custodia de sus ynferiores. E a este respecto yo quise dexar la paçiençia para el fin desta mal hordenada procesión de razones, asý por guarda de aquéllas, como por perlada de mis pasyones e angustias, que sy en las manos desta buena abadesa no fazemos profesión los dolientes y aflitos, no podríamos abeniren la oseruançia de virtudes que nuestro prouecho espiritual se requiere. Por ende, desta onorable perlada llamada Paçiençia, quiero dezir lo que se me entiende. E començando por su discreto nonbre, yo no sé quién fuese padrino, mas por çierto, quien este nonbre le puso, el él sólo, syn más cosa, razón es, nos quiso mostrar abiertamente [lo] que en ella es. ¿Y qué es Paçiençia sino sofrir con prudençia, segunt lo declara[n] sus mesmas letras diziendo “paçiençia”? [A]questas primeras que dizen “paz” demuestran pasión o padesçer, y las sye<n>te postrimeras que dizen “çiençia”, ya uedes lo declara asý, que paçiençia no es ál, syno padesçer con pruden[çia]. Se entiende sofrir onbre sus trabajos de tal guisa que sy son malos y demala partevenidos, la prudençia  <se> del paçiente sea tal , que los convierta a buena y prouechosa a sý mesmo. E sy los trabajos son buenos y de  buena mano, asý como son los que vienen de la mano de Dios, mucho más conviene que el padecer sea prudente y sa[b]io, porque no pierda el galardón de aquéllos. E por qué nonbré aquí primero trabajos malos y de mala parte quiero dar razón: porque los trabajos y aflyçiones que yo llamo malos y de mala suerte son aquéllos que el mundo da a sus seruidores, que quanto más le aman, tanto por gualardón reçiben. E por esto quando veemos acaecer estos males dezimos: quien al mundo syrue, el mundo le da el gualardón, que se entiende por el daño peligroso que dende reportan. E syn dubda trabajos malos y de mala parte se pueden dezir aquéllos que por desordenadas cobdiçias acaesçen cobdiçiadores dellas, ca no tenemos por saber los grandes trabajos qu[e] a estos talñes contecer, con tanto que sy por padesçer afanes se ouiese o pudiese  alcançar la corona del martirio, mártires veríamos en nuestro tienpo [como] en el de Diocliç[i]ano Agusto. Mas por nuestros pecados, el contrario acaesçe, ca veemos muchos padesçientes y pocos mártires, segunt aquello que dize Agustino que no haze ser mártir la pena, mas la causa. Pues quien por malas causas padesçe, no es digno de aqueste nonbre y menos de la corona verda[dera]. Pero de tormento y afliçiones, más padesçen que los mártires, ca los mártires padesçían en el cuerpo solamente e sus ánimas eran libres de toda angustia y Ilen[a]s de gozo espiritual, mas lo[s] que respeto mundano padesçen, tienen doblado tormento: en los cuerpos, puestos en grande angustia, y las ánimas y coraçones suyos mayores males padesçen. E por éstos dize el Profeta: «Suben fasta los çielos, desçienden hasta los abismos; e las ánimas de aquéllos en males desfallecen”. <a> E bien se puede dezir «suben fasta los çielos» quando por los escalones de sus desordenadas cobdiçias son sabidos y quieren procurar más de lo que les conviene; e desçienden hasta los abismps quando por aquesta causa son abatidos al suelo e caýdos en grandes peligros. Quanto más, lo que Dios no quiera, sy por esta causa desçienden al peligro que se llama ynfernal, bien se puede dezir que desçienden fasta los abismos, pues la ánima de aquéstos en males es trabajada, y a estos tales trabajos llamo yo malo[s] y de mala parte. Pero avn a estos males que asý de malas causas proçeden, mejor se puede exerçer la paçiençia de quanto pensamos, tomándola por su propio nonbre el qual es padesçer con prudençia. E pues el padesçer, avnque les pese, tiene[n] en casa, de la prudençia me paresçe que les deue plazer, y vsar della lo mejor que pudieren. La prudençia verdadera, que en los males ya dichos puede hazer cobrar nonbre  de paçiençia, ésta me paresçe que deue ser. Ca deuen mirar los padesçedores de aquestos males no tanto<s> los da[ñ]os y peligros que les son venidos como el tronco e rayz donde aquéllos proçeden, y angustias; que sy en las manos desta buena abadesa non fazemos profesyón los dolientes y aflitos, non podríamos beuir en la obseruançia de virtudes. E sy el ueIo de la cobdiçia redrare[n] delante sus hojos, verán sus trabajos y angustias a la mano derecha, que se entiende averles venido por justo meresçiminento, yel tronco y raýz, que es su mal deseo, a la mano y<e>squierda. E sy de prudençia quisyeren vsar, separarán del todo la mala raýz de sus desmayadas cobdiçias, que por syniestro camino a grand suyo los dirigían, e abraçarse an con los trabajos de la mano derecha, conosçiendo que justamente los padesçen. E reçibiéndoles en su voluntat como por comienço de pago de la grand suma de tormentos que les son deuidos, y con este buen conosçimiento, sy quieren, bien podrán mediante la graçia diuina, mejorar su vida, y asý los males de mala parte venidos [s]erán convertidos [en] buena y provechosa emienda. E será llamado éste “paçiente», que quiere dezir; padesçedor prudente e sabio. Ca non es poca sabiduría saber hazer bien de mal y saber trocar el daño en prouecho, el peligro [en] seguridat, etç.

Dexando esto por dezir, lo que en suerte me cabe, conviene a saber, de los trabajos que vienen de buena parte y por nuestro grand bien, que son solamente aquéllos que vienen de la mano de Dios: dolençias, pobrezas e muertes de parientes y otras semejantes fortunas. E para mejor conosçer la paçiençia que en estos males se requiere, es de consyderar <que> por qué en estos tres fines o respectos nuestro Señor premite estos trabajos, ca flagela a los justos a prouaçión, flagela a los pecadores a correbçión, flagela a los malos a dapnaçión. De los que fueron flagelados a provaçión, asý fué lleno de prudençia su padeseçer, que quanto más el fuego de las angustias los tormentavan, tanto más çendrada y clara paresçió la su justiçia y bondat e presona, de los quales dize el Profeta: «En el fuego me esaminaste e non es fallada en mí ninguna maldat.» E avn en loor de aqueste examen o prueva quel Señor haze a sus eletos, canta la Yglesia: «Asy como oro en el fuego prouó el Señor a sus escojidos, e <que> asý [como] olocausto o sacrifiçio los reçibió.» Mas por quanto los estremos son mucho d’esquivar, mayormente en estos tres grados, porque quanto de mayor exelensya y alteza es el vno, tanto de mayor desauentura e caýda mortal es el otro; por ende dexemos en paz la provaçión de los justos, pues no es nuestro plato. E asy mesmo no temamos la dapnaçión con los malos, ca la misericordia de Dios no da salu[o] conduto, mas alleguémonos al más çierto y seguro partido, el qual es sernos dadas las dolençias y afliçiones a correbçión y hemienda de nuestras vidas. Y los que a este respeto somos flagelados, sy de paçiençia queremos vsar, deuemos asý padecer o sufrir con prudençia nuestro trabajo, que quanto más creçieron nuestras pasyones, tanto más mejor[e] nuestro beuir. Ca sostener el trabajo de las dolençias y no punto mejorar las costunbres, quedaría el tormento moc[ho] y desnudo de aquel fin saludable y prouechoso respeto porquel Señor soberano premite aquestos trabajos. Y no sólo de aqueste bien sería despojado aquel padesçiente, mas del mérito y gualardón que por ello aparejado le estaua. Por ende avnque nos pareseçe que algunos tienen mucha paçieneçia, porque los vehemos sufrir mesuradament[e] y tenpradamente sus dolençias, pero sy más en ello no ay, no se puede llamar grand paçiençia segund la ynterpetraçión de su propio nonbre, que es padesçer con grand prudençia. Ca no me paresçe ser muy grand prudençia poder onbre ganar con vn mal vna dozena de bienes, e por nigligençia o mengua de afanar, quedarse con el mal solo. Çerca de lo qual es de considerar que ay dos grados de paçiençia, vno bueno y razonable y otro mucho más bueno y de mayor p[er]fiçión, e que <es> razonablemente bueno es sostener onbre sus trabajos aviendo atamiento a dos respetos: el primero respecto es acatar a quién es el que da o premite las dolencias y trabajos, ca es Señor soberano, poderoso, e no es quien de su mano pueda fuir; es grande y abundoso en benefiçios syngulares, que nos haze cada día y nos puede hazer otros mayores. El segundo respecto es acatar la calidat y avn cantidat de los trabajos e la ynpotençia nuestra, ca ellos son tales y nuestro poder tan flaco que avnque queramos cabeç[e]ar contra ellos, ante nos descalabraríamos que nos lo pudiésemos apartar. E quien estos respetos ya dichos bien mirare, tiene la paçiençia en la posada. Ca por primer respecto, que es Dios, deve vmillar sus onbros quanto más pueda, sufrir humilladamente todo lo que nuestro Senor en él premetir quisiere. Y por el segundo, que es su mesmo prouecho, deve esquivar mucho de se aflegir demasiadamente, conociendo que sus demasiadas angustias nin querellas no le pueden más aprovechar de quanto es acreçentable su daño; y esta tal es llamada paçiençia. Y eslo propiamente, ca es padesçer con prudençia e sabiduría, porque acatar bien estos respectos y averse con ellos tenpradamente, de prudençia proçede, ca syn ella no se podría conosçer ni menos seguir o lleuar adelante. Y por esto quando algunos en sus dolençias o afleçiones dizen palabras de soberuia y dan grandes bozes o se querellan más que deven, dezimos que tienen poca paçiençia, y otras vezes, y avn las más, acostunbramos a dezir que no tienen prudençia. E no tener prudençia o thener poca paçiencia, a vn fin se refiere, segund lo declaran las mesmas palabras: ca diziendo: «No tienen prudençia,» damos a entender que fallesçe del todo esta cirtud; e la paçiençia no dezimos que no la tienen, mas que tienen poca, lo qual es muy propio hablar, porque quandoquier que alguna cosa se nonbra «poco», bien se da a entender que ay parte dello y fallesçe parte. La parte que paresçe aver es aquélla que llamamos poco, ca bien paresçe aver algo avnque sea poco. E la parte que fallesçe es la que el mismo vocablo muestra, ca dezir «poco», tanto es como dezir cosa menguada, cosa que se puede y deue acreçentar. Y asý diziendo que tienen poca paçiencia, damos a entender que tienen parte de paçiençia y les fallesçe parte. La parte que tienen es la pasyón e padesçer, E manifiesta cosa es el padesçer ser primera parte de la paçiençia, ca donde non ay pasyón, no ay paçiençia, ni por muy grand prudençia que alguno tenga, sy no tiene el padesçer de algund trabajo, será llamado muy prudente, pero no padesçiente, poco ni mucho, ca el padesçer de las aflyçiones es el que da yn[icia]çión o comienço a la paçiencia, y sin padesçer algund trabajo no se podría formar la paçiençia. Por ende quien tiene est[e] dicho padesçer [t]iene vna parte de paçiençia, pero fallésçeIe otra que es la mejor y más conplidera, y <a> ésta es la prudençia, la qual ayuntada con el padesçer haze paçiençia entera, virtuosa y acabada. Donde dize <haze> el Apóstol: «La paçiençia es obra perfeta.» ¿Pues cómo podría aver en sý perfeçión aquella cosa que de virtut caresçiese o fuese apartada? E para esto mejor entender es de consyderar que la prudençia por sý sola es virtut acabada y loable, pero el padesçer de los trabajos por sý solo no es virtut, avnque sea alguna disposición para l[a] poder adquerir e cobrar. Por ende, neçesario es ser ayuntada alguna virtut, e como la prudençia es aquélla, nos amonesta y enseña a sufrir nuestros males de guisa que nin ofendamos a Dios nin acreçentemos nuestro daño. Ésta es la que espeçialmente devemos auer por familiar en nuestras dolencias. Y por tanto, quando el padesçer de las angustias humanas es guarneçido de aquesta virtud, la qual syenpre trae consygo buena familia, pu[éde] se dezir que la nuestra paçiençia obra perfeta tiene, como sy dixésemos que tiene en sý virtud acabada. No que sean nuestras aflicciones obra p[er]fecta ni virtuosa, mas éstas tolerando sabia y dicretamente e[s] virtut sy[n] la qual no podemos venir a estado de perfeçión. Y esto baste para declarar el primer grado de la paçiençia, segund mi pobre e mugeril y<e>ngenio lo puede conprehender o sentir. Llám[o]le primero no [por] aventaja que lIeue al segundo, mas porque quien deste bien vsare, puede aquí salir al segundo que es mayor y de mayor perfeçión.

[E]l segundo grado de paçiençiay de mucho mayor excelençia y mérito me paresçe ser éste: que no solamente el padesçedor sea prudente en sofrir sus dolençias y pasyones, aviendo acatamiento a los respectos sobredichos, mas [que trabaje] con toda diligençia y cuydado por saber reportar de los trabajos algunos bienes espirituales, a exenplo de aquel syervo bueno e fiel que reçibio çinco marcos de su señor e por su yndustria e trabajo sobreganó otro[s] çinco. E para esto mejor entender, es neçesario de acatar con diligençia y contar bien de nuestro espaçio quántos marcos reçebimos los dolientes y apasionados en el suelo de las dolençias, porque mejor podamos conocer qué es lo que devemos ganar con esa ya dicha moneda, [e] si nos conviene nauegar sobre mar o trabajar por tierra llana. E yo haziendo cuenta con mi pobre juyzio, estando presente la espirençia, la cual en esta çiençia me haze saber más de lo que a<l>prendo, hallo que los que de dolencias y pasiones corporales somos fornidos, reçebimos del Señor soberano çinco marcos de metal muy preçioso. El primer marco es amor syngular; el segundo es las mesmas dolençias; el terçero es la mortifiçación que hazen sentir como quien meresçe y apocan las fuerças del cuerpo; el quarto marco es la vmiliaçión e despreçio que causan; el quinto es el tienpo que enbargan y detienen non consyntiendo ocuparle en cosas mundanas o vanas. E con estos çinco marcos, los quales no podemos negar aver reçebido aquéllos que de pasiones e plagas tenemos los onbros cargados, sy la nuestra paçiençia está en tan rezios vigores, que se pueda llamar grant paçiençia, que quiere dezir padesçer con grand prudençia, podemos mediante la graçia diuinal sobreganar otros çinco, como quien los reporta de logro en espiritual mercaduría. Los quales segunt mi sin[pIeza] me muestra, parésçeme que deven ser éstos: el primero, amor reuerençial; el segundo, temor <e> filial; el terçero, mortificaçión de los viçios; el quarto, humilldat voluntaria; el quinto, retribuçión o açión de graçias. E para mejor ser auisados en este espiritual negoçio, mucho sería y es cunplidero de conosçer la cantidat e calidat de cada vn marco de aquéstos, [a]sý de los que reçebimos como de los que la razón nos obliga a retribuyr al Señor, para lo qual paresçe asaz conviniente cosa hablar de cada vno dellos sy la facultad de mi pobre juyzio bastase; mas por verdat dezir, con tan menguada discreçión los he sabido nonbrar, que para los disçerner y declarar, mal guarnida me veo asý de la theórica como de la plática. Pero syguiendo más la devoçión [que la] sçiençia, y más me auisando la pasyón que la discreçión, diré aquello que Dios por su ynfinita misericordia a mi synpleza administrar quisyere.

El primer marco que reçibimos los dolientes digo que es amor syngular. E para mejor entender cómo es este primero y por qué tal nonbre deue aver, es de considerar que en qualquier cosa qu[e] avemos de hazer nasçe primeramente yntençión o fin a que se haze, ca es como prinçipio o fundamento de la obra que hazer queremos; e asý la yntençión e fin porque somos flagelados e[s] primero de acatar, ca tiene prinçipal logar en el bien que resçebimos; e asý como comienço o causa de nuestro padesçer sea verdadera, que la causa de nuestros padesçeres y trabajos se puede atribuyr a nuestros mesmos pecados e a la propia condiçión de nuestra humana flaqueza, pero en otro grado mayor se puede y deue sobir, ca sy solamente por pecados o por flaqueza vmana viniesen las enfermedades, nin los justos pasarían por esta ley, nin los que sal[m]a de moralidat tienen a cuestas fueran libres de aquélla. Mas <a>uemos que no es asý, c’aunque todos somos pecadores e humanos, los vnos somos feridos de dolencias y pl[aga]s y los otros, que son los más, libres de aqueste omezillo pasan su uida. Por ende non es de dubdar que otra causa más prinçipal ay en ello y ésta es la yntençión o fin saludable porque Dios nos da estas pasyones, la qual no podemos negar ser buena e por nuestro grant bien y manifiesto prouecho, pues qui nuestro bien desea, bien paresçe que nos hama. Y quien sobre desear y querer nuestro bien nos da yndustria o aparejos con que lo sepamos y podamos cobrar, en mayor grado paresçe reluzir el grande amor que çerca de nosotros tiene. ¿E qué otra cosa son las dolencias y pasyones corporales, sy bien las miramos o por mejor dezir, sy virtuosamente las toleramos, syno registro muy çierto para buscar y hallar el camino derecho de nuestra saluaçián? Ca no ay otro camino derecho para yr a paraýso syno el padesçer de angustias y tribulaçiones,y por estrecho camino se alla la ancha y espaçiosa holgança durable. Ca escrito es: «Angosta es la vía que IIeva al onbre a la vida eternal,» como si dixese: «Angustioso e muy estreñido es el camino de los trabajos por los quales nos conviene pasar sy queremos yr a la vida perpetua.» E sy los santos no pudieron yr al çielo menos de pasar por este camino, ¿cómo esperamos los pecadores poderlo seguir syn padecer algunas e avn muchas pasyones? Onde dize Sant Gregario: «A los grandes gualardones ninguno puede venir syno por grandes trabajos.” En pero este padesçer de trabajos me paresçe ser de dos maneras, vna voluntaria y otra forçible. El padesçer voluntario es el que padesçieron los mártires y eso mesmo los confesores y otros muchos syervos de Dios, e oy padesçen algunas personas devotas que por su mesma y propia voluntad se dan a padecer abstinençia, ayunos, vigilias, disçiplinas y otros muchos trabajos, posponiendo todos los plazeres de aquesta vida por los celestiales bienes. El padesçer forçible es el que padesçen aquéllos que no de voluntad mas de neçesydat padesçen estos mesmos afanes; los quales syn deseo de yr a paraýso y menos exerçiçio de por aqueste respecto trabajar nin so[fr]ir ninguna af[l]içión, Dios, por su ynfinita clemençia, los acata y <que>) hiere con su mano y los haze padesçer avnque les pese, dándoles trabajos en que por fuerça se ayan de ocupar y poner los pies en el estreñido camino ya dicho que lleva al omne a la vida aternal. E comoquiera que estos trabajos que Dios da a este fin por respeto son diversos e de diuersas maneras e calidades, segunt el su incomprensible saber con[osç]e que a cada vno conviene, en pero la primera exçelençia de todos ellos las dolençias se le llevan, ca en éstas reluze más claro el amor verdadero y ser paternal que el Padre de las luzes de nuestra saluaçión tiene; ya sea que los otros trabajos abren el entenlimiento y punge[n) el coraçón asý para conosçer la miseria e mutabilidad [deste] triste mundo como para hanelar el deseo a los bienes perdurables, pero las dolençias más de aquésto hazen,ca no solamente habren el entendimiento y pungen el coraçón, ni avn se contentan de hazer al onbre casy muerto e[n] las cosas tenporales, mas del todo dan de las espuelas, haziendo cor[r]er por este sobredicho camino. Ca avnque paresçe de nuestro acatamiento quel doliente se está quedo en la posada, más camino anda de quanto pe[n]samos, y avn estando en la cama preso de hiebre, o sea de otra qualquier [p]enosa dolençia, yo creo que él anda más de cincuenta jornadas. Dios me sea testigo, a cuyo onor y gloria lo quiero dezir, que del término en que me tomaron mis dolencias a éste en que agora me tienen, más jornadas ay que desde aquí a Roma; las quales, a mal de mi grado, me hazen andar las ponçoñosas espuelas de mis grandes pasyones. Pues sy a mí, pecadora, con la pesada carga de mis ynumerables pecados, tantas leguas por fuerça medo virtuoso toman, su propio deseo a virtud los ynclina. Por ellos creo se puede dezir aquello quel Profeta dize en el Salmo: «Yrán de virtud en virtut y verán a Dios de los dioses en Syón.» Por ende entre los otros trabajos que fuera de nuestra voluntad e a nuestro provecho Dios nos da a padesçer, las dolençias segunt dixe, se lieuan el avantaja y conosçida exçelençia. Agora veamos la diferençia de aquestas dos maneras de padesçer que llamé, la vna voluntaria e la otra forçible, porque mejor se pueda conosçer sy asyenta en este marco primero que los dolientes resçebimos el nonbre que mi synpleza ynventó o le puso llamándole amor syngular. E no es de dubdar que el padesçer voluntario y de propio grado es mucho de loar a quien le tiene. Por ende quien syente en sý averle por familiar dé a Dios muy grandes gracias. Y el padesçer forçible e syn gana no es de loar poco ni mucho a quien le tiene, mas solamente es loar y gradesçer a quien le da; donde se sygue que la diferençia de aquestos dos padesçeres se deue partir e[n] partes en esta manera, ca los que tienen el padesçer voluntario resçiben de Dios graçia especial, pero los que fuera de su voluntad o contra aquélla padesçen, reçiben de Dios amor syngular. Y es ésta la causa que los que por su voluntad padesçen, paresçe claro que ellos mesmos se aman y desean verdaderamente su saluaçión. P[ero] los que contra su voluntad padesçen, manifiesto es que más los ama quien los haze padesçer que no ellos mesmos, ca segunt su nigligençia y descuydamiento, antes escogerán holgando yrse al ynfierno que trabajando yr al paraýso. Pues quien les quita la holgança dañosa y les da provechoso trabajo, muy grande amor les muestra y con mucha razón le deue ser dado renonbre, llamándole amor syngular. E bien se puede dezir syngular, asý por las causas ya dichas como por no ser a todos comunicable, c’avnque muchos somos los ociosos e[n] nigligençias en este estrecho camino de paraýso, pero no todos, antes a mi paresçer los menos, son llagados de dolençias durables. Pues aquesta diligençia o cura espeçial que Dios muestra en los que asý fragela, çierto es que de grande e syngular amor proçede. En prueva de lo qual bien se podría traer algunos y avn muchos enxenplos, mas como dize Sant Gregorio en vna omelía: «Aquello que la verdat por sý mesma espone o declara, la fragelidad vmana escudriñar no presume.» E asý dexando los arroyos e voluiendo [a] la fuente que es llamada fuente de agua biua, ¿qué más prueva queremos de aquélla que Él mesmo declara y aprueva allý donde dize: «A los que yo amo, arguyo e castigo.» Por ende el primero marco que reçebimos los dolientes e apasyonados es amor syngular, con el qual devemos sobreganar amor reuerençial. Y este sobreganar se entiende sobreamar a Dios con mucha reuerençia y entrañable devoçión, no quel nuestro amor pueda sobrepujar nin en ninguna manera ygualar el suyo, co esto solamente pensarlo sería fantasýa y manifiesto herror. Mas este sobreamar conuiene entenderlo desta manera: que aliende de lo que por sý mesmo y por sus ynumerables benefiçios Él deue ser amado, que sobre todo esto acresçent[e]mos en el su amor, de guisa que por respecto de este marco de amor syngular que d’ÉI resçebimos, sienta y halle e[n] nosotros conrespondiente de alguna biu<d>eza o espeçialidat de amor, syntiéndonos más obligados a le amar y seruir que no los otros. Y quando por nuestra flaqueza o tibia devoçión esta espeçialidat afloxare o fallesç[i]ere, que conoscamos la nuestra misquindat y nos ayamos por culpables e desagradesçidos de tanto benefiçio confesando con humilldad la culpa de nuestra yngratetud. E [si] asý lo fiziéreemos, non es de dubdar que Aquél que con tan grande amor hiere nuestra humanidat de graues dolençias, que con mucho mayor caridat ferirá nuestras ánimas y coraçones del su diuinal amor, dándonos graçia que le podamos retribuyr amor reverençial. Digo reuerençial no porque sea cosa nueva nin ascondida a las gentes la soberana reverençia que a Dios devemos, asý como criaturas al Criador e como ouejas redemidas a universal Redentor, mas porque allende de los otros respetos, por este ya dicho respecto que es el su amor syngular en nuesfras dolençias, mostra<n>do, le ayamos vna espeçial reuerençia y te[m]or, la qual se puede formar contenplando el su benefiçio e syngular elecçión que le plaze hazer comunicando las sus disçiplinas y haziendo a nos, mas que otros, dignos de ser corregidos de la su mano a tanto bien y prouecho nuestro, segunt cada vno puede en su ánima sentir mejor y más conplidamente que yo dezir lo sabría. Y desta manera se puede [y] avn [se] deue sobreganar amor reuerençial en retribuçión del primer marco que reçebimos,el qual segund dixe es amor syngular.

El segundo marco que reçebimos los dolientes, que es la mesma dolençia e pasyón corporal que padesçemos, bien sé yo agora que [de] aqueste metal, no digo marco, mas ni ochaua, ninguno quer[r]ía reçebir. Esto es por no ser conosçida la virtud desta moneda nin los exerçiçios saludables que obrar puede y obra syn dubda doquiera que halla abilidad e dispusyçión para ello. Ca si fuese[n] conosçidas sus operaçiones, de aver resçebido tal marco como éste, ninguno se podría arrepentir. Mas quien quiere saber la virtud y prouecho que las dolençias trae[n] consygo, oya a Sant Bernaldo que dize: «La dolençia llaga el cuerpo y cura el alma.» Pues, io bendita la enfermedat açesoria que es convertida en salud prinçipal! ¿Y quál es nuestra salud prinçipal syno la salud del ánima? Ca quanto de mayor estima es el ánima que el cuerpo, tanto en mayor presçio deve ser tenida la medeçina que  sana las volnuraçiones del ánima. Mas tanta es nuestra contrariedat en el bien espiritual, que más nos haze tener el ánima enferma de hiebre continua, que sofrir en el dedo del pie vn pequeño dolor, segunt paresçe por espirençia. Ca por sanar de vna sola dolençia corporal sofrirá onbre muy grandes tormentos, asý de amargosos tragos de xaropes esquiuos como de pasar la carne con hierros ençendidos e despedaçarla con agudas navajas, y avn sy la dolençia lo requiere, consentirá el enfermo cortar vn mienbro porque le quede la vida, la qual con todas estas diligençias syenpre atiende la muerte. E por sanar el ánima de hiebre contina, sofrir vna terçiana se nos haze syniestro. iO enfermo, no te engañe el dolor corporal ni af[l]içión vmana priue la luz de tu entendimiento! Ca esa mesma dolençia que tu aborresçes, ésa te ama; ésa mesma que temes, te da seguridat; la que deseas de ty apartar, ésa te allega al bien verdadero. E sy deseas físyco que te cure, non busques syno a ella mesma, ca sy la consyentes obrar en ty quanto ella quisyere, mejor te sabría purificar de los malos humores de quanto tú piensas. ¿Y quáles son los malos humores syno los syete pecados prinçipales? Ca syn dubda éstos son los que hazen adolesçer el ánima de hiebre continua. Pue[s] atiende con discreción la cura marauillosa que la dolençia corporal obra en tu ánima y hallarás por verdat que ella quebranta la soberuia y engendra vmilldat, quita auariçia e da libertad, refrena enbidia y exorta caridat, vieda la gula y faze guardar<e> astinençia, mata los ynçendios e dispone a castidat, aparta la yra y trahe a mansedunbre, non consyente en su casa ninguna ocçiosydat ¿ Pues dónde se podrá hallar físyco tan discreto en el arte de medeçina [que] con vn solo xarope cure al enfermo de todos males? Ca por mucho que sepa, sy sanare el barço, dañará el fígado; ca sy conseruar el estómago, hará doler la cabeça. Mas bien paresçe[n] las dolençias corporales ser xarope confaçionado e hordenado de aquel soberano Físyco cuya sola palabra restañará Universia. Ca este solo xarope, sy bien resçebido es y detenido en el estómago, haze purgar el ánima de todoso siete males humores sobredichos. Y porqu’estos loores que yo doy de las dolençias no piensen algunos que lo hago por afecçión espeçilal que las aya, avnque vista su perseuerançia y diligençia que pone[n] en me curar desta hiebre ya dicha, no niego yo les aya buena aficçión, ca tan[t]o las amo como ellas a mí, pero bien s[abe] todo onbre que no menos me afligen que a otra persona  humana en grado aflegir podrían. Mas ni por el bien espiritual que me hazen yo diría loor que de verdat discrepase, ni por el continuo trabajo que me causan les quiero negar el bien tan conplido que el Señor de todos los bienes en ellas quiso e[n]xerir, syguiendo en esta parte aquella ley antigua que dize: «Ni negarás la gloria al bueno ni la pena al malo.» Y por mejor mostrar estas operaciones y cura marauillosa que las dolençias hazen en quien en las manos toman, quiero p[a]ssar asy breuemente por estas syete hiebres ya dichas que hazen ser frenética la nuestra ánima, para más claramente ver cómo la dolençia corporal las pueda curar. Es primeramente de consyderar la soberuia, la qual es capitán [de] todos los malos humores espirituales, dónde a nasçimiento. E yo [d]yscur[r]iendo por el libro de su genalosía, segund mi synpleza lo puedo sentir, ella proçede de seys prinçipales rayzes. La primera de claro linaje y grandes parientes; la segunda de ser bien proporçionado y valiente; la terçera, jouentud y que comunmente hermosura llamamos; la quarta, graçiosa eloquençía e muy eleuado yngenio; la quinta, dinidad e honrras mundanas;  la sesta y menor que todas, de abundançia e ryquezas y copiosas pecunias.Agora ved cómo a todas estas cosas con mano armada risiste la dolençia:

La primera rayz de soberuia, la qual es gloriaçión de grandes parientes, resiste en esta manera: que avnque sea hijo de vn duque, almirante o marqués, sy de grande dolençia o plaga vergonçosa es herido, non digo que solamente los amigos e parientes le<s> avrán en despreçio, mas su mesmo padre y madre dispornán de le desenpachar prestamente de su casa y poner donde ningund detrimento e confusyón les pueda venir. Y aunque sea mayoradgo será avido por menoradgo. E no solamente entre los muy propios parientes o yguales, mas entre los syervos menores de toda su progenie será despreçiado y no tenido por ygual del menor de aquéllos. Pues, ¿quál es la persona que se pueda gloriar de aquello mesmo que la despreçia? Más a mano viene que[x]arse de la ynpiedat de l[o]s tales parientes que no gloriars de su nobleza, y más razonable paresçe alexarse con humilldat del consorçio de aquéllos que no ensob[erueçers]e de su poderío. La segunda raýz de soberuia es la ygualdat proporçión y valentía de cuerpo. A ésta tanbién resiste la dolençia, ca por bien proporçionado que alguno sea, sy la dolençiale viene a uisytar con firme y saldo arnés y haze en él continua morada, no creo que le dexe fuerça de que se pueda mucho gloriar, ni su proporçión quede tan ygual que no halle en ella algund desconçierto. La terçera raýz de soberuia es jouentud y belleza. Ésta dirés que no [r]esiste la dolençia, [que] con mejor osadía [la] l[l]eua a la mano que a todas la[s] otras, ca no ay en el mundo trabajo que asý prestamente convierta la hermosura en fealdat como es la dolençia, que de blanc[o] haze negro y de negro verde escuro. Pues la jouentud tanto la ynpuña que de hedat de treynta años haze pa[r]esçer más viejos que Symeón e[l] Justo. Y no solamente en el jesto, mas avn en los actos de jouentud haze la dolençia más pesados a los jóuenes que no ha los que la carga de dos quarentenas de años tienen acuestas. La quarta raýz de soberuia, sy es graçiosa eloquençia e muy aleuado entender o yngenio, desto tanpoco se teme ni espanta la dolençia, ca la graçiosydad del hablar haze convertir en desdones diziendo: «¡[ay] cabeça, ay estómago, ay Santa María, ay Sant Pedro!»; de guisa que en vn grand volumen de quexas haze gastar al enfermo todo su tienpo. Pues el grand entender no creas que oluida, ca por muy entendido ni agudo que sea, la dolençia le pone en tal estrecho que su grand sentido ni el de sus vezinos no le puedan socorrer. ¿Quánto más si la dolençia o pasión es de tal calidat que pierde el oyr o el hablar quien asy se syntiere? Por muy sotil yngenio que tenga, dentro de su puerta se puede dél aprouechar; mas quanto que lo pueda enplear dode gloria vana resçiba, no tema de eso, ca su mesma dolençia le haze seguro de tal ocasión. La quinta e muy vigolosa raýz de soberuia es las dinidades  e honrras mundanas. Éstas, sy a Ios otros se allegan, de los enfermos asý las veo huyr como el diablo de agua bendita, Y no es marauilla sy asý es, ca la dolençia con humilldes honbr[o]s sostenida es agua bendita que alinpia e laua la conçiençia del enfermo; y las dinidades y honrras mundanas son <asý> ýdolos, asý por la desygualdat e desordenança en que son cobdiçiadas y procuradas con tantos feruores y trabajos, como sy por ellas ouiesen de aver saluaçión, como en la figura que en ellas apropiarse se puede. Ca los ýdolos, en el tienpo antiguo de los paganos, avíanlos en logar de dioses y en aquella figura o ymajen de piedra o metal entraua el diablo dando respuestas engañosas al pueblo, etç. Asý las dinidades e onores humanos fueron constituydos y aun son a reuerençia de Dios, y en su lugar están aquéllos o aquéllas que las tienen. Pero a las vezes acaesçe c’asý [en] esta figura de perlados o pontífiçes entra el prínçipe de tiniebras, haziéndoles dar mal cabo de sý e de sus súdbitos. E tornando al propósyto, dignidat ni onra humana, nin el doliente se puede dar a ella ni ella a él, ca donde la propia dinidat fallesçe, la açesoria es escusada. La sesta e postrimera raýz de soberuia es abundançia de muchas ryquezas. Ésta bien creo que aya ensoberuesçido a muchos, e a las vezes los lleva tanto en alto que los haze caer en el piélago de pobreza espiritual. Pero donde las dolençias residençia hizieren, nin creo que las riquezas se pueden auer, ni auidas pueden daño hazer, porque asý las saben las dolençias traer so los pies de su seruiçio, que bien se pudiera y avn deuiera aquí pasa[r] so sylençio, syn hazer dellas alguna mençión. Mas por quanto es dicho algund poco de las raýzes prinçipales donde soberuia proçede y como la abundançia de pecunias y bienes tenporales sea vna muy gruesa y verde raýz, la qual no haze poco cresçer y espander por el mundo los ramos de soberuia, quísela poner en este cuento por más claramente mostrar que por quantas partes la soberuia puede pervalesçer, por tantas la ynpide y cont[r]asta la dolençia. Ca no es dificultoso a quien puede resistir lo más, que pueda del todo sobrar a aquello que menos es. Y no es dubdar que los bienes de natura son mayores en grand grado que los de fortuna. Y pu[e]s aquéstos las dolençias resisten y quebrantan en la manera susodicha, sýguese que con mayor fuerça y vitoria resystirán los bienes de fortuna. E como las ryquezas tenporales sean bienes de fortuna y totalmente subjetas a su juridiçión, más ligeramente las puede conbatir y esparzir la dolençia, y avn ellas mesmas muestran averle miedo, con tanto, que muy poco e ralamente las verás allegar a los dolientes. Ca segund dixe en vna parte de este tractado: «De mill enfermos vno rico non verés, e sy lo es, la dolençia le hará pobre en poco tienpo.» E caso que en alguna parte abunden las ryquezas en tanto grado que aya para espender e guardar, avn con todo eso syenpre queda pobre aquél que su ryqueza no le puede ayudar a salir del trabajo, y pensar que nunca la fortuna hará ryco a aquél que la natura haze pobre. Y desta manera ya dicha saben las dolençias curar el ánima del dañoso humor prinçipal que soberuia se llama.

Veamos sy de la auariçia puede guaresçer: sý, en verdad, ca por auariçioso que alguno sería, sy se vey enfermo, en ese punto es hecho liberal y franco, ca a llaue del natural deseo que onbre tiene de su propia salud haze luego abrir las puertas de la auariçia y vsar prestamente de la liberalidat, ca no solament conviene al doliente gastar abundantemente en la cura de su propia persona y salud, mas avn le conviene ser liberal con los físycos y gastar francamente con los que le syrven. Ca segunt la caridad es fría en el mundo y avn dell todo elada, sy la franqueza de los benefiçios no aliuia los coraçones ligeramente se enojan de seruir. E avn [n] o sólo le conviene al enfermo vsar de franqueza en las cosas ya dichas, mas avnque le pese, avrá d’espender en obras de piadat y devotos sacrefiçios dando limosnas, haziendo dezir misas porque Dios le otorgue la salud que desea. Pues el terçero y muy dañoso vmor de ynbidia, el qual syn dubda mucho enmagresçe e desgasta la salud espiritual, creed que le saben las dolençias adelgazar en grand grado. E como la ynbidia sea aver pesar del bien ageno, y el prinçipal bien desta vida sea la salud, quien désta es despojado, tanto tiene que ver en su mesmo mal que de los bienes agenos no se puede menbrar, ni es posyble que el enfermo pueda aver enbidia, syno solamente de salud corporal. Pues como éste sea natural deseo, aver enbidia dello no es pecado, con tanto que no deseemos por eso daño en la salud agena, ca ésta más podría ser llamada esquisyta maliçia que natural enbidia. E asý curando el ánima destos tres humores prinçipales, los otros quatro son suaues julepes muy ligeramente lo saben las dolençias echar fuera de casa, ca el mesmo ynçendio e vigor que ellas traen consygo, ahogan muy presto los ençendidos carnales. Pues de gula ya vedes sy conviene vsar, ca donde la dolençia está, ende hallarés ayustinençia e ayuno, con tanto que avnque el enfermo no quiera, le hará ayunar más de quatro quarentenas de vigilias. No cale hablar, ca el dolor le desvela, [e] disçiplinas en los onbros las tiene. ¿Qué más haze la dolençia? Convierte la yra en mansedunbre. No es maravilla sy aquélla a quien Dios da poder que amanse la fuerça natural, le da virtud que pueda mitigar o amansar la ynpetuosydat açidental. Pues la açidia, jamás la consyente. E quien dize de el [en]fermo esta[r] oçioso, éste no sabe qué cosa es dolençia, ca sy lo supiese, la mesma espirençia le dar[í]e a conosçer cómo el enfermo syenpre está ocupado en trabajos meritorios e ocultos, apartados syn dubda de todo loor humano. Ay algunas personas que con ynorançia dizen: «iQué bien se están los dolientes que se están holgando!» Yo llamo a esta tal ynorançia, ynorançia maliçiosa, llena de enbidia espiritual. La ynorançia es no saber o auer gastado el xarope trabajoso de las dolençias. Y la maliçia y enbidia espiritual es en ser tan apartados de caridat e piedat de sus próximos, que viéndol[o]s padesçer desyguales pasyones, no solamente no han dellos conpasión, mas avn los que dolençias pasan se lo puede sentir. Por lo que [en] suerte me cabe, puedo dezir que yo creo que el enfermo afana más estando en la cama que vn labrador que desde la mañana a la noche no desanpara de su mano el a<l>çada. E asý dize muy grand verdat Sant Bernaldo que la dolençia llaga el cuerpo e cura el ánima des tos syete humores ya dichos que la hazen adolesçer destos syete continua[mente]. E avn la doIençia dispone la voluntad a las cosas espirituales e quita delante los ojos del entendimiento la niebla de los bienes caedizos y vanos y haze trasluzir el rayo del verdadero conosçimiento. Onde se lee del muy glorioso padre nuestro Sant Françisco que como fuese duputado a negoçiaçiones mundanas e avn ynorase e no uviese gustado las espirituales, fué fecha la mano del Señor sobr’él, segund cuenta su estoria, e castigólo n vna graue e prolixa dolençia y clarificóle ynteriormente con la vnçión del Espíritu Santo, y de aquí fué dado comienço a la luz de su grand perfecçión. Por ende los que dolençias y pasyones corporales padesçemos, no seamos desagradesçidos ni neguemos el gran bien que en ello nos viene, ca syn dubda, marco de muy saludable metal resçebimos de Dios, para que con él podamos ganar tantos bienes. Pero espeçialmente nos amonesta la razón que deuemos ganar y cobrar temor filial, ca muy grand marco prouechoso ganará el enfermo con la dolençia o pasión que Dios le dió sy por ella es ynstruydo al temor suyo. Onde dize el Salmista: «El temor del Señor es y permanesçe en todos los syglos.» Y en otro lugar dize: «Comienço de· sablduna es el temor de Dios.” E como quiera que de loores e amonestaçiones deste santo themor los libros son llenos, pero ay dos maneras de themor: vno de seruidunbre y otro filial. El temor de seruidunbre es el que el syervo teme a su señor y el temor filial es el que el hijo a su padre. E no enbargante que estas dos maneras de temor, anbas son d[e]uid[a]s a Dios soberanamente, ca Él es Padre de toda criatura y es Señor de todos los señores, pero ay entre estos dos themores grand diferençia, y no menor aventaja de mérito lieva el vno al otro que en la calidat paresçe llevarse, ca el temor del syervo proçede de neçesidat, mas el temor del hijo, de amor natural proçede. Por ende, avnque el temor de seruidumbre no devemos arredrar de nuestro <daño> lado teniendo a Dios como a nuestro soberano Señor, en pero devemos añadir temor filial temiéndole con grande amor, ca este temor es a Dios más ap[l]azible y a nosotros: más meritorio, segund paresçe por la diferençia de anbos themores. Ca el syervo teme a su señor por causa que tiene dominaçión e poderío sobre él y le puede perseguir y echar d[e] su casa, lo qual todo se remite al propio ynterese del syervo, segund se puede ver por yspirençia, que vn onbre desque biue  con vn señor ale temor y reverençia, pero sy acaesçe que el señor le echa de su casa y le quita la biuienda que con él tenía, luego le pierde el miedo. Mas el hijo non teme de aquesta guisa, ca bien sabe que su padre no le persyguirá nin echará de casa, mas témele solamente con natural amor y reverençia filial, buelta con vn propio deseo de no le enojar. E asý como el themor seruille se remite al ynterese del syeruo e a su mesmo dapno o prouecho, por consyguiente el themor filial se remite totalmente a la honor y reverençia paternal de su padre. Por ende aqueste temor asý como es más perfecto, asý es más meritorio, el qual devemos cobrar los <los> dolientes con el açote de las dolencias. E avn me paresçe que ellas mesmas se traen consygo aqueste temor y nos conbidan a él: c’asý como el primer marco que resçebimos es amor syngular, con el qual devemos saber ganar amor reverençial, por consiguiente con el segundo marco, que es la mesma pasión o dolençia, la qual es abcto del mesmo amor syngular que Dios nos ata, e[n] pos del amor, luego viene el castigo, castigando y corr[ig]iendo nuestras culpas asý como dulçe padre, por lo qual devemos luego añader o reportar, de logro espiritual, temor filial, temiéndole no solamente a respecto de su ynconprehensible e absoluto poder que nos puede perder almas y cuerpos en el ynfierno, nin solamente a respecto de nuestro gran daño que en ellos nos viene, nin avn por cobdiçia de los grandes bienes que en esta vida nos haze y puede hazer, ni de los mayores y más perfetos que futuros se llaman, mas solamente por respeto de no le ofender. Aqueste temor filial es de tanta fuerça y virtud, que puede echar fuera el temor de seruidunbre, avnque yo no digo que por esto se pierda, antes amonesto que por quantas partes Dios deve ser temido de sus criaturas, por tantas partes, con grand vigilançia le tem[a]mos. En pero este amor filial puede dar a quien en sý le syntiere e procurare de aver tanta fe y esperança en el Señor que sea seguro de su paternal y soberana caridat que no le consyntiere e procurare de aver tanta fe y esperança en el Señor que sea seguro de su paternal y soberana caridat que no le consynti[rá] venir en postrimero perdimiento.

El tercero marco que reçebimos los dolientes es mortificación que las dolençias hazen sentir en las fuerças corporales. Éste paresçe ser prinçipio [e] sello de las dolençias, c’asý como sello puesto sobre la çera dexa en ella su mesma [señal], asý las dolençias con el sello de la mortificaçión hazen quedar en el cuerpo e cara del doliente la señal de sus propias armas. Onde acaesçe algunas vezes que avnque no sepamos de algunas personas sy son dolientes ni sanas, por la figura deste sello ya dicho lo conosçeremos, ca desque los vemos la color de la cara marçesyda, el andar paso e syn fuerças, los huesos de las manos que se trasluzen, luego conosçemos aquel onbre o muger aver estado o estar enfermo. E sy persona es que conoscamos, tanto puede paresçer en su jesto la figura deste ya dicho sello, que nos pueda causar de le desconosçer. Asý que la mortificaçión que enmarçes[ç]e y apoca las fuerças del cuerpo, es sello con el qual las dolençias hazen la ynpresyón de sus propias armas. Ca a los que no<s> conosçemos, haze<r> conosçer ser de su propia sequela; y a los que conosçemos, la guarniçión de aquesta libre[a] haze de[s]conosçer por la mudança ya dicha que en su jesto paresçe. Y avn con tanta fuerça pueden las dolençias ap[re]tar este sello de mortificaçión, que no solamente pueden hazer al enfermo ser non conosçido de los que le conosçen, y conosçido de los que nunca le vieron, mas a sý mesmo haze desconoçer de lo<s> que solía ser, y hállase trocado en otra persona. Ca sy era grueso hallarse á seco y delgado, y sy tenía fuerça para grandes cosas, hallarse á ynpotente para las pequeñas; e sy el andar por la villa le solía allegrar, el estar quedo en su posada, reposo piensa agora. ¡O enfermo, de quánta virtud es este marco de mortificaçión corporal! Y despierta su grande discreçión para que con ella, ayudando Ia graçia diuina, puedas conosçer e<l> saber de qué metal es este marco ya dicho, e allarás que es metal de ynsynuaçión. Ca el te auisa y enseña; avn paresçe que con voz humanal te amonesta lo que con él puedes ganar para retribuyr al Señor de quien lo recibes. Y porque mejor se pue a considerar qué es lo que auisa y enseñaen lo espiritual, conviene dezir mas aviertamente y profundamente lo que obra en lo espiritual e vmano. Ca no solamente am[o]tigua las fuerças esteriores e haze al onbre casy ynpotente en las obras de exerçiçio mundano, mas avn los pensamIentos ocultos en la voluntad mortificada <y> haze quedar sin fuerças. Y para esto más claramente sentir o entender, es de consyderar que el pensamiento vmano es asý ligero como dromedario, el qual e oydo dezir y avn leýdo que anda más en vn día que otra bestia en quatro días andar podría. E asý haze el pensamiento del onbre, que en poco espaçio anda muchas jornadas, con tanto que lo que onbre piensa en vn ora no lo piensa concluyr en vn año, e avn tanto puede el pensamiento nuestro alegrar los pasos, que en diez años non podría onbre alcançar lo que él en vna sola ora conprende. Y a este pensamiento no le enbarga la dolençia, c’avnque [é]sta haze al enfermo non poderoso en las obras exteriores, pero en los ynteriores pensamientos poderoso, le dexa para derramar su pensamiento por donde quisyere, de guisa que avnque esté quarta[na]rio o tollido, le puede representar el pensamiento que va a caça o tiene el arnés a cuestas e ha de justar, e asý en los otros actos mundanos. Mas solamente mortificaçión de las fuerças corporales, es la [q]ue va a la mano a estos vanos pensamientos y los afloxa y haze quedar en grand grado desmayados <e> de sus propios vigores y fuerças; ca, hasý como el pensamiento lieva a desora el coraçón donde quiere, e syn mucha tardança le haze llegar donde la fuerça de su dueño llegar no podría, luego [que] la mortificaçión corporal llega a la puerta, todos estos vanos pensamientos se quedan en frío. Ca desque el pensamiento bueIue la rienda [por] la flaca disposyçión e menguamiento de fuerças corporales conosçe claramente aquél no estar dispuesta para la menor cosa de aquellos que su fantasya, no haziendo cuenta con la huéspeda, la representava. Y desta manera la mortificaçión de l[a]s esteriores fuerças haze<n> desmayar los pensamientos ynteriores y quedar del todo syn fuerça alguna. Pues esto no es syn causa: Dios asý lo dispone antes por nos auisar y enseñar lo que con este marco de mortificaçión corporal devemos sobreganar, y esto es mortificaçión de los viçios. No entiende solamente en la obra, mas en la voluntad, ca no basta al enfermo no pecar por obras, mas conviénele que no peque por voluntad, ca la voluntad por obras es repuctada. E asý como a los trabajos meritorios que son fuera de nuestro poderío no somos costreñidos a obrar,  sýguese que no obrando aquel mal que no podemos, nin nos es pedida pena ni gloria. Por ende aquello sólo que es dentro de nuestro poderío, obrando o dexando de obrar, nos haze dinos de mérito, bueno o malo segunt a calidat de la cosa requiere. E asý se puede dezir que no es de agradecer al enfermo ser apartado o mortificado quanto a la obra de algunos pecados que los sanos cometen, como sus dolençias le agan ynpotente para la operaçión o execuçión de aquello; mas sy quiere aprovechar en su mérito propio, conviénele tener la voluntad apartada de pecar y mortificada en toda cobdiçia de pecado. Ca el no poder obrar pecado en esta parte es auto de la dolençia, mas el no querer desear pecado es auto de la virtud. Por ende, la mortificaçión de los viçios, quanto a la obra, dexémosla a las dolençias, ca ellas por su bondat se tienen cargo de lo hazer en más grado que los dolientes deseamos. Y de aquesta mortificaçión, avnque sea buena y muy loable y causa de grand salud, a solo Dios son deuidas las graçias. <Mas la mortificaçión, avnque sea buena e muy loable y causa de grand salut, a solo Dios son deuidas as graçias>. Mas la mortificaçión de los deseos y pensamientos [es] fecha en la voluntad, lo cual es en nuestro libre alvedrío. Ésta es lo que nos haze meresçer, la qual nos conviene retribuyr al Señor, sy no queremos yr manos vazías de aquel logro espiritual que este terçero marco ya dicho nos auisa y amonesta que con él mesmo podemos sobreganar. Por ende conviene que le sygamos los pasos en esta manera: que asý como las fuerças corporales desmayan y van afloxando,asý los nuestros deseos y te[m] ores e cobdiçias tenporales pierdan las fuerças poco a poco fasta que parescan ygualar con la impotencia o flaqueza del cuerpo, de guisa que el doliente que no puede orar no pueda o no quiera murmurar, y el que no [se] syente dispuesto para hazer obras buenas y meritorias, que no consyenta disponer su voluntad a desear obras viçiosas e malas. E quien no puede seruir a Dios con trabajos corporales, que no le ofenda<n> con soberuias espirituales. Ca syn dubda grand confusyón e vergüença es a aquél o aquélla que no tiene fuerça ni salud para hazer algund bien y tiene presto el deseo para el mal. Por consyguiente paresçe defectuoso no tener salud para yr a la yglesia [a] adorar a Aquél que es verdadera Salud, y estarse quatro oras al tablero o andarse vagamundo por la villa. Tal mortificaçión o flaqueza como ésta más daña que aprovecha, ca tener muertas las fuerças por obra[r] [y] biuo el deseo para cobdiçiar son dos muy grandes tormentos, los quales asý como son llenos de daños y vazíos de mérito e prouecho espiritual, asý son muy apartados de la virtud de prudençia, la qual es la mayor parte de la paçiençia. Ca el que desta guisa remedia sus trabajos, por muy amortiguado o afanado que sus dolençias le hagan, serál llamado padesçedor, mas no pa<des>çiente. Ca no es padesçedor prudente ni descreto el que acresçienta sus males, los que de vn trabajo hazen quatro, y el afán corporal por su niglygençia o synpleza convierte en peligro espiritual. Por ende la prudençia, que es segunda e mejor parte de la paçiençia, deve aquí proveer de remedio aministrando y exortando el padesçiente que de[xe] [e]stos vanos remedios y buelua la rienda a los espirituales, poniendo en obra aquello mesmo que su mortificaçión corporal le auisa y enseña; lo qual es matar los pensamientos y deseos malos e ynpunaçiones humanas dentro en la voluntad con la espada desta ya dicha mortificaçión. Que de qu’ésta bien acataren, luego los vanos pensamientos y cogitaçiones dapñosas perderán sus fuerças, e con poca más andançia que contra ellos muestre las afogará dentro en su posada, que son las secretas paredes del coraçón. Y por esta tal mortificaçión e vitoria secreta que el enfermo paçiente deve aver de sus enemygos los malos pensamientos, los quales le roban el grand bien e mérito que las dolençias traen consygo, dize Sant Gerónimo en vna epístola: «Aquél será loado, aquél será predicado bienaventurado, que como començare a maginar, matará sus cogitaçiones e las ata<ra>rá a la piedra.» Esta piedra no es otra syno aquella angular que reprouaron los hedificantes, ca quien a esta firme piedra acatare o boluiere sus pensamientos, crea syn dubda que se hallará desatada e libre de toda mala ymaginaçión e ynpunaçión diabólica. Onde dize el santísymo doctor Agustino: «Quien fuere mordido de la astuçia de Satanás, mire a Christo en la Cruz.» Pero dexando aparte esta soberana mediçina e vitoria syngular, yo diría que esta piedra fuese o sea la virtud de fortaleza, la qual se puede llamar no solamente piedra, [mas] avn piedra preçiosa; piedra, por las propiedades qu[e] en sý tiene, preçiosa, por la virtud. Y para mejor entender cómo la virtud de fortaleza tiene en sý propiedades de piedra, es de consyderar que la piedra material, entre otras propiedades, tiene dos syngulares o prinçipales: la vna es ynmouibilidad e la otra resystençia. Ca por la ynmouibilidad reçibe los grandes y fuertes golpes syn se mover de su lugar, y por la resistençia resiste y sobra poderosamente los flacos y pequeños. De guisa que ella quedando sana hiere y quebranta aquello que de menor rigor que ella es. Las quales dos propiedades deven ser y son en la virtud de fortaleza, ca las grandes y fuertes golpes que son los grandes trabajos y afliçiones desta vida, reçibe [syn se] mudar de su propio ser e virtud;  e los flacos [y] pequeños, que son las subjebçiones e ynpunaçiones secretas e ynclusas en la voluntad, resiste y sobra poderosamente, no sólo no se mudando de su propósito e propio ser, mas avn hiriendo y quebrantando aquello que de menor fuerça que ella es. E como las ynmaginaciones e tentaçiones proçeden de nuestra humana flaqueza y toda flaqueza sea menor, sin conparaçión, [d]e la fortaleza, non es syn razón que en presençia de aquesta virtud todos los viçios y malos pensamientos no solamente no puedan permanesçer, mas avnque den confusyón, [queden] heridos, llagados y dende a poco que esta [litigaçión] puede durar, se mueran del todo. Por ende aquél será loado, aquél será pedricado bienauenturado, que luego que començare a ymaginar, matará sus pensamientos e los liguará fuertemente a esta piedra preçiosa llamada virtud de fortaleza, la qual no menos es menester que la prudençia sy queremos vsar de verdadera paçiençia, porqu’el verdadero pasçiente fuerte es. Onde del Señor de las paçiençias y Amador de los paçientes dize el Profecta: «Dios fué Justo, fuerte, paçiente.” Ca en la paçiençia verdadera todas las virtudes concur[r]en segunt dir[é] adelante, mas por agora esto baste dezir de la virtud de fortaleza. Ca sy como el padesçer de los trabajo e afliçiones syn la virtud de prudençia non es paçiençia entera ni virtuosa asý la paçiençia está en grand peligro sy no es luego socorrida de la virtud de fortaleza, la qual con su propia fuerça hiere y quebranta todo viçio y ella syenpre queda yle[s]a y sana. Por ende aquesta virtud tomemos por arma para resistir y matar los viçios ocultos, ca los públicos, las dolençias se los resysten. Çerca de lo qual me paresçe que no es [de] pasar so sylençio, antes repetirse deve<s> aquesto quel glorioso y santo doctor en est[a] su autoridad sobredicha nos aperçibe diziendo: “Luego que començare a ymaginar, etç.” Donde paresçe que el mortificar de los pensamientos e ynteriores no consyente alguna tardança, antes requiere presto socoro, porque quanto más cresçe el mal pensamiento en la voluntad del onbre, tanto más dificultosa e avn dubdosa queda la vitoria de aquél. Por ende dize que «luego que començare a pensar,» como sy dixese que començando a nasçer el mal pensamiento, luego comiençe onbre a le ynpunar e resistir. E asý este marco de mortificaçión que en las fuerças corporales sentimos o padesçemos los enfermos, es marco de muy saludable metal, ca nos enseña y haze camino para que podamos ganar mortificaçión de los viçios, pensamientos ynteriores e ocultos, ca sy vna vez alcançamos esta vitoria, conviene a saber, que nuestros viçios mueran del todo asý en el pensamiento y deseo como en la obra, no es de dubdar que las virtudes resurgirán. Es verdad que [no] es mal troque dexar viçios por virtudes. Quien desta guisa padesçe, con razón podemos dezir que tiene grand paçiençia, que se entiende padesçer con grand prudençia y sabiduría, ca sabe bien ganar con sus trabajos, pues reporta de aquéllos el mejor y más graçioso y açebtable sacrefiçio que la criatura vmana a Dios ofreçer puede, el qual es ser mortificado [en] la carne e vnificado en el espíritu.

El quarto marco que reçebimos los dolientes, digo que es la humiliaçión y despreçio que las dolençias nos causan. Este marco es de tal metal, que mejor le puede hazer conosçer la yspirençia que no disçerne[r]lo la lengua ni la péñola escreuir. Quanto más qu’ esta vmilliaçión o a[b]axamiento asaz se declara en aquello que dixe de las raýzes donde soberuia proçede, porque aquello que exaltaçión ninguna consyente, eso mesmo paresçe que trae consygo humi[li]açión e despreçio. Por ende dexando a conosçer la ca[l]idad deste marco [a] aquellos que del gusto suyo el paladar tienen amargo, quiero dezir que con el ya dicho se puede e deve sobreganar, y esto es humilldad voluntaria. E para mejor entender qué cosa es vmilldad voluntaria y cómo de neçesario nos conviene retribuyrla al Señor de quien tanto bien reçebimos, es de consyderar que la vmiliaçión y despreçio que nuestras dolencias nos causan no es a nuestro grado, mas en contrario de aquél se la obran las dolençias, y por esto se deve estar y cuenta en el número de los marcos que reçebimos. Pues dar a Dios lo mesmo qu’Él nos da desnudo de propio mérito, nin grado nin graçias. Y esta tal vmiliaçión y despreçio se podría conparar a aquél que reçebió vn marco solo e l’escondió en la tierra. Onde Sant Gregorio en la omelía sobre este Evangelio, espon<d>iendo esta mesma palabra dize: «El marco esconder en la tierra es reçebir el yngenio e aplicarle en las obras terrenas, el log[r]o espiritual no qu[erer], el coraçón nunca al<can>çar de las cogitaçiones baxas, etc.» Pues aquél nunca levanta el coraçón de las cogitaçiones baxas e ter[re]nas, el qual en sus trabajos mira más los humanos respectos que los espirituales. E  [a]quel paresçe no querer el logro espiritual, el qual reçibiendo a Dios el marco tan saludable de vmiliaçión e despreçio, le dexa asconder en la tierra del sentimiento humano syn ganar con él humilldad voluntaria. Por ende mucho es conplidero a los trabajos de dolençias e pasyones que añadamos trabajo a nuestro trabajo, de manera que sy la dolençia nos abaxa el vn onbro, que nuestra humilldad y devota paçiençia abaxe el otro. E sy la vmiliaçión açidental nos haze venir en despreçio de las gentes, que trabajemos porque la humilldad natural e voluntaria nos aga despreçiar a nosotros mesmos. Ca el fundamento de la verdadera humilldad yo  creo que es despreçiar onbre a sý mesmo e tenerse en reputaçion de mucho menos estima y valor de aquélla que sus despreçiadores e dezidores le tienen. De lo qual allende de los espirituales y meritorio bienes que en ello consyente, avn se puede seguir en lo tenporal dos grandes prouechos: el vno es que el despreçio que los otros nos hazen no nos paresçerá<n> ynjurioso ni nos provocará a saña, y el otro provecho es que la nuestra pasyón e[n] grand grado será ali[u]iada; no digo la pasyón corporal, mas la del espíritu e ynteriores sentimientos. E para mejor entender qué pasyón es la del espíritu y cómo la vmilldad voluntaria la puede en gran grado aliuiar, es de consyderar que las dolençias y pasiones corporales no solamente flagelan y llagan el cuerpo, faziendo doler la cabeça, el ojo, el braço, mas avn hazen más reziamente doler el coraçón y aflegir el espíritu e sentimiento ynterior. No que estos do[lor]es ynteriores la mesma pasyón corporal los pueda por sý sol[a] causar enteramente, mas cáusarlo[s] este marco ya dicho de vmiliaçión y despreçio. Ca desque el enfermo y plagado se ve asý vmillado e despreçiado entre sus vezinos, non es de dubdar que será pungido en el coraçón de grande aflyçión y sentimiento, con tanto que puede ser, segund la calidad del despreçio y segund la persona que le reçibe, que sea más atormentada de aqueste dolor que no de los mucho[s] corporales que tenga<n>. Y esta pasyón ynterior es la que digo que será en grand grado aliuiada despreçiando a sý mesmo y punando de se vmillar más de aquello que su trabajo o dolençia la humilla, ca los trabajos desta vida miserable no es en nuestra mano poderlos fuyr. Onde escripto es: «<En> el onbre nasçido es al trabajo, etç.» Podémoslos algund tanto aliuiar conformando nuestra voluntad con ellos, ca non ay mal en esta vida que nos pueda demasiadamente aflegir sy queremos sojuzgar la voluntad a que nos plega con él. Por ende antes de la vmilldad voluntaria conviene que nos plega con el despreçio que los otros nos hazen, ca este contentamiento en los despreçios reçebidos es sylla para asentar la verdadera e voluntaria humilldad. Porque quanelo los despreçios e humiliaçiones que los otros hazen [dan] afliçiones e aflygen mucho nuestro coraçón, señal es que nuestras personas en más estima thenemos de quanto devemos segund la virtud n[u]est[r]a; ca la vmilldad no está solamente en aquello que el estado o meresçer de cada vno requiere, mas de aquel grado conviene baxar çiertos escalones, e baxándose onbre más de lo que su propio ser o pasyón le abaxa. Por ende primeramente es neçesario que resçibamos de buen grado la ajebçión y despreçio que la dolençia o plaga que Dios nos dió entre las gentes nos causa, y dende pod[a]mos venir a la humiliaçión voluntaria, la qual es que allyende de aqueste con[ten]tamiento en aquello que la propia neçesidad nos costriñe, llevemos algunos pasos adelante, asy que este firme hedifiçio de humilldad sea obrado con estas maneras,  conviene a saber, el alegre contentamiento en lo vno y el deuoto exerciçio en lo ál.

El quinto y postrimero marco que reçebimos los enfermos es el cuerpo que las dolençias enbargan y detienen, non consyntiendo ocuparle en cosas mundanas o vanas. Este marco es de tan grand, preçioso y valeroso metal, que a lo sentir ni entender mi entendimiento no basta. Pero parésçeme que para Ie dar nonbre que se conforme a su propio ser, él deve ser llamado marco de proueymiento, ca su mesmo exerçiçio a esto se entiende, conviene a saber: proveer y pr[e]uenir; proveer de remedio los daños presentes y prevenir los venideros. Pues, ¿quién  puede pensar nin dezir quánto vale este marco ya dicho e a que tantos nos obliga retrybuyr al Señor? Yo no sé quién mejor ni tan bien lo pueda sentir que aquél o aquélla que lo ve por sus ojos y lo trata con sus manos. Por ende si tú, enfermo, quieres saber la diversidad y grandeza de bienes que en este quinto marco se contiene, comiença a ymaginar y reboluer en tu entendimiento la multitut de los males que en el cuerpo desenpachado de dolençias cometiste. Y por aquí podrás sentir <o> quántos son los bienes que de Dios reçebimos <y> en te poner enbargo y detenimiento en el cuerpo de tu disoluto beuir, y conosçerás manifiestamente que son ynumerables, con tanto que quantos días, oras[e] mementos, eres aflegido de graves dolençias, tantos días e oras eres proveydo en dulçes bendiçiones. Onde dize el Profecta: «Señor, preveniste a él bendiçiones dulçes.» iO quán duIçísymas bendiçiones son aquéllas que apartan el onbre de las amargas maldiçiones de los pecados y le desuían poco a poco de las or[r]ibles oprisyones del ynfierno! Ca el tienpo que somos obligados e ocupados en dolençias no solamente estamos desnudos de las cosas mundanas no pudienlo entender en ellas, mas avn estamos en estado de graçia y verdadera penitençia. E por çierto en estado de graçia y verdadera penitençia está aquél o aquélla que syn sus méritos lo a d[e] querer y buscar, mas solamente por la bondad de Dios ha conseguido tanta graçia ant’Él, que las obras y deseos que a pena ynfernal le guiauan, son cor[r]egidas con misericordiosos y paternales açotes. Ca sy conseguir o alcançar onbre tal correbçión no fuese don espeçial proçedido de la graçia diuinal, no lo suplicara ni demandaría la Yglesia en alta voz diziéndome: «Cor[r]éjeme, Señor, en misericordia e non en furor, etç.” Pues syn dubda, aquel es cor[r]egido en misericordia e non en saña, aquél es proveýdo por la piedad de Dios en tienpo oportuno e dispuesto para que su enmienda pueda aver logar antes de aquel [día] de yra  grand e muy grande am[a]rgoso donde ya ninguna henmienda se puede atender. E por ende en estado de graçia, y muy grand graçia, está aquel qu’esto consygue, pues de estar en verdadera penitençia no cale dezir, porque aquél es verdadero penitente el qual es diçiplinado y penitençiado de la mano de[l] grand Perlado e soberano Pontífice, Jhesuchristo nuestro Señor. Ca no puede ser’ más verdadera penitençia que la que es proçedida e premitida de la Fuente de la Verdad, quanto más que allende de aqueste espeçial e avn syngular estado de graçia que [he] dicho, de neçesidad se sygue el general y sacramental, el qual es la confisión e comunión que el doliente deue procurar y frequentar con toda devoçión. E caso que alguno desta familia de las dolençias sea tan mundano e vazío de seso que ni lo vno conosçe ni lo otro procure, con todo eso, avnque le pese, en tienpo de sus dolençias le conviene ser espiritual y devoto, con tanto [que si no] quisyere hazer bien, a lo menos no podrá hazer mal ni pecar tan sueltamente como solía en el tienpo de su sanidad. Por ende aqueste marco de pr[e]uenimiento y detenimiento en dolençias e pasyones, es asý lleno de diversos e grandes bienes, que no le podemos retribuyr obra buena ni meritoria que no sea suya y él mesmo se la trae consygo; ansý que me paresçe que a tanta multitud de bienes devemos ofresçer o retribuyr multitud de graçias. E asý como quien ha pasado por vn grand mar peligroso y escuro y se ve libre de las hondas de aquél, haze o haría cordiales graçias a quien de tanto peligro librado le ouiese, con mayor razón y más devoto exerçiçio deue hazer el enfermo graçias [no] comunes al Señor poderoso que en la nave segura de trabajosa dolençia le a librado de las hondas escuras deste mar peligroso y prouenido sus daños con tan saludables y dulçes remedios. Pues, piensa tú, enfermo, que aquél con tanta diligençia quiere prevenir tus daños y proveer de remedio aquéllos, que con tanta diligençia acata desde arriba tu coraçón y entrañas por ver si hallará en ti gradesçimiento de buenas obras, o a lo menos, retribuçión de graçias. Ca no nos deve tanto fatigar la dolençia o pasyón que padesçemos como nos deve gloriar la manifiesta diligençia que nuestro Señor nos demuestra en nos querer detener consygo en hablas porque no salgamos a los peligros deste mundo. E tanto quanto más durable e fuerte es la dolençia que padesçemos, a tanto más larga habla, comunicadora de sus maravillosos secretos, paresçe quel Señor soberano nos conbida y llama. Ca el doliente e aflito nunca çesan e deven çesar de hablar con Dios, quándo orando, suplicando, quándo de hablar con Dios, o confesando y loando el benefiçio suyo. Y por çierto yo diría quel enfermo paçiente y sienpre ora e bendize a Dios; y avnqu’esté callando, sus mismos dolores oran por él y bendizen a Dios e lo ynvocan en su socorro. Onde se lee de Sant Lázaro que quantas llagas tenía en su bendito cuerpo, tantas bocas clamantes tenía al çielo y con todas ellas loava y bendezía a Dios. Pues los dolores corporales y pasiones nuestras bendizen a Dios y confiesan la manalia de sus santas obras, ¿qué deue hazer el entendimiento, coraçón y espíritu de aquél que lo padesçe, como estas tres cosas sean más capazes para conosçer, sentir, gradesçer y seruir los venefiços de Dios? Por ende loemos a Dios en nuestras dolerçias, loemos a Dios con la [con]fesyón de la lengua, y mucho más con el entendimiento, coraçón y espíritu le ofrescamos abçión de graçias continuamente e syn yntremissyón, ca en grand peligro espiritual está el doliente que pasa aqueste tienpo ya dicho syn hazer graçias a Dios por sus dolençias y pasiones y por el manifiesto provecho que consygo trahe[n]. Mas, ¿qué diré sy en logar de graçias le hazemos ofensas, <a>sý en logar de conosçer aquestos bienes los desconosçemos teniéndonos por mal librados con esta ya dicha moneda que de Dios reçebimos y reputando por más bienaventurados, más amigos de Dios, a los que gozan de entera salud corporal que no a nosotros que de aquéllas somos pobres? ¿O sy en logar de seruiçios el enfermo se maldize y ofende a Dios con soberviosas palabras? Ved qué ofensa reçibe aquí Dios. Por çierto, gravente está este enfermo, tal doliente como esté, e sy dizen los físycos que non es peligrosa su dolençia, yo digo que está en gran peligro mortal, y de tan pestífera plaga herido, que no solamente los sanos deven fuyr la vista de aquél, mas con razón los enfermos dolientes deven ser apartados de su conpañía. ¡No le plega a Dios que asý sea! Mas donde esto acaesçe grand mengua deve aver de prudençia, ca sy ésta estoviese presente, miraría de largo todos los bienes que en su avsençia males paresçen, e diría ser perfecto y conplido a la paçiençia, faziendo conosçer al padesçiente los çinco marcos que de Dios reçibe e la quantía, valor e calidad de cada vno dellos. E asý mesmo lo que convenía con ellos aprovechar a retribuyr al Señor, c’asý de padesçedor sería hecho paçiente, que es padesçedor prudente e sabio. Mas yo creo que la esterilidad o careza de aquesta virtud de prudençia haze <e> que ayamos tan malos tenporales de paçiençia como vemos acaesçer los f[ru]tos de la tierra, que quando el agua fallesçe, se secan y pierden e avn [en] logar de mieses naçen espinas e yeruas dañosas. Donde se sygue qu[e] [quando] el pan anda muy alto, el pueblo común padesçe grand hanbre. E asý, tomando al propósyto, el f[ru]to de los trabajos de dolençias es la paçiencia con las operaçiones ya dichas. Pero sy le fallesçe el agua de la virtut de prudençia, no solamente se secan y pierden, mas en logar de virtudes se acresçientan los viçios, y el pueblo común, que se entiende por la comunidad de los dolientes y aflitos, padesçen grand hanbre, ca el pan sustançioso, que es la perfecta paçiencia, anda tan alto, c’ayna diré que se subió al çielo porque tan poca ay en el mundo, que asý enfermos como sanos en toda parte veo grand hanbre de

aquesta virtut. Con tanto que si alguno la tiene perfectamente es del çielo venido a sus fines, derechamente hazia paraýso. Mas porque del todo no quedemos hanbrientos de aqueste pan de paçiençia, trabajemos para aver la moneda real que se llama virtud de, prudençia. E quien más han menester del pan de paçiençia más copiosamente le cunplen tener la bolsa llena de prudençia. Pues, ¿a quién es más menester la paçiençia que a los enfermos y vulnerados de pasyones? Ca asý como éstos más continuamente padesçen, asý continuamente les conviene que sean llenos de paçiençia, ca no ay cosa en el mundo más abominable ni enojosa que el enfermo syn paçiençia, ca es aventador de sus males e destruydor de bienes muy singulares, los quales su yndiscreto padesçer acoçea y lança de sý, quedando po su culpa y manifiesta ynprudençia lleno<s> de plagas e vazío de virtudes, Pues ¿quién amará al que a sí mismo abor[r]esçe? ¿O quién sufrirá los males ajenos quando su mesmo dueño sofrir no los quiere? ¿Quién vsará de misericordia con aquél que a sý mesmo es tirano e cruel? ¿Ay mayor crueldad en el mundo que acresçentar onbre sus daños y hazer sus bienes syn nonbre? Ca por çierto, más cruel es el [en]fermo syn paçiençia que no los tiranos del tienpo pasado: porque aquéllos martiriavan los cuerpos ajenos y conseruavan los suyos, mas el enfermo ynpa[çente] a sýmesmo atormenta, cruçfica y mata; ca sy en todos estados la ynpaçieçia en los trabajos es denostada, en los dolientes pasa denuesto y es fecha pestilençia mortal que el alma [e] cuerpo todo lo mata. Pues, ¿quién visitará a tal enfermo como éste? Ca el que no quiere nin considerar la piedad de Dios, ¿qué visytará? Menos quer[r]ía bolver su cara al próximo nin quer[r]ía reçebir los pequeños e vmanos seruiçios aquel que los grandes dones e benefiçios de Dios desecha y repuña. ¡O, enfermo y muy enfermo, que por [y]nçidente de dolençia te apartas del todo de la salud perdurable! Quéxaste de los corporales dolores y no quieres consyderar los grandes bienes que consigo traen, los quales sy quieres conosçer, conviene que primero conoscas a la grand doctora que [es] medeçina y conservadora de las hórdenes de los trabajos, llamada paçiençia! Por ende buelue la mano a tu cabeça, que se entiende a tu discreçión; ca si desta aprovecharte quisieres, la paçiençia no está lexos de ti, antes te conbida y ruega que la reçibas en tu conpañía. Por ende date tú enteramente a pasçiençia y dársete ha en tanto grado amigable que por no ofender su graçiosa amistad te dispondrás a todo trabajo. Ca sin dubda, quien conosçiere qué cosa [es], conosçerá los bienes que digo e muchos mayores que dezir no sabría, los quales conosçidos, le hará[n] no solamente sufrir sus dolençias en la manera ya dicha, mas avn thenerlas en estima de joyas preçiosas, con las quales, mediante la graçia divina, podrá conseguir y alcançar la preçiosa margarita que es el reyno de los çielos. Y aquí acava el segundo y más perfecto grado de paçiençia segunt la yntrepretaçión de sus mesmas letras que demuestran padesçer con prudençia y sbiduría, conviene a saber: en el primer grado tolerando los males y en el segundo conosçiendo los bienes e reportando de aquéllos el logro espiritual con la manera susodicha o en otra mejor, segunt la bondad de Dios en cada vna ánimoa devota le plazerá ynespirar.

Mas porque mi grosero juyzio mugeril haze mis dichos de pequeña o ninguna abtoridad, y avn porque el grand deseo que tengo [de que] esta virtud de paçiençia sea bien conosçida e honrada de todos, y no me satisfaze conosçerla por nonbre nin avn me contenta la yntrepretaçión de aquél. Ca de quien ella es y en lo que consiste, yo deseo aver plenaria ynformaçión o más entero conosçimiento, mayormente por algunas personas [que] son asý engañadas que al natural sentimiento y dolor que onbre ha de sus pasyones judgan por ynpaçiençia, e a la disimulaçión y alegría fingida en los trabajos llaman paçiençia; lo qual, asý como es contrario de la verdad, asý es muy fatigable y enojoso a los padesçientes, ca en logar de ser consolados son ynsidiados, diziéndoles que no tiene[n] paçiençia. Esto es porque están tristes y lloran en sus afliçiones e trabajos. E asý que para esto contradezir e asý mesmo provar que la paçiençia no está en aquellos respectos, trabajar me conviene, buscando algund buen letrado el qual sea tal y tan estudioso en esta çiençia que su doctrina meresca aver estos dos nonbres: façere e doçere. Y porque destos ya pocos en nuestro tienpo [son] conviene bolver la rienda a los del tienpo pasado e antiguo cuyas estorias en loor suyo y enxenplo a nosotros la Escritura recuenta. Los quales, no en París ni en Salamanca aprendieron las leyes, mas en la escuela de obras perfectas asý floresçieron, que fueron y son muy famosos maestros. De aquéstos vno syngular <e> nonbraré que en la virtud de paçiençia vsó enteramente de façere e doçere, ca obró [y] enseñó perfecta y verdadera [doctrina]. E para le nonbrar como deseo quiero dezir que me acuerdo de vn tienpo, el qual era antes que mis orejas cer[r]asen las puertas a las bozes humanas, aver oýdo en los sermones traer por testigo y aprovaçión de sus dichos al Maestro de Sentençias. E yo en logar de aquéste quiero traher al Maestrode las Paciençias, no solamente por testigo e aprovaçión de mis snples dichos, que tanto no meresçen, mas para contradezir a aquéllos que asý dan juyios contrarios, de tristes y aflytos hazen ynpaçientes o inprudentes padesçedores. Por ende a este famoso de las paçiençias, cuyo nombre es Job, preguntemos, ca él por sus obras y palabras nos enseñará y dará entero conosçimiento de la virtud de paçiençia. E no enbargante que la Escritura de otros nonbres muy honorables le nonbra, ca le llama varón synple e justo e temiente a Dios e apartado de mal, etç., pero mi devoçión este nonbre le pone, conviene a saber: Maestro de las Paçiençias. Ca para los mayores e más singulares trabajos que en esta vida por discurso de tienpo en cada vn estado puede acaesçer, todos juntamente y en vna ora a él acaesçieron y en todos ellos vsó de paçiençia. Sýguese que muchas paçiençias ovo en él, ca el que muchos e diuersos dolores tiene, muchas paçiençias ha menester avnque todos retornan en vna entera y perfecta pasçiençia. Por ende Maestro de las Pasçiençias se deue llamar, el qual yo mirando o syguiendo los pasos de su santa ystoria segund mi rudo yngenio lo puedo entender, yo hallo que la primera dotrina que por obras nos mostró es que, sabidas y acabadas de oýr Ias espantosas nuevas mortales de sus graves e muy pesados acaesçimientos, partió su vestidura e cayó en tierra. En lo qual paresçe claro el grand dolor e natural sentimiento que él ovo de sus males, ca en aquel tienpo acostunbravan por señal de grand dolor e pesar partir la vertidura. Onde se lee del Patriarca Jacob quando le mostraron la túnica tinta del su muy amado e santísymo hijo Josep, que con grant pesar que ovo partió su vestidura diziendo: «Bestia pésyma devoró al mi fijo Josep.»  E asý mesmo Dauid Profeta, quando sopo la muerte de Saul e Jonatás, tomó su vestidura e partióla. E de otros muchos se lee que por señal de grand luto y pesar partían sus vestiduras. [Esto] nos muestra que la primera cosa que los trabajos desta vida nos causan y deven causar es natural sentimiento y pesar de nuestros acaesçidos males donde hasaz manifiesto paresçe que aver pesar ni ser tristes por los trabajos y pasyones que padesçemos no contradize a la virtud de paçiençia, antes la anteçede y haze logar, como acaesçe quando alguna persona de grand estado e dinidad nos quiere venir a ver, caenbía adelante vn onbre suyo a lo hazer saber por[que] mejor y más de reposo sea resçebido. E asý e gran dolor e sentimiento de nuestros trabajos mensajero propio es de la paçiençia, ca nos haze saber que está muy çerca y quiere entrar en nuestra posada, sy por nuestra culpa no le çer[r]amos la puerta. Por ende la primera dotrina que este santo onbre, Maestro de las Paçiençias, por obra nos enseñó es que partió su vestidura. Bien creo que es verdat que su coraçón no quedava sano ni libre de pesar, mas partido y llagado de yntolerables dolores e naturales sentimiento, Ios quales le hazían s[a]b[e]r a su discreçión y prudençia cómo la mayor y más perfeta paçiençia de las paçiençias le venía a ver a fin de las justificar y hazer su santidad más clara y çendrada y no menos dina de entera memoria, e asý demostrar a nosotros quel grand sentimiento, aflyçión e tristeza en los males que nos acaesçen, es natural y razonable y no punto discrepante de la virtud de paçiençia. Ca sy bien lo miramos, más fauor d[a] a la paçiençia el am[a]rgoso llorar que no el di<a>soluto reýr; que andarse onbre riendo sus males por las calles o claustras ni es paçiençia ni descriçión. Sea verdad que en algunos pesares o por algunos respectos, discreçión es mostrar alegría o no tanto pesar como está en la bolsa, pero a ésta lIámola yo disimulaçión discreta, pero no paçieçia verdadera. E perfeta pasçiençia no tiende sus fines a estos humanos respetos, mas solamente al conplazimiento diuino, lo qual nos mostró aqueste muy santo y justo varón quando aquellos tres amigos suyos, oýdos los males que le acaesçieron, le vinieron a uisitar y en logar de consolarle, yncrepauan diziendo: «Enseñaste a muchos e las manos flacas rebaxaste, y agora vino sobre ti plaga y defallesçiste. ¿Dónde es el temor tuyo y la fortaleza tuya? ¿Dónde es la paçiençia tuya y <e> la perfeción de las tus vías, etç.?” A lo qual el muy estudioso Maestro de las Paçiençias entre otras discretas palabras, pero llenas de dolor, con todo respondió éstas que se syguen: «¿Quál es el mi fin porque paçientemente me aya, etç.?» ¡O prudentísymo padesçedor de grandes dolores que en tan pocas palabras el camino derecho de la verdadera paçiençia nos mostraste diziendo: «Quál es el mi fin etç.?»! Como sy dixese: «Non es mi paçença robadora de la arrogançia mundana a fin que las gentes la vean y [lo]en y le[a]n, es sofridora prudente en los acaesçidos trabajos y acatadora diligente del fin soberanos que es Dios. Por ende, ¿qual es el mi fin? No es satisfaçer a los juezios vmanos, mas solamente de no ofender a Dios.” Pues, ¿quál es o quál deve ser el fin nuestro porque pasçientemente nos ayamos en nuestras pasyones e adversidades syno sólo Dios? Ca este fin o respeto devemos acatar con diligençia devota, sufriendo así prudentemente las sus diçiplinas que no le ofendamos, antes avnque seamos avmentados en el su temor e seruiçio santo e según nuestra posibilidad del trabajo que pades[c]amos requiere; lo qual este ya dicho Maestro de las Paçiençias nos enseñó abiertamente quando después desto, partida la vestidura, que se entiend[e] por la aflyçión vmana, cayo en tierra e adoró, etç. Por este caer en tierra nos es enseñada la pronta e voluntaria vmilldad, la qual en todos nuestros trabajos deve ser segunda después del natural sentimiento, y luego syn tardança deve venir, ca paçiençia poca ni mucha syn la humilldad no se puede aver. ¿Quánto, quánto más la grande y perfeta paçiençia? Ésta no se dexa conosçer ni solamente mirar de soberuia ninguna. Por el adorar nos enseña la reverençia cordial e filial amor, mesclado con aspereza y devota oración. E ansý en todas Ias otras dotrinas que <a> este muy reverendo Maestro de las Paçiençia nos mostró, se prueva que la paçiençia verdadera e perfeta hase de entender y entiende sus fines derechamente a Dios e a solíçito cuydado de no le ofender, antes de le seruir e retribuir acçión de graçias como hi<z>o aqueste santo onbre. Ca el que bien considerare sus obras, llenas las verá<s> de conosçimiento a Dios e retribuçión de graçias, las quales aquí recontar sería demasyado; asý que por los que menos saben de aquéstas y saben más que yo en verdad, <porque> [a]saz basta lo dicho para provar que la pasçiençia no está e[n] no se quexar ni aflegir onbre en sus dolores poco ni mucho, ca esto a la discreçión de cada vno se queda e mucho más a la calidad e cantidad del dolor que syente, mas consiste y está enteramente en que non ofendamos a Dios nin digamos palabras de soberuia. E avn así lo [de] clara e confirma la conclusyón de los loores deste muy famoso Maestro y Enxemplo le las Paçiençias onde dize: “En todas estas cosas non pecó Job en los sus labrios, ni alguna palabra vana contra Dios a fabalado, etç.” No dize que no lloró, mas que no pecó; ni dize que no fué triste, mas que no habló cosas vanas ni soberuias contra Dios. Pues ¿queremos saber para conosçer qué cosa es paçiençia verdadera? No es otra por çerto syno padesçer los trabajos, dolençias, pasyones con temor y reverençia de Dios y con grand diligençia de no ofender a Dios; que no digamos palabras vanas ni soberuias contra Dios, ni juzguemos las disçiplinas e cor[r]ebçiones que Dios nos enbía por ynjustas, como todo lo que Él haze o permite proçeda de verdadera justiçia y soberana bondad; que no seamos desagradesçidos en los benefiçios que de Dios resçebimos; [que no] seamos ocçiosos en nuestras dolençias, mas que trabajemos por ganar aquella espiritual  [paçiençia] que en los çinco marcos se contiene; c’asý las nuestras dolençias e pasyones sufriendo, que podamos e merescamos gustar las espirituales <y> consolaçiones que la perfeta paçiençia perlada de los enfermos y conseruadora de todas las hórdenes de los trabajados, nos dará a conosçer y gustar sy bien dellas vsamos y en ella perseueramos.

E quien esta ya dicha paçiençia touiere, sea triste o alegre, lloroso o risueño, yo digo que la verdadera paçiençia en [ca]sa la tiene, sea verdad que más segura está donde lloran que no donde ríen, por aquella sentençia onde dize: «El riso reputé a her[r]or e al gozo dixe (el Sabidor): ¿por qué engañas?, etç.” Pues si el vano riso  es pecado e la paçiençia de su propia e natural condiçión fuye de todo viçio, síguese que más propia e segura está con los tristes que no con los alegres, y más çierta donde lloran que no donde ríen a boca llena. Pero sy algund riso o plazer honesto se puede aver, tal que no redunde en ofensa de Dios, bien creo que la paçiençia dispensará con sus súbditos que l[o] puedan aver. Pues conosçe, enfermo, quién es paçiençia y hallarás que otra tan discreta e prudente perlada no la ay en el mundo, ni tan amadora del bien de sus [a]dictos, ca non es otro su ofiçio syno aparejarles camino derecho a paraýso, y robarlos del mundo y llevarlos al çielo. Por ende acata [a]quí con diligençia en tus obras mesmas, ca en ellas podrás conosçer si eres dela obidençia desta santae honorable perlada; e sy tal syntieres, conosç[er]ás ser de [s]u juridiçión, [e] tener te [h]as sin dubda, por más bienaventurado enfermo. E sy de aquélla lexos te uieres, más te deves doler de su avsençia e apartamiento de aquesta virtud que no de las muchas plagas que tienes, ca el enfermo que antes busca el fýsyco que no la paçiençia, ni sabe conosçer el mal que tiene nin el bien donde está. C’asý paresçe que los enfermos que ruegan a Dios que les dé salut y no ruegan ni suplican que les dé paçiençia, no saben qué se demandan. Y a las vezes acaesçe por la grand misericordia de Dios que son respondidos de aquella mesma respuesta que fué respondida y dada a la madre de los hijos del Zebedeo, conviene a saber: «No sabés qué demandaes.» Porque [si] por palabra no resçibimos aquesta respuesta, rescebímosla por obra, quando Dios por su ynfinita clemençia no solamente nos niega la salud que pedimos, mas avn nos acresçienta la dolençia que padesçemos. En lo qual asaz claramente nos da a entender que no sabemos lo que pedimos, ca el que dexa de pedir lo más por 10 menos, e lo çierto por 10 dubdoso, manifiesto es que de ynorançia proçede tal pedir como éste, ca sy onbre conosçiese quál es lo mejor y más çierto, no es de dubdar que aquello p[e]d[i]ría. Por ende quantos pedimos salut e no pedimos paçiençia, no sabemos qué pedimos, pues dexamos lo más por lo menos, y lo çierto por lo dubdoso. Ca más vale vn día de pasçiençia perfeta, que [no] (de) diez años de salud corporal, la qual es la menos çierta cosa que en esta vida tenemos, ca ella y nuestro beuir es lo que más presto y con pequeño açidente se corronpe y acaba. Asý que s[i] pedimos salud y oluidamos pasçiençia, no sabemos qué pedimos, <e> asý como aquella santa muger demandava que sus dos hijos fuesen, el vno a la diestra <e el otro> parte de nuestro Redentor y el otro a la siniestra, en lo qual su santa ynorançia e maternal <e> afecçión la hazía her<r>ar en tanto grado que, amando a sus hijos de ygual amor y deseándoles el verdadero y entero bien, pedía asý diversas y contrarias opiniones e petiçionesiones. Quanto bien y gloria para el vno pedía, tanta pena e conf[u]syón para el otro procuraba. Mas Aquél [que] mejor los amava y los tenía ya deputados sólo para la su diestra parte, para ser sobre los tronos doze, respondióle<s> diziendo: “No sabes qué pides.” E asý tornando al propósito, la nuestra natural ynclinaçión, que se puede en esta parte dezir madre, junta con el deseo que de nuestra salvaçión tenemos (ca por pecadores que seamos, çierto es que deseamos nuestra salvaçión y avn los ladrones y malhechores querían ser antes salvos que condenados), por ende este deseo de nuestra salvaçión, ayuntado con la dicha natural ynclinaçión que de nuestra salud corporal thenemos, haze pedir e pide a Dios estas dos petiçiones: salud para el cuerpo, salvaçión para el ánima. Ca no ay ninguno por muy aquexado que tenga el deseo de su salud, que no la demande mezclada con su saluaçión. Y por poco devoto que sea, a lo menos pedirá su salud desta guisa, diziendo: «¡O Señor, sáname de sta pasyón o enfermedad a tu santo seruiçio!» Y avnque más no alargue la razón, en estas pocas palabras pide anbas petiçiones, ca en dezir: «Sáname, Señor,» pide su salud y diziendo: «a tu santo seruiçio,» pide su saluaçión, ca en seruir a Dios está toda nuestra salvaçión. ¿E quién es que no crea ser ésta muy buena, justa y santa petiçión? Con tanto que q[u]ando asý pedimos, entendemos que muy bien lo dezimos, pero es asý contraria la vna petiçión de la otra que quanta salud y reposo para el cuerpo pedimos, tanta pena e confusyón para nuestras ánimas procuramos. Ca no ay en el mundo tales dos enemigos contrarios como es la carne e el espíritu. Mas aquel Señor que mejor sabe lo que nos cunple y nos ama más verdaderamente

que nosotros mesmos nos amamos, niéganos la vna petiçión que es la salud del cuerpo, la qual se entiende por la parte siniestra, ca nos tiene deputados la su ynestimable caridad para la diestra, que es la saluaçión de nuestras ánimas, las quales deven ser, ¡y plega a Dios que sean!, a la parte diestra. Por ende, sy nos es [n]egada la salud y acresçentada la dolençia, conoscamos claramente que nuestro Señor nos responde diziendo: «No sabes qué pides.» E no dize: «No sabes: ¿qué pides?», mas » No sabes qué pides.» Donde me paresçe que no solamente nos reprehende y arguye de ynorançia en lo que pedimos, mas nos haze camino y nos conbida y atrae a lo que devemos pedir, y ésta es la santa y perfeta paçiençia. Por ende ésta pidamos en nuestras oraçiones, ca sy la pedimos con devota y limpia entençión, no seremos arguydos de ynorançia, pues sabemos muy bien lo que pedimos, ca pidiendo pasçiençia, pedimos todas las virtudes e avn punamos por sobir al Señor de las virtudes.

Porque mejor sepamos qué es lo que pedimos, y porque la grandeza y copiosydad [de] aquesta virtud nos acreçiente el deseo a la pedir con mas continuaçión y fervor, veamos de quál número de las virtudes es la pasçiençia. No es de las cardinales, porque ya tiene[n] su número asygnado, que son quatro; ni es de las teogales, que son tres; pues que la queramos poner en el número de las syete ynferiores de aquéstas, y deputadas solamente contra los syete pecados prinçipales, no es razón, ca éstas todas syruen a la pasçiençia. Por ende conviene que le demos el más honrrado lugar avnque por bien que aposentar la queramos, no le podemos dar más honrrado logar del que ella de suyo se tiene. Ca tiene fundada su casa sobre los firmes quatro pilares de las virtudes cardinales y sube por escala derecha a las theologales. Ved qué onrra la podemos hazer que no sea suya. Ésta por agora s’ofresçe a mi flaco poderío mostrar por breues e synples razones: cómo la pasçiençia mora en las virtudes ya dichas y ellas en ella; sy no como provar y mostrar se deuía, ca a esto no bastaria mi flaco juyzio, mas segund la pequeña facultad de aquél y los pocos años que yo estudié en el estudio de Salamanca, los quales más me hazen dina de remisyón plenaria en la sinpleza de lo sobredicho que no me otorgan sabiduría en lo que dezir quiero. Pero en las cosas espirituales non es de mirar y temer el denuesto de las gentes ni menos desear el loor de aquéllas, mas solamente con buena yntençión seguir las obras devotas fasta llegar a donde la fuerça de cada vno bastare. C’asý yo en esta espiritual obra, syguiendo mi devoçión, [no] llegando con ella fasta donde deve y quería en lo de la pasçiençia, mas hasta donde puedo en al una pequeña parte sastifazer mi dese [o], quiérolo dezir asý synple e brevemente como lo entiendo.

Ya es dicho y mostrado que el pa[de]sçer de las tribulaçiones y pasyones humanas por sý solo no vale nada ni es pasçiençia entera, mas es comienço de pasçiençia. Onde dize el santo doctor Agustín, obispo: “Las t[ri]bulaçiones obran pasçiençia.” Bien paresçe que no son ellas mesmas paçiençia<s>, mas que la obran e hazen dispusyçión para ella. A lo qual de neçesario conviene ayuntar la virtud de prudençia, segund dicho es en la ynterpretaçión del nonbre de pasçiençia, que dize: padesçer con prudençia. E asý es manifiesto que la primera virtud moral o cardinal, que es prudençia, no solamente sostiene el [e]defiçio de la pasçiençia, mas es parte prinçipal de aquella. Pues la fortaleza, que es la segunda virtud, ¿dónde la verés en sus propios vigores syno en la pasçiençia? Ca sostener onbre el grand peso syn caer, fortaleza requiere, quanto más cargado lo más pesado sobre lo más flaco. E no ay en el mundo cosa más pesada ni cargosa que los trabajos y afliçiones desta vida, ni ay cosa más flaca que nuestra humanidad, y por esto es llamada en la Escritura flagelidad, que a mi paresçer quiere dezir flaquedat o flaqueza. Pues para que los onbros de nuestra humana flaqueza puedan sostener y sostengan hesta tan poderosa carga ya dicha syn caer en ofensa [de] Dios ni desuiarse de pasçiençia, no es de dubdar que la virtud de fortaleza es menester e syn ella, la pasçiençia va al suelo. E por esto aquellos tres amigos de Job, cuydando ynorantemente que el natural sentimiento que en él veyan le desuiava de la pasçiençia, dezían: «¿Dónde as la fortaleza tuya, etç.?”, dando a ent[end]er que sy la virtud de fortaleza estouiese, a la pasçiençia no fallesçería ni podría fuyr de su conpañía, e avn nonbrando primero a la fortaleza que no a la pasçiençia. Esto no por mayor en dinidad ni meresçimiento, mas por fundamento firme e segundo pilar después de la prudençia, donde la pasçiençia e[s] sostenida y levantada, lo qual más claramente nos mostró el Maestro de las Pasçiençias quanto les dixo: «¿Por ventura es fortaleza de pied[ra] la mi fortaleza?» En las cuales palabras nos muestra que tenía virtud de fortaleza, pero ende él habló muy discretamente diziendo: «Nunca es fortaleza de piedra la mi fortaleza.» E como si abiertamente dixese: «Nunca Dios quiera la mi fortaleza de[x]e ser virtud o sea piedra syn sentido.” Ca no sentir onbre sus males más es neçe<sy>dad que virtud; mas sintiendo y sosteniendo el trabajo y sentimiento syn caer en el piélago de ynpaçiençia en ofensa de Dios, ésta es propia virtud de fortaleza, la qual segundo pilar y fundamento de la paçiençia, segund [he] dicho, es. La terçera virtud cardinal se llama justiçia a la qual p[er]tenesçe guardar ygualdad en las cosas ¿A quién es más menester, ni tanto, como a la pasçiencia, a la qual conuiene thener syenpre el peso en la mano e libra de ygualdad en su poder, pensando con tant[o] ygual e justo peso las aflyçiones, angustias e trabajos que consienta la baIalança e ofensa [a] Dios, nin a fatiga demasiada, mas que tenga contimnuamente el peso en fi[e]I, dando a Dios el tributo que en los nuestros trabajos y dolençias le es devido? Y con mucha razón somos obligados a le pagar y al paçiente no más fatiga[r], ni pesar de quanto <a> la razón requiere e sus flacos onbros puedan sostener syn caer nin estropeçar. Ca del todo aliviar la carga ni sería justiçia ni pasçiençía, ni el natural sentimiento lo consentir[i]a, pero baste que le cunpIe mirar que no sobre natural sentimiento a la razón, mas a cada cosa destas sea guardada ygualdad. Y como esto[s] deve[re]s de nesçesydad pertenescan a la prefeta pasçiençia, síguese que la virtud de justiçia en casa la tiene, la qual es terçero pilar de fundamento. La quarta virtud cardinal es llamada tenprança, la qual no menos que las o[t]ras es subjeta en la pasçiençia. ContempIar los enojos y sentimientos de los trabajos que nos acaesçen con tanta mesura que ni ofendamos a Dios nin acresçentemos nuestro daño, esto a la virtud de tenprança pertenesçe: Se[a] verdad que la prudençia e justiçia lo manda[n], pero la tenprança lo pone en obra. E sy la pasçiençia verdadera y perfeta está fundada sobre estas quatro virtudes, con tanto que donde éstas [non] están no puede estar pasçiençia ninguna y donde está la paçiençia, ende está[n] todas las quatro virtudes. E avn me paresçe, sy mi synple pensamiento [non] me engaña, que las virtudes ansý andan en rueda como los viçios, ca ¿dónde verés soberuia syn enbidia, nin enbidia syn avariçia?, de guisa que don[de] está enteramente el vno viçio de aquéstos, ende se acojen los otros seys. E así paresçe acaesçer a las virtudes, que donde la virtud de prudençia estouiere, o non es virtud ni prudençia verdadera, o sy lo es, con ella están las otras virtudes. ¿E por qué digo prudençia verdadera? Paresçe que ay algunas prudençias engañosas e males. ¡No quiera <a> Dios que este nonbre sea asý manzillado! Ca saber engañar y hazer malas obras es saber, pero no es prudençia. Desta tal sabiduría es escrito: “Sabidores son para hazer mal, pero el obrar bien no lo saben.” E sy la prudençia s’estendiese a saber el mal como el bien, no sería llamada virtud, pues que sea virtud y viçio, esto no podría ser, ca dos contrarios no se pueden conpadesçer ni sofrir, Mas digo prudençia verdadera, porque ay vna sabiduría que en nuestro acatamiento es juzgado por prudençia y delante de Dios, y avn en presençia de la conçiençia de su dueño, es viçio. E la prudençia, para ser virtud, conviene que sepa conosçer el uiçio, mas no que le sepa obrar, antes esquivar e fuyr, ca la verdadera virtud de prudençia se estiende <c>a saber enteramente conosçer el bien e el mal, pero no se estiende <no> solamente a bien. Y a ésta llamo yo prudençia verdadera. Y a donde esta virtud [d]e prudençia estouiere, ende estará la virtud de fortaleza; e donde la fortaleza, la justiçia, y donde la justiçia, la tenprança. Ya vedes que no puede fuyr, ca sy están todas las virtudes engastadas e vnidas en vno, que aquél que la vna dellas touiere, enteramente las terná todas, [aquél que alguna dellas no touiere] sýguese que no tiene ninguna. Y por consyguiente paresçe razonable que [qui]en estas quatro virtudes cardinales touiere y dellas enteramente vsare, que no está muy lexos de las teologales. E pues la pasçiençia tiene en sý estas quatro virtudes ya dichas [e] syn ellas no se puede aver pasçiençia verdadera ni acabada, bien paresçe que de las tres teologales no es separada, ni podría vsar de pasçiençia aquél que no tiene fe, ca syn fe ynposible es plazer a Dios. E como la pasçiençia tienda sus fines derechamente a, Dios e solamente al su conplazimiento diuino e a solí-çito cuydado de no le ofender, sýguese que la [f]e no fallesçe [ni] puede fallesçer en la pasçiençia, antes con ella más que en otra obra buena ninguna resplandesçer la primera virtud teologal, la qual es fe. Ca sy en las prosperidades es mostrada la fe, quanto aquéllas por exerçiçio de buenas obras y guarda de no ofender a Dios son regidas e administradas, mucho más clara e grande se muestra en las adversidades e afliçiones [e] trabajosquando son sofridos y sostenidos con temos de Dios e solíçito cuydado de no le ofender y con devota diligençia de le seruir, lo qual es propio ofiçio de la pasçiençia. E dar graçias a Dios en las bien andanças corporal[es], y[o] no lo repruevo, antes lo loo, ca no es dubda que proçede de fe, pero no que yguale con aquella acresçentada fe que haze al onbre conf[o]rmar asý enteramente su voluntad con la voluntad de Dios, que tan devotas e cordiales graçias le refiere por los grandes trabajos e plagas que padesçe, como los otros por su entera salud y bien andança conplida. Y como esta pertenesca al verdadero pasçiente, bien paresçe que la virtud de fe no es apartada de la pasçiencia, antes en ella e con ella se prueva e aprueva por más çierta e clara. Ca desque alguno está bien guarnido de salud corporal y no pobre de bienes tenporales, sy d[a] gracias a Dios y le teme y sirue, mucho es grande bien. ¿Pero quién pu[e]de juzgar sy es fe entera o sy es respecto de no perder los bienes que tiene o que aquellos le sean acreçentados? Como vehemos acaesçer algunas vezes quando éstos ya dichos bienes están en vilo, de guisa que o los temen perder o esperan cobrar los que hazen grandes rogarias a Dios y con mucha devoçión se ocupan en oraçiones y obras piadosas. Y desque es acabada de perder e cobrar aquel bien y salud que desean, las obras piadosas se mueren y la devoçión se cae de madura, de manera que, o se pierde con lo perdido o se oluida con lo cobrado. C’asý paresçe que la devoçión y seruiçio de Dios que por tenporales se exerçe, más se allega a los bienes tenporales que no a Dios. Pues luego tales obras buenas como éstas no proçeden de verdadera fe, porque la verdadera y santa fe, asý como cree a Dios y en Dios, asý busca y desea a Dios y por respecto de Dios haze todas sus obras. Por ende en las afliçiones e angustias, dolençias y plagas se ençendrá y pura la virtud de fe. El que tales trabajos tiene, sirue a Dios y le ama y teme e ofresçe sacrifiçios de graçia devotos, de aquéste no se puede juzgar otra cosa synon grand fe. Y como esto sea deuido a la perfeta paçiençia, no es dubdar que la primera virtud teologal consygo la tiene. Pues sy tiene fe, manifiesto es que tiene esperança. Y dexando aparte las razones y causas que la misma fe o ella con sus propias fuerças se trae consygo esperança y caridad, pero allende de esto, ¿quién es o quién fue en esta vida tan perfecto ni santo que sin fe pudiese sostener los trabajos desta vida en la manera sobredicha o en otra mejor ni comunal, sy no esperase por ello gualardón? Onde dize el Profeta: «Yncliné mi coraçón a fazer las tus justificaçiones por la retribuçión.» E aquél ynclina o abaxa su coraçón a las justiçias de Dios que sufre omill [y] pasçientemente las disçiplinas e dolençias que Dios le da. ¿Pues quién podría abaxar su natural condiçión a sofrir en paçiençia todos sus trabajos sy no esperase por ello gualardón? Por ende aquél que vsa verdadera pasçiençia bien paresçe que tiene virtud de esperança; e ansy con mucha razón se de[ue] concluyr y no menos creer que quien continuamente padesçe trabajos y pasyones con temor e reverençia de Dios, continuamente cree en Dios; y el [que] continuamente cree, continuamente espera; y el que continuamente espera, non es de dubdar que continuamente ama. E asý las tres virtudes teologales no menos que las cardinales son menester <que> de neçesydad en la virtud de pasçiençia, porque la pasçiençia es vn hedifiçio no menos dificultoso que meritorio, <no> Es seguro, y tal syn dubda, que todas estas syete virtudes ya dichas han de entender en su alta y perfeta obra, y [en] cada vna dellas a de poner su piedra la prudençia, para saber conosçer en los trabajos quál es el mejor partido y aquél escojer; la fortaleza, para sostener vera mente syn caer en ofensa de Dios; la justiçia, para vsar de ygualdad; la tenprança, para moderar los sentimientos humanos; la fe, para creer que Dios por nuestro grand bien nos da estos trabajos y que se quiere seruir de nuestra pasçiençia; la esperança, para que esperemos el gualardón que por ello nos está aparejado; la caridad, para que sobre todas las cosas ame[m]os a Aquél [de] quien e por quien tantos bienes resçebimos y mayores esperamos. C’asý la santa y perfeta pasçiençia tiene, segund dixe, fundada su casa sobre las quatro virtudes cardinales e sube por esta escala derecha a las teologales, las quales nos guían derechamente al Señor de las virtudes, el qual es Amador de las paçiençias, Salud verdadera de los enfermos y glorioso Reposo de los trabajados, a quien sea honor y gloria para syenpre jamás. Amén.

Este tractado se llama Arboleda de los enfermos, el qual conpuso Teresa de Cartajena seyendo apasyonada de graues dolençias, espeçialmente auiendo el sentido del oýr perdido del todo. E fizo aquesta obra a loor de Dios e espiritual consolaçión suya e de todos aquellos que enfermedades padeçen, porque, despedidos de la salud corporal, leuante[n] su deseo en Dios que es verdadera Salut.

Deo graçias

Este tratado escrivió Pero Lopes del Trigo

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